Discurso del representante de los graduados de las facultades de Ingeniería y Arquitectura, y de Ciencias Económicas y Empresariales

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Armando Álvarez
19/11/2015

Honorables autoridades que presiden la mesa de honor, estimados catedráticos, queridos compañeros, familiares y amigos, tengan todos muy buenas noches.

Es un honor para mí dirigirme a ustedes en nombre de mis compañeros, especialmente en este año en que la Universidad se encuentra celebrando su quincuagésimo aniversario. Quisiera comenzar agradeciendo a Dios, a ustedes que nos acompañan y a los que por motivos de distancia o porque se adelantaron en nuestro camino común no pueden estar presentes. Este triunfo, este privilegio que celebramos hoy, es de cada uno de ustedes. Gracias por el apoyo a lo largo de este proceso. Apoyo económico y de compañía, apoyo en la toma de decisiones, en los momentos de alegría, ansiedad, tristeza e incertidumbre. Gracias por potenciar nuestro conocimiento a través de pláticas, discusiones y consejos.

Este día, este título, no son 24 horas comunes, no es un pedazo de cartón; son frutos de años de estudios, de aprendizaje, de esfuerzo, sacrificios, de saber levantarse en los tropiezos y de saber apoyarnos en nuestros compañeros. Algunos tuvimos la oportunidad de ser estudiantes de tiempo completo; otros, a quienes guardo una gran admiración, trabajaron durante toda su carrera. Pero sin importar la diferencia en tiempo que pasamos dentro de la Universidad, sé que todos nos llevamos excelentes recuerdos: los primeros días en que el campus universitario parecía interminable, los desvelos en la elaboración de nuestro trabajo de graduación, las clases que nos dejaban ávidos de conocimiento. Cada uno de estos momentos fue una experiencia necesaria para poder encontrarnos aquí el día de hoy.

Particularmente en economía, recuerdo una clase de Desarrollo Económico en que terminamos hablando de la teoría de la relatividad de Einstein, mostrando lo interrelacionadas que se encuentran las diferentes disciplinas. Estoy seguro que cada carrera tendrá recuerdos similares.

Pero este día y este título no representan únicamente el pasado, sobre todo representan el futuro. Roque Dalton, en Pobrecito poeta que era yo, afirma: “Y está el problema real de que en cuanto el estudiante llega a ser profesional, traiciona, asciende socialmente, que es lo mismo”. Quiero pensar que Roque se equivocaba. Quiero pensar que el título que hoy recibimos nos compromete aún más con la realidad de nuestro país y nos da las herramientas para entenderla mejor y contribuir así a transformarla.

Precisamente, no serán las notas, no será el CUM, no será el título los que digan la calidad de profesionales que somos. En un país en donde la escolaridad promedio se encuentra entre sexto y séptimo grado, en donde solo uno de cada 10 salvadoreños en edad oficial tiene la oportunidad de acceder a estudios universitarios, ser profesional es un privilegio y, por tanto, una enorme responsabilidad. Julio Cortázar se preguntaba: “Si la lucidez desemboca en la inacción, ¿no encubre una forma particular de ceguera?”. Ante la realidad de nuestro país, no podemos permitirnos esa ceguera.

Diseñar los edificios más altos y más lujosos no nos convertirá en grandes arquitectos si frente a estos se encuentran asentamientos precarios con viviendas indignas. Generar los mejores análisis financieros no nos hará los mejores contadores públicos si la asignación de recursos resultante no se traduce en una mejor distribución de la riqueza. No podemos ser buenos licenciados en ciencias de la computación si el acceso a la informática sigue siendo un factor más de exclusión. No seremos buenos administradores de agronegocios si los salarios de esta actividad económica siguen siendo tan bajos y diferenciados del resto. No podemos llamarnos buenos economistas si no hacemos nada para cambiar esta realidad que genera desigualdad, pobreza y emigración forzada de nuestros compatriotas. Es momento de utilizar nuestro conocimiento para denunciar las injusticias y para trabajar al lado de los menos privilegiados de la sociedad salvadoreña.

Compañeros y compañeras, hoy es un día de felicidad para cada uno de nosotros y nuestras familias. Trabajemos mañana para que la felicidad que genera este título no se quede en nuestros hogares. Trabajemos para compartir esta felicidad con los excluidos y empobrecidos de nuestro país; después de todo, “La felicidad solo es real cuando es compartida”. ¡Muchas gracias y felicidades!

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