"Proclamen la gloria de Dios, que es la vida del hombre"

2

Durante su visita a México, el papa Benedicto XVI exhortó a los obispos mexicanos y latinoamericanos a "ser vigías que proclamen día y noche la gloria de Dios, que es la vida del hombre". Velar, vigilar, es vivir cada instante conscientemente. Es salir del estado de inconsciencia, de apatía y de indolencia, denunciados en su momento por los profetas de Israel. La exhortación papal nos ha hecho recordar a san Irineo, quien sostenía que "la gloria de Dios es el hombre vivo; y la vida del hombre es contemplar a Dios". También trae a la memoria la pregunta interpeladora de fray Antonio de Montesinos en su famoso sermón del cuarto Domingo de Adviento de 1511, ante el maltrato, explotación y muerte de los habitantes de las llamadas Indias occidentales: "¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos?". La interpelación fue dirigida, precisamente, a los conquistadores y colonizadores de la época; a los que se les exhortaba a despertar del sueño del egocentrismo que deshumaniza.

Y más cercano a nosotros recordamos —en un contexto de opresión y represión— a monseñor Romero con su palabra crítica frente a la actitud indolente: "El vivir tan cómodo, tan instalado, tan rico, que prácticamente son materialistas, no tienen tiempo, no les importa analizar la situación dramática del país y de su propia conciencia, están muy a gusto en sus jaulas de oro". Ignacio Ellacuría y Jon Sobrino también nos han hablado de la necesidad de estar vigilantes en nuestro aquí y ahora. Para ambos eso significa discernir los signos de los tiempos desde los pobres y las víctimas. Ellos y ellas, según Ellacuría y Sobrino, nos interpelan a ser humanos, nos hacen ver la verdad de la realidad y nos convocan a construir una civilización de la pobreza. Para estos teólogos, los pobres y las víctimas nos llevan a despertar del sueño de cruel inhumanidad, a pasar de la indolencia a la compasión, a forjar una nueva civilización que humanice, es decir, que no esté en función del capital, sino del ser humano empobrecido.

Para Benedicto XVI, estar vigilantes en la proclamación de la gloria de Dios, entendida como la vida del ser humano, significa "estar del lado de quienes son marginados por la fuerza, el poder o una riqueza que ignora a quienes carecen de casi todo". Esto es precisamente lo que ha venido recalcando la teología latinoamericana de palabra y obra; y ha sido su opción por los que carecen de casi todo lo que produjo su rechazo y persecución. El papa también recordó que "junto a toda la humanidad, la Iglesia tiene que revivir y actualizar lo que fue Jesús: el buen samaritano, que viniendo de lejos se insertó en la historia de los hombres, nos levantó y se ocupó de nuestra curación". El quehacer teológico latinoamericano también ha sido reiterativo en este punto, proclamando la centralidad del Reino de Dios e historizando la misericordia como lucha en contra de la injusticia y a favor de la justicia. En este contexto, como afirmó monseñor Romero, "la gloria de Dios es que el pobre viva".

Qué duda cabe, entonces, de que el llamado del papa es de gran actualidad y necesidad. Sin embargo, el mundo de la globalización parece no estar interesado en los que carecen de casi todo (los pobres), ni en cultivar la visión del papa planteada ante los obispos, donde se afirma que "ser hombre es ser hermano y guardián del prójimo". ¿Qué amenaza impide ahora la vida del ser humano? En la Quinta Conferencia Episcopal Latinoamericana de Aparecida (2007), los obispos del continente se mostraron vigilantes frente a la globalización. Cuatro fueron sus principales críticas. Primero, en la globalización, la dinámica del mercado absolutiza con facilidad la eficacia y la productividad como valores reguladores de todas las relaciones humanas; este peculiar carácter hace de ella un proceso promotor de inequidades e injusticias múltiples (AP, n. 61). Segundo, conducida por una tendencia que privilegia el lucro y estimula la competencia, la globalización sigue una dinámica de concentración de poder y riqueza en manos de unos pocos; no solo de los recursos físicos y monetarios, sino sobre todo de la información y de los recursos humanos, lo que produce la exclusión de todos aquellos insuficientemente capacitados e informados (AP, n. 62). Tercero, la población económicamente activa de la región está afectada por el subempleo (42%) y el desempleo (9%); el trabajo informal afecta casi a la mitad de ella y el trabajo formal se ve sometido a la precariedad de las condiciones de empleo y a la presión constante de subcontratación, lo que trae consigo salarios más bajos y mayor desprotección en el campo de la seguridad social (AP, n. 71). Y cuarto, las industrias extractoras internacionales y la agroindustria muchas veces irrespetan los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales de las poblaciones locales; con mucha frecuencia se subordina la destrucción de la naturaleza al desarrollo económico, con daños a la biodiversidad, el agotamiento de las reservas de agua y de otros recursos naturales, la contaminación del aire y el cambio climático (AP, n. 66).

Esta realidad ha vuelto a recordarse en el discurso de bienvenida pronunciado por el presidente Raúl Castro a la llegada del papa a Cuba. El mandatario señaló que "hace casi veinte años, Fidel Castro sorprendió a muchos al proclamar que una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre". Expresó, además, que "el agua o los alimentos serán, después de los hidrocarburos, la causa de las próximas guerras de despojo". Asimismo, denunció que "en vez de la solidaridad, se generaliza una crisis sistémica, provocada por el consumo irracional en las sociedades opulentas. Una ínfima parte de la población acumula enormes riquezas, mientras crecen los pobres, los hambrientos, los enfermos sin atención y los desamparados". También apuntó uno de los males prevalentes en la política: "La falta de conexión entre los Gobiernos y los ciudadanos a los que dicen servir". Es decir, el presidente Castro expuso un listado de asuntos sustanciales sobre los que hay que mantener una actitud vigilante para hacer que el hombre y la mujer vivan, y vivan con dignidad.

Si la gloria de Dios es que el ser humano viva, como lo ha recordado el papa a los obispos de América Latina, esa proclama tiene connotaciones históricas muy precisas en el continente. Significa estar abierto al clamor de los pobres y las víctimas para reaccionar con misericordia, generando otro tipo de globalización que esté marcada por la solidaridad, por la justicia y por el respeto a los derechos humanos. Formas concretas de dar gloria a Dios y de poner en práctica el principio humano y cristiano de "ser guardián del prójimo". El desafío es para todos los hombres y mujeres, aunque Benedicto XVI lo ha formulado directamente a la jerarquía de la Iglesia.

Lo más visitado
0