"Quien no vive para servir, no sirve para vivir"

3
Andreu Oliva
19/11/2015

Queridas graduandas, queridos graduandos, queridos familiares y amistades que los acompañan en este solemne acto de graduación, en nombre propio y de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, reciban la más cordial bienvenida y nuestras sinceras felicitaciones por su graduación, que enorgullece tanto a ustedes y a sus familias como a nosotros en la UCA y a la sociedad salvadoreña.

Esta es una meta que han alcanzado por su propio esfuerzo, pero también gracias al apoyo que han recibido de sus familiares y amistades; así como por el empeño que ha puesto la Universidad en formarlos con conocimientos y competencias profesionales que les sirvan para afrontar los desafíos y retos de la sociedad salvadoreña y centroamericana. Desde este día, como profesionales titulados, tienen en sus manos la responsabilidad de construir un mejor futuro para El Salvador y de ese modo agradecer los dones recibidos y poner en alto el nombre de la UCA.


Tiempo de prueba

Se están graduando en un tiempo de muchos y graves conflictos, a nivel nacional e internacional; conflictos que ponen a prueba la humanidad de nuestra civilización, que aspira a ser global, pero que a la vez levanta profundas barreras entre pueblos. Quizás la expresión más dramática de estas inmensas barreras la vemos en las dificultades que recientemente ha puesto Europa para recibir con dignidad a los miles de refugiados sirios, en continuidad con las que desde hace décadas pone a los inmigrantes procedentes de los países africanos. Igualmente dramática es la larga frontera vertical que tienen que cruzar los migrantes centroamericanos a través de México, y las negativas del Congreso estadounidense a una reforma migratoria que incorpore a los millones de migrantes que ya están viviendo y trabajando en ese país. Todo ello sin olvidar la situación de violencia, amenaza y éxodo en la que se encuentran comunidades enteras, como las más pobres de El Salvador.

Estas situaciones, unas muy cerca de nosotros, y otras más lejanas geográficamente, unas en las que tenemos toda la responsabilidad, otras en las que somos meros espectadores, nos muestran que la civilización occidental tiene grandes retos que no ha sido capaz de resolver, porque se ha dejado llevar por el egoísmo en lugar del amor. Por ello, ante esta realidad, el papa Francisco invitó a los miembros del Congreso de Estados Unidos a tomar acciones valientes para “combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente cuidar la naturaleza”. Y en una aplicación libre y creativa de la regla de oro, “Trata a los demás como te gustaría que te traten a ti”, proclamó: “Busquemos para los demás las mismas posibilidades que deseamos para nosotros. Acompañemos el crecimiento de los otros como queremos ser acompañados. En definitiva: queremos seguridad, demos seguridad; queremos vida, demos vida; queremos oportunidades, brindemos oportunidades”.

Estas sabias palabras interpelan e inspiran. ¿No les parece que si todos las pusiéramos en práctica cambiaríamos el mundo? Yo les animo a que lo intentemos cada día. Si lo hacemos, verán cómo cambia nuestra vida y la de nuestros hermanos. Dejemos también que nos interpele lo que el papa dijo ante la Asamblea de la ONU: “La exclusión económica y social constituye una negación total de la fraternidad humana y un gravísimo atentado a los derechos humanos y al medioambiente”. Respondamos a ello poniendo cada uno de nosotros, y como grupo, todos nuestros dones, para que cada salvadoreño tenga lo que desea el papa: “Acceso efectivo, práctico, inmediato y universal a los bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda propia; trabajo digno y debidamente remunerado; alimentación adecuada y agua potable; libertad religiosa y, más en general, libertad del espíritu y educación”.

Esta graduación coincide con las celebraciones del quincuagésimo aniversario de fundación de la Universidad. Una oportunidad para recordar el trabajo realizado a lo largo de estos 50 años, los profesionales formados, el legado de los mártires, su ejemplo de vida y de entrega, el prestigio que la UCA tiene tanto a nivel nacional como internacional, su impacto en importantes momentos de la historia salvadoreña y centroamericana.

Hasta el día de hoy, la UCA ha graduado a un total de 27,851 profesionales. Ustedes mismos, que son conscientes del esfuerzo que les supuso obtener su título, son los que mejor pueden valorar qué significa esa cifra. Bien saben ustedes que en esta universidad no se regalan títulos ni se pretende captar estudiantes sin una demostrada capacidad académica.

A finales del año pasado, les preguntamos a los estudiantes de la UCA por qué habían escogido estudiar en ella, y el 79.3% de los encuestados respondió “porque era la mejor universidad y la de mayor exigencia académica”, lo cual nos satisface mucho. También ustedes, en este momento de su graduación, pueden sentirse orgullosos, junto con sus padres y familiares, de su universidad, a la que luego llamarán “alma mater”. Esta expresión latina se usó por vez primera para referirse a la Universidad de Bolonia, como alma mater studiorum, que significa “madre nutricia de los estudios”. La UCA, por tanto, en cuanto alma mater, ha nutrido sus conocimientos, ha alimentado su espíritu, les ha formado como personas y ciudadanos, les ha ayudado a crecer en humanidad, en capacidad crítica, en compromiso con El Salvador y su gente. Por ello, su graduación no implica que abandonen la Universidad, pues la llevarán por siempre dentro de sí. Ustedes son parte de la historia de la UCA, así como la historia de estos 50 años forma ya parte de sus vidas.


