Ante un mundo en cambio

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El mundo está cambiando aceleradamente. La competencia y las luchas entre las grandes potencias son cada vez más complejas. La pobreza y la migración continúan siendo problemas crecientes, acompañados por brotes de racismo. El mundo está cercano a una recesión económica. El individualismo potencia nuevas formas de populismo. Las grandes potencias tratan de interpretar los derechos humanos a su conveniencia, prescindiendo de las recomendaciones técnicas tanto de la ONU como de otras instancias de la sociedad civil. El autoritarismo crece en muchas partes del mundo. Y en todos los países en que se desarrolla, sus líderes fomentan la división y multiplican el lenguaje de odio contra sus opositores, cuando no la represión sistemática. El calentamiento global hace prever verdaderas crisis en todo el mundo, especialmente en los países más pobres. Y en los países tropicales, donde la pobreza es más abundante y los rigores del clima serán más extremos, la vida puede tornarse sumamente difícil para las mayorías. Algunos pequeñas naciones de esas zonas podría resultar inviables.

Por otro lado, la ciencia y la cultura abren nuevas posibilidades. El Internet hace más inmediatas las noticias y ofrece posibilidades de conocimiento muy superiores. Los derechos humanos han penetrado en la cultura y abren las conciencias al respeto a la dignidad humana. La sociedad civil adquiere conciencia de su vocación de controlar los abusos del poder. Surgen posibilidades de economía alternativa al tiempo que aumenta la organización de diversos sectores. Las mujeres defienden con mayor energía sus derechos y los pueblos indígenas reclaman respeto a su autonomía. El mundo se vuelve más pequeño y la gente advierte con mayor claridad tanto los riesgos que nos amenazan como la necesidad de enfrentarlos. Los avances de la ciencia prometen un futuro mejor para todos, solo dificultado por el afán de ganancia de compañías transnacionales, se muevan estas en el campo de la energía, de la salud, del armamentismo o de la explotación minera.

En este mundo cambiante, acelerado, marcado por un dinamismo del capital que rompe con frecuencia antiguas solidaridades, los países como El Salvador tenemos que prepararnos si queremos tener futuro. En realidad, toda Centroamérica se enfrenta a este desafío. No soportaremos el cambio climático si no cuidamos y ampliamos la superficie de nuestros bosques. La tendencia al envejecimiento de nuestra población creará una carga insostenible en nuestros países si no planificamos adecuadamente el futuro. Mejorar sustancialmente el sistema educativo es indispensable para insertarnos en el mundo con niveles de equidad dignos. Vencer la pobreza y reducir las desigualdades resulta necesario para la creación de una amistad y cohesión social que nos permita vivir el futuro pacífica y solidariamente.

Nuestro país está lleno de desafíos. Y no es la violencia la que solucionará los conflictos, como tampoco lo serán el autoritarismo, el dinero de los ricos o las alianzas con esta o con otra potencia. Es necesario un trabajo de planificación solidaria del futuro, de grandes cambios positivos en los sistemas de protección social. La defensa del medioambiente, la transparencia del Estado, el diálogo con la sociedad civil son elementos clave para construir un futuro resistente. Al igual que un fomento de la productividad acompañado de una reforma fiscal que impida la evasión de impuestos y exija mayores aportes por parte de la gran empresa y de los grandes salarios e ingresos. Los pasos que debemos dar son grandes y deben ser conocidos por todos, sin reservas de información ni ocultación de datos. El futuro no se construye ni maneja con propaganda o con promesas vacías, sino con planificación solidaria y con esfuerzo constante por avanzar en las metas propuestas.

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