"Yo decido vivir en paz"

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Las cifras sobre la situación de violencia en nuestro país siguen siendo alarmantes; recientemente, durante la presentación del Informe sobre el Estado de la Población Mundial 2010, se reveló que El Salvador posee la tasa más alta de feminicidios en el mundo: 129.5 asesinatos por cada millón de mujeres. De ahí que el Fondo de Población de las Naciones Unidas haya pedido al Gobierno salvadoreño la definición urgente de un plan para combatir la violencia de género.

Una de las nuevas propuestas para reducir la violencia en el país, especialmente la que se genera en la convivencia ciudadana, es la campaña denominada "Yo decido vivir en paz". Esta busca promover el respeto a la vida, las normas de convivencia comunal pacífica, y que la ciudadanía se convierta en sujeto de una cultura de paz. De momento, es una campaña de limitado alcance, focalizada en algunos sectores de la capital, pero que puede tener un impacto simbólico importante en la conciencia colectiva si se logra creativamente sensibilizar, convencer y hacer reflexionar a la ciudadanía sobre la necesidad de poner en práctica aquella milenaria regla de oro: "No hagas a los demás lo que no quieras para ti"; o dicho de manera positiva: "Haz a los demás lo que quieras para ti". Este principio es válido para todas las esferas de la vida, en la familia y en las comunidades, para las naciones y religiones, para la actividad económica y la política. En el ámbito interpersonal, "Yo decido vivir en paz" deberá significar no sólo un objetivo, sino también un modo de vida, un quehacer permanente: sólo personas pacíficas pueden ser agentes activos de la paz.

En el espíritu de la regla de oro antes citada, la opción ciudadana por vivir en paz implica al menos cuatro compromisos —promovidos por lo que hoy en día se conoce como ética global—. Primero, el compromiso a favor del respeto a toda vida. Todo ser humano tiene derecho a la vida, a la integridad corporal y al libre desarrollo de su personalidad siempre y cuando el ejercicio de este derecho no lesione los de los demás. Ningún ser humano tiene derecho a maltratar física o psíquicamente a otro.

Segundo, el compromiso con una cultura de la solidaridad, animada por un espíritu de compasión para con los que sufren y una solicitud especial hacia los pobres y excluidos. Solidaridad que puede tomar la concreción histórica de lucha por la justicia. El lema del XXI aniversario de los mártires de la UCA nos recuerda este aspecto: "Cuando la situación histórica se define en términos de injusticia y opresión, no hay amor cristiano sin lucha por la justicia" (I. Ellacuría, 1977).

Tercero, el compromiso a favor de una cultura de la tolerancia y de un estilo de vida honrado y veraz. El objetivo de esta decisión es doble: frenar los prejuicios, el odio y la hostilidad hacia quienes piensan diferente, y servir a la verdad como antídoto contra el fraude, la mentira, la demagogia y el encubrimiento.

Finalmente, el compromiso a favor de una cultura de igualdad entre hombres y mujeres, orientada a superar el estado de infravaloración, discriminación y marginación en el que se encuentran la mayoría de ellas. Un trato ético en este plano supone unas relaciones más equitativas, más comunitarias, de reciprocidad y sin miedos ni dominaciones.

"Yo decido vivir en paz" no debe ser simplemente una campaña publicitaria más, no debe quedar reducida a un eslogan o consigna. Para que la propuesta sea efectiva, debe abrir espacio a comportamientos responsables concretos: poner a la persona por encima de los intereses; transformar las relaciones de discriminación y dominio en relaciones de inclusión y participación; trato respetuoso a los demás; atención eficiente y eficaz en los servicios públicos; solución de conflictos sin recurrir a la fuerza; protección y salvaguarda de los sectores más débiles de la sociedad, entre otros.

La cultura de paz tiene que ver, pues, con la formación de actitudes y comportamientos éticos de los ciudadanos y ciudadanas; pero también con cambios estructurales que garanticen justicia mínima en todos los niveles. Por ejemplo, por parte del Estado implicaría, entre otras cosas, invertir entre el 6 y el 9 por ciento del producto interno bruto para asegurar la canasta básica para la población con menos recursos.

Por otro lado, un aspecto que no hay que olvidar en estas propuestas, sobre todo de cara a las nuevas generaciones, es que en la asimilación de valores vinculados a la convivencia pacífica es fundamental el ejemplo de figuras de referencia. Cada cultura posee las propias, que pueden ser poetas, músicos, religiosos, políticos, hombres y mujeres que en sus comunidades son personas ejemplares. En el caso de El Salvador, una de las principales fuentes de inspiración para ser constructores de paz son los mártires, pero no sólo los muy conocidos (como monseñor Romero o los jesuitas de la UCA), sino también los del pueblo crucificado, como Elba y Celina Ramos. Sus vidas son testimonio de que para vivir sin violencia hay que construir la paz a través de la justicia, el diálogo y la verdad.

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Anónimo
02/11/2010
13:03 pm
El ejercicio de la no violencia de género, principalmente concientizar a la mujer de creer en esté derecho y hacer la pregunta tu también lo crees?
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Anónimo
29/10/2010
02:44 am
creo que estamos en la rason de estas palabras que son mui contructivas asia loque nos referimos savemos que ellos fueron un ejenplo para el pueblo pero tanvien estas personas como el senor romero entregado asia el pueblo se meresen que se rreconoscan tal como fueron
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Anónimo
27/10/2010
20:20 pm
Muy buena opinión. Enhorabuena. Sin duda es necesario construir la paz. Tal como dicen la memoria histórica no es solo Monseñor Romero y los Mártires de la UCA hay miles de personas más anónimos que quizá nunca le haran un mural ni les celebraran aniversarios, pero ahí estuvieron.
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