Reafirmar y fortalecer el compromiso

Es bueno aprovechar este quincuagésimo aniversario para mirar hacia delante y avanzar en nuestro compromiso con El Salvador, en el servicio a su pueblo, en ser excelentes en el conocimiento de la realidad. Un conocimiento que, según el P. Ignacio Ellacuría, pasa por tres momentos: “Hacerse cargo de la realidad, cargar con la realidad y encargarse de ella, para que vaya siendo cada vez más cercana al proyecto de Dios y por tanto sea más humana, más fraterna, más equitativa, más justa, más digna para todos”.

En este sentido, nos ayuda una carta reciente del Superior General de la Compañía de Jesús, P. Adolfo Nicolás, en la que describe la situación general del mundo de la siguiente manera: “Vemos una juventud vibrante con ansias de una vida mejor. Vemos gentes que gozan de la belleza de la creación y se esfuerzan por encontrar a Dios en su quehacer diario. Observamos el rápido crecimiento científico, tecnológico y económico; advertimos el enorme potencial que existe para mejorar la vida en la Tierra. Pero a la vez somos testigos de violencia, de brutal explotación y de injusticia. La intolerancia religiosa y étnica, el fundamentalismo y la discriminación corren al asalto de la dignidad humana, exacerban la desigualdad y arrojan a la marginalidad especialmente a las mujeres y los niños. El severo desequilibrio y degradación del medio ambiente, agudizados por una cultura del usar y tirar, apuntan hacia un planeta contaminado y envenenado”.           

Y a continuación hace la siguiente reflexión, dirigida a los jesuitas: “Jesús nos invita y nos llama, ‘bajo el estandarte de la cruz y bajo el Vicario de Cristo en la Tierra’, a servirle en transformar nuestro mundo en un hogar para todos, en el que las generaciones presentes y las futuras puedan vivir en paz, con dignidad y con justicia”.

Este ha sido precisamente el anhelo de la Universidad a lo largo de sus 50 años de vida. Esto es lo que ha buscado y por lo que se ha esforzado, por ello ha recibido incomprensiones, atentados, el martirio de sus mejores hombres. Y no puede dejar de empeñarse en esa tarea, pues dejaría de ser fiel al Evangelio, a su misión fundacional y traicionaría el fin de la Compañía de Jesús. Pero para responder al P. General queda mucho por hacer.

LA UCA debe realizar un mayor esfuerzo en la selección y preparación de su personal, en la mejora de sus planes de investigación y docencia, en la redefinición del proceso de admisión de sus futuros alumnos y en garantizar la exigencia académica.

La UCA ha de poner todo su potencial al servicio de El Salvador; tal como afirmó el P. Ellacuría, “con la fuerza creadora de personas que crean en los valores espirituales y se comprometan a hacer del país y de la educación algo siempre mejor, que traiga un desarrollo humano para todos, una mayor democracia fundada en la libertad y en la justicia, que reparta equitativamente los bienes de la creación y del trabajo del hombre […], tal como lo predicó Jesús de Nazaret, el Cristo de la fe".

La UCA debe luchar, desde su ser universitario, contra todo aquello que oprima, reprima y deprima a los salvadoreños y, sobre todo, a las mayorías populares. Y por otro lado, debe favorecer, venga de donde venga, todo aquello que las libere y potencie.

La UCA debe proyectar más eficazmente sobre la sociedad lo mejor de su esfuerzo, para que toda la nación, la sociedad y el Estado, vayan conformándose más y más según los dictados de la razón, tanto teórica como práctica, tanto ética como política, y, en nuestro caso especial, más conforme con los dictados del Evangelio, de la buena nueva que Jesús vino a anunciar a todos los hombres, en especial a los más pobres.

La UCA necesita mejorar la capacidad de escucha del clamor del pueblo, aprender a interpretar mejor sus necesidades, hacer que estas tengan peso en la conciencia nacional y encuentren eco en el Presupuesto Nacional. Debe saber presentar soluciones y promover su ejecución para que las grandes mayorías puedan por sí mismas ocupar el puesto que les corresponde en la mesa de la nación, a la hora de decidir sobre su destino y a la hora de disfrutar de los recursos nacionales, que, como enseña la doctrina social de la Iglesia, son antes de la comunidad que de los individuos, son antes para la comunidad que para los individuos.

Avanzar en todos estos aspectos será la mejor contribución que la UCA haga a este país, desde su esencia cristiana y en continuidad con su tradición de 50 años. Y les invitamos a sumarse a ello, para hacer realidad lo que el P. Ellacuría dijo en la última graduación que presidió: “Ojalá no digan nunca de un graduado de la UCA que es un incompetente, un corrupto o un vendido. Ojalá, al contrario, digan que son los mejor preparados, los más honestos, los más entregados al servicio de los demás. Miren por sí, cuiden de los suyos y también de lo suyo, pero recordando la palabra de Jesús, según la cual es más feliz el que da que el que recibe, que el amor a los demás es la mejor forma de realizar el amor a Dios. Pregúntense una y otra vez quién es su prójimo, miren a la orilla de las veredas quién ha quedado arrojado ahí por el torrente de la vida, cuando no por la explotación de los asaltantes del camino, y ofrézcanles su mano generosa”.

De ese modo, queridos graduandos y queridas graduandas, seguro alcanzarán su plena realización profesional y humana, y descubrirán la realidad de lo que el papa Francisco les recordó a los jóvenes en su reciente visita a Cuba: “La importancia de un pueblo, de una nación […] de una persona, siempre se basa en cómo sirve a la fragilidad de sus hermanos. En eso encontramos uno de los frutos de la verdadera humanidad. ‘Quien no vive para servir, no sirve para vivir’”. Sean valientes, atrévanse a experimentarlo.

Mis más sinceras felicitaciones por su graduación.

.

Lo más visitado
0