El arcón de los recuerdos

7

Entