La intentona de golpe de Estado en Ecuador, desatada este 30 de septiembre, se disfrazó de marcha reivindicativa de los agentes de policía. Aún por la tarde continuaba la situación de crisis. La apuesta de los golpistas era lograr la sublevación del Ejército, para así deponer al presidente Correa. Esta parte del plan no ha funcionado de momento, pues el alto mando militar sigue fiel a la institucionalidad. Además, los golpistas hubieran querido detener a Correa en el hospital militar donde se encuentra. Pero se han topado con la resistencia del pueblo ecuatoriano, que se ha manifestado en apoyo de su mandatario. Al agredir estas demostraciones de apoyo, la policía ecuatoriana ha demostrado del lado de quién está.
Los golpistas han agredido al presidente Correa y lo mantienen prácticamente sitiado en el hospital. Hubieran querido secuestrarlo, como a Mel Zelaya, para obligarlo a capitular ignominiosamente, u obligarlo a reprimir con violencia a los policías, para así legitimar el golpe de Estado. No ha sido esa la actitud de Correa, quien, dentro de una situación tan irracional como esta, ha mantenido la ecuanimidad, pero también la determinación.
Partiendo de que Bolivia, Venezuela y Ecuador son parte del "eje del mal" para el poder mundial (también Argentina y Uruguay, demonios menores, pero igualmente demonios), los intentos de aniquilar estas experiencias de transformación social se han sucedido uno tras otro. Donde han arreciado con mayor fuerza ha sido, primero, en Venezuela (siendo el episodio más dramático el golpe de Estado que terminó siendo derrotado) y, más tarde, en Bolivia (con la crisis desatada por las oligarquías locales, que amenazaban con partir al país en dos). Es hoy el turno de Ecuador. En la solución de la crisis será clave la movilización popular, el respaldo de las fuerzas sociales y estatales, pero también la solidaridad internacional.
Se busca desestabilizar al proceso ecuatoriano. Desde adentro, financiando una "oposición" coludida con el poder tradicional; desde afuera, configurando una situación regional en la que se busca fortalecer las posturas militaristas (muestra de ello es, por ejemplo, la condena que pesa sobre la senadora colombiana Piedad Córdoba por su labor humanitaria). Estamos con Ecuador en este momento en que se ensaya nuevamente la estrategia del golpe de Estado para intentar abortar transformaciones sociales. No es momento de tibiezas por parte de los organismos internacionales (como ocurrió en Honduras, con la actitud vacilante de la OEA y con la actitud —primero ambigua y después decidida— en apoyo a los golpistas por parte de algunos Gobiernos). Demandamos una contundente respuesta internacional, que le cierre las puertas a esta agresión contra el pueblo ecuatoriano.