Un hombre de misión

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Nancy Solito
16/11/2010

El 24 de noviembre de 2005 sufrió un derrame cerebral mientras estaba en Ciudad de Guatemala. Fue ingresado en el Hospital Nuestra Santísima Señora del Pilar. Sin embargo, Jon de Cortina no superó la afección y falleció el 12 de diciembre de ese año. Su vida y misión están presentes en la memoria de quienes le amaron y compartieron metas con él. Por ello, en el quinto aniversario de su muerte, la comunidad universitaria lo recordó con una eucaristía el 13 de diciembre en la capilla de la UCA. La misa fue oficiada por Dean Brackley, y concelebrada por Rafael de Sivatte, jefe del Departamento de Teología, y Jesús Sariego, provincial de la Compañía de Jesús en Centroamérica.

Jon de Cortina Garaigorta nació en Bilbao, España, el 8 de diciembre de 1934. Dos años más tarde, su familia se vio obligada a huir a Francia luego de que su pueblo, Guernica, fuera destruido por las tropas de Franco y la fuerza aérea nazi. "Tuve que salir al exilio junto a mi madre. Claro que yo estaba muy pequeño para recordar detalles, pero mi madre nos contó que habíamos sido testigos, a lo lejos, del bombardeo", contó De Cortina a sus allegados en más de una ocasión.

A los 20 años comenzó su noviciado jesuita y poco después fue enviado a misiones. "Yo pedí venir a El Salvador, y llegué por primera vez el 14 de septiembre de 1955", refirió él mismo. Luego, salió del país para estudiar Teología en Fráncfort, Alemania, con su amigo y compañero Jon Sobrino. Además, se doctoró en Ingeniería Civil en Estados Unidos y era licenciado en Filosofía y Humanidades.

Volvió de manera definitiva a El Salvador en 1973 y comenzó a impartir clases de ingeniería en la UCA. Así, formó parte de la generación de jesuitas de Ignacio Ellacuría, Segundo Montes e Ignacio Martín-Baró. En el ejercicio de su sacerdocio, ayudó a comunidades rurales de Chalatenango en el diseño y construcción de puentes y urbanizaciones.

"Era hombre recio, hombre de trabajo, hombre de misión, hombre serio", expresó el padre Brackley durante la homilía, al referirse a De Cortina. Asimismo, y en el marco del período de adviento que celebra la Iglesia católica, el sacerdote asemejó la vida de Jon con la de dos grandes figuras litúrgicas: María y Juan Bautista. "Yo creo que tenía algo de los dos (...). Una cercanía a los pueblos humildes y sufridos", aseveró el celebrante.

Toda su vida y obra estuvo dedicada a las necesidades de los más desfavorecidos del país. Labor que lo llevó a fundar, en 1994, tras la firma de los Acuerdos de Paz, la Asociación Pro-Búsqueda, dedicada a localizar a niños desaparecidos durante la guerra civil para reunirlos con sus familias. "Lo más importante es acompañar a la gente. Nunca podremos hablar si no estamos con ellos. Y una vez con ellos, nuestro trabajo tiene que ser dar esperanza y aliento", decía De Cortina.

Entre anécdotas y reflexiones, Dean Brackley animó a los asistentes a mantener vivo el legado de Jon de Cortina. Y señaló que la UCA, toda la comunidad universitaria, debe dejarse tocar e impactar por los pueblos sufrientes, las mayorías que padecen injusticias en nuestro país. "Para Jon, eso no era solo un lema. Era una realidad".

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Anónimo
18/01/2011
15:34 pm
Es impresionante la intensa y efiente labor que de forma discreta llevan a cabo los jesuítas en la dedicación a la docencia universitaria en El Salvador, con su preparación su trabajo y su esfuerzo permanente en favor del desarrollo integral del País. No hay agradecimiento suficiente a su trabajo y dedicación.
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