Bendecir el año nuevo

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Anselm Grün, uno de los autores de espiritualidad cristiana más leídos actualmente, dice en uno de sus libros que, sea cual sea el modo en que empiece un nuevo año, una buena manera de hacerlo es bendiciéndolo. Y recomienda, como gesto simbólico, mantener las manos por encima de la cabeza, abiertas hacia delante, y enviar la bendición a todo aquello con lo que vamos a encontrarnos en el año y con lo que haremos nuestras vidas: trabajo, familia, amigos, país, comunidad, etc. Explica, además, que bendecir a una persona es hablar bien de ella, decirle cosas buenas, prometerle lo bueno. Estima que si hablamos de lo bueno que hay en cada una de las personas que nos rodean, les ayudamos a ponerse en contacto con el bien que ya tienen.

Pues bien, en este sentido, a bendición del año ha sonado el primer mensaje del papa para la Jornada Mundial de la Paz. Ha recordado que "el corazón de todo hombre y de toda mujer alberga en su interior el deseo de una vida plena, de la que forma parte un anhelo indeleble de fraternidad, que nos invita a la comunión con los otros, en los que encontramos no enemigos o contrincantes, sino hermanos a los que acoger y querer". Francisco, asumiéndola como una dimensión esencial del ser humano, destaca seis aspectos de la fraternidad. Veámoslos de manera resumida.

La fraternidad, fundamento y camino para la paz. En este aspecto, el obispo de Roma hace referencia a las definiciones de paz de la Populorum progressio, de Pablo VI, y de la Sollicitudo rei socialis, de Juan Pablo II. En la primera se afirma que el desarrollo integral de los pueblos es el nuevo nombre de la paz. Y que entre las naciones debe reinar un espíritu de fraternidad que ha de expresarse bajo un triple aspecto: el deber de la solidaridad, que exige que las naciones ricas ayuden a los países menos desarrollados; el deber de la justicia social, que requiere la transformación de las relaciones injustas entre pueblos fuertes y pueblos débiles; y el deber de la caridad universal, que implica la promoción de un mundo más humano para todos. En la segunda encíclica, se afirma que la paz es fruto de la solidaridad, lo cual implica que solo es posible alcanzarla realmente y gozar de ella si hay una mejor calidad de vida y un desarrollo más humano y sostenible.

La fraternidad, premisa para vencer la pobreza. Se parte aquí de una constatación: la falta de fraternidad entre los pueblos y entre los hombres es una causa importante de la pobreza. Y en seguida vienen los ejemplos. En muchas sociedades se ve una profunda pobreza relacional debido a la carencia de sólidas relaciones familiares y comunitarias; al crecimiento de distintos tipos de descontento, marginación y soledad; y a variadas formas de dependencia patológica. Y de nuevo la propuesta del mensaje: una pobreza como esta solo puede ser superada redescubriendo y valorando las relaciones fraternas en el seno de la familia y de las comunidades, compartiendo las alegrías y los sufrimientos, las dificultades y los logros que forman parte de la vida de las personas.

El redescubrimiento de la fraternidad en la economía. Según el papa Francisco, el hecho de que las crisis económicas se sucedan una detrás de otra debería llevarnos a las oportunas revisiones de los modelos de desarrollo económico y a un cambio en los estilos de vida. Debería ser una ocasión propicia para recuperar las virtudes de la prudencia, la templanza, la justicia y la fortaleza. Estas virtudes nos pueden ayudar a redescubrir los vínculos fraternos que nos unen unos a otros, con la profunda confianza de que el ser humano tiene necesidad y es capaz de algo más que desarrollar al máximo su interés individual.

La fraternidad extingue la guerra. Aquí otra constatación: durante el último año, son muchos los que han sufrido la experiencia denigrante de la guerra (muertos, heridos, desplazados, refugiados, mutilados), que se ha constituido en una grave y profunda herida infligida a la fraternidad. En este contexto, la exhortación papal es a redescubrir a un hermano en quien es considerado solo un enemigo a exterminar. En consecuencia, hay que renunciar a la vía de las armas e ir al encuentro del otro con diálogo, perdón y reconciliación, para reconstruir a su alrededor justicia, confianza y esperanza.

La corrupción y el crimen organizado se oponen a la fraternidad. El papa piensa en el drama lacerante de la droga, en la devastación de los recursos naturales, en la tragedia de la explotación laboral, el blanqueo ilícito de dinero, la especulación financiera, la prostitución, la trata de seres humanos, los delitos y abusos contra los menores, la esclavitud que todavía está vigente en muchas partes del mundo, la tragedia frecuentemente desatendida de los emigrantes. Es decir, piensa en todas esas formas de ruptura con el proyecto originario de vivir en fraternidad. La respuesta: un auténtico espíritu de fraternidad que genere paz social, que posibilite un equilibrio entre libertad y justicia, entre responsabilidad personal y solidaridad, entre el bien de los individuos y el bien común.

La fraternidad ayuda a proteger y a cultivar la naturaleza. En este ámbito, el mensaje recuerda que la familia humana ha recibido del Creador un don en común: la naturaleza. Se reconoce que la visión cristiana de la creación conlleva un juicio positivo sobre la licitud de las intervenciones en la naturaleza para sacar provecho de ella, a condición de obrar responsablemente, es decir, usar sabiamente los recursos en beneficio de todos, respetando la finalidad y la utilidad de los seres vivos y su función en el ecosistema. Pero los hechos contradicen esta visión: a menudo nos dejamos llevar por la codicia, por la soberbia de dominar, tener, manipular, explotar; no custodiamos la naturaleza, no la respetamos, ni la consideramos un don gratuito que hemos de cuidar y poner al servicio de todos. Desde la fraternidad se recuerda el destino universal de los bienes, condición esencial para posibilitar un efectivo y justo acceso a los bienes básicos y primarios que todo ser humano necesita y a los que tiene derecho.

En suma, el mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2014 resulta ser una excelente forma de bendecir el año nuevo, es decir, de ponernos en contacto con el bien que ya tenemos o necesitamos como personas y como colectividad. En palabras del papa: "Es la buena noticia que reclama de cada uno de nosotros un paso adelante, un ejercicio perenne de empatía, de escucha del sufrimiento y de la esperanza del otro (...) poniéndonos en marcha por el camino exigente de aquel amor que se entrega y se gasta gratuitamente por el bien de cada hermano y hermana".

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