De golpes y minigolpes

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Los golpes de Estado son en general execrables. Bañan en sangre a los países, rompen la confianza en las instituciones, destruyen el débil sentimiento de democracia —especialmente en nuestras incipientes comunidades políticas—, crean más problemas de los que se supone pretenden solucionar. El golpe de Estado producido hace ya más de un año en Honduras sigue dando coletazos. Y aunque avance la tendencia política a la normalización de la situación internacional hondureña, lo cierto es que en el interior del vecino país persisten la división, la violación de derechos humanos, la descomposición social, la violencia, el pésimo funcionamiento de las instituciones, la falta de liderazgo para enfrentar los problemas, la ausencia de líderes decentes.

En El Salvador nos ufanamos de nuestra democracia, a pesar de sus grandes limitaciones. Ponemos la transición derecha-izquierda en el Gobierno como un hito importante en nuestro desarrollo democrático. Sin embargo, la realidad institucional sigue siendo débil y las amenazas a la democracia no son escasas. No faltan líderes políticos que gustan del autoritarismo, del compadrazgo, de la corrupción y de la manipulación de las instituciones. En algunas de nuestras instituciones continúan presentes personas que se apoyan en la poca claridad de nuestras leyes para manipular, tergiversar y, en definitiva, hacer lo que les da la gana. Siempre en favor, por supuesto, de los más fuertes. Lo que se denuncia como un terrible desaguisado cuando lo realiza el contrincante político, se permite como pecadillo ingenuo dentro de las propias filas. Quienes fuimos acompañados y apoyados por el FMLN cuando criticábamos la partida secreta de la Presidencia, nos asombramos ahora de que su Gobierno sea tan lento, e incluso reacio, a la hora de anularla.

En este contexto se han puesto de moda las amenazas a la democracia. Cuando se dio el golpe en Honduras, no faltaron los comentaristas que le dijeron al Presidente y al partido al que está afiliado que, por si acaso, pusieran sus barbas en remojo. Una advertencia tan estúpida como antidemocrática, pero que en nuestro país se ve como si fuera una reflexión de un supuesto comentarista político. Como si amenazar fuera un equivalente del pensar. Y el partido que siempre insiste en que defiende la libertad, Arena, festejaba este tipo de amenazas a la democracia salvadoreña. Y siguió incluso festejando a Micheletti en épocas recientes, desprestigiándose todavía más de lo que ya está. Hoy, pasado el efecto de esa pobre marioneta de la política que fue Micheletti, los políticos y los comentaristas antidemocráticos de turno han cambiado de táctica. Conscientes de que amenazar al poder Ejecutivo está demasiado mal visto, han comenzado a amenazar a otros poderes del Estado. Si las amenazas de golpe se desprestigian a sí mismas, tal vez piensen estos sectores que hay que comenzar con minigolpes. En esta ocasión, han sido especialmente algunos diputados los que, contra toda legalidad democrática, han lanzado auténticas amenazas contra la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia. A ellos se han unido incluso algunos magistrados de la Corte Suprema, también de vocación minigolpista (quizás porque su capacidad no da más que para lo mínimo).

Porque minigolpe es, en efecto, atentar contra una de las instituciones del Estado. Destruir la institucionalidad, atentar contra ella, es tener vocación golpista independientemente de si se atenta contra el Ejecutivo o se pretende simplemente descabezar, en esta ocasión, a personas que realizan su trabajo con alta calidad jurídica. Si los diputados leyeran un poco más en torno al pensamiento jurídico internacional, se quedarían asombrados de la ignorancia de algunos de nuestros jueces. Y, por supuesto, serían más conscientes de su propia ignorancia. Pero leer o —menos aún— pensar no está dentro del plan estratégico de nuestros representantes. Les gusta el juego del poder y el control del mismo para vivir bien. Dominar el poder no como instrumento de servicio controlado por el mismo pueblo, sino como camino de enriquecimiento personal. Por eso el golpe y el minigolpe les agradan. Porque el garrote siempre ha sido, desde la edad de piedra, un símbolo de poder y de fuerza. Lo mismo que la amenaza y el disparo. Y algunos de nuestros diputados son muy machos.

Al final, cuando no pueden golpear a los demócratas, optan por golpear al más débil. En la reciente discusión de la ley de proscripción de pandillas y grupos de exterminio, algunos diputados proponían sacar del título de la ley, e incluso del contenido, el término "grupos de exterminio". Y abogaron, siempre brillantes, porque desaparecieran de la ley las menciones a quienes financian a cualquiera de esos grupos. En otras palabras, apoyan penalizar a los más débiles, a los pandilleros, pero privilegian a los grupos de exterminio. Tal vez porque estos últimos siempre han estado vinculados al poder y al dinero, mientras que los otros han permanecido siempre en el margen de nuestras clases bien-pensantes.

Durante la discusión sobre la lectura de la Biblia y sus siete minutos, la contraparte más sensata hablaba de educación cívica y moral, educación en valores, educación democrática y ciudadana. Las discusiones de los diputados partidarios del minigolpe nos convencen de que lo verdaderamente urgente no es tanto que los niños se eduquen en valores, sino que los propios diputados reciban educación inicial e intensiva sobre lo que es democracia, respeto a las instituciones, reconocimiento de la igual dignidad de todos los ciudadanos. Ya que a esos elementos de la esfera política nadie les castiga por atentar públicamente contra la institucionalidad democrática, al menos que alguien les obligue a educarse. Tal vez así desaparezca de nuestro pobre horizonte democrático esa lacra de minigolpistas que en su navegar legislativo levantan con demasiada frecuencia la bandera de la piratería.

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Anónimo
18/08/2010
20:11 pm
siempre he creído que el poder económico de este país quiere mantener de cualquier forma secuestrado a este pobre pueblo y para eso ocupa a sus secuaces diputados y a sus medios de comunicación mediocres que se venden y se valen de la ignorancia e ingenuidad de algunos miembros de nuestra sociedad que hacen repetir como pericos lo que escuchan en la TV o en la radio sin entenderlo, ahh padres de la patria que mejor le hubiese sido a mi patria ser huérfana, porque nunca piensan en lo mejor para ella sino lo que a ellos les llena los bolsillos, realmente lo que necesitamos no es un golpe de estado, sino un golpe de asamblea ojala y con ayuda a las candidaturas independientes.
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