Imparables. La violencia social y la criminalidad en El Salvador continúan generando víctimas; la mayoría de veces, ante la mirada impotente de la ciudadanía. A raíz de los recientes hechos violentos ocurridos en Mejicanos, niños, niñas, adolescentes, jóvenes y adultos se sumaron a marchas en nombre de la paz, para exigir un alto a la violencia.
Esta actitud colectiva demuestra cómo los lazos de solidaridad ante el dolor ajeno se activan ante coyunturas específicas. Sin embargo, es necesario que estos vínculos no se reduzcan a la manifestación específica y coyuntural, sino que trasciendan a formas organizadas de ciudadanía activa.
Por ciudadanía activa debe entenderse la actuación consciente en la interiorización, defensa y promoción de los derechos humanos, a partir de la organización colectiva. Mediante esta vía, la manifestación pública y la capacidad de propuesta adquieren mayor relevancia ante las autoridades.
Generar esas capacidades ciudadanas en la participación de la vida comunitaria, en la búsqueda de propuestas de solución y en la exigencia y control hacia las autoridades son algunos de los desafíos que hoy por hoy las y los salvadoreños deben superar para luchar contra la violencia.
Cuando las sociedades se unifican, organizan y actúan, logran cambiar la realidad que las rodea. En el caso salvadoreño, ante el pan de cada día de muerte, irrespeto e intolerancia hacia la vida, la toma de conciencia sobre la necesidad de cambios personales y luego colectivos podría hacer la diferencia.
Construir una cultura de respeto parte de un proceso, ante todo individual, en consideración a los otros. Sólo así pueden generarse formas nuevas de convivencia desde el ámbito privado de la familia y el hogar hacia los espacios públicos.
Desde luego, la intervención estatal debe cumplir su papel, pero la ciudadanía debe despertar y vencer los temores que generan las acciones violentas. No es tarea fácil en lo absoluto. Pero si no se dan los primeros pasos en esa dirección, no podrá nunca superarse la violencia como dinámica de interacción social.
Para combatir los miedos a la violencia y a sus efectos, se requiere el adecuado funcionamiento de las instituciones, el reforzamiento de sus acciones represivas y preventivas, y una coordinación interinstitucional que permita el trabajo unificado al respecto y en el marco del respeto a los derechos humanos, especialmente de las víctimas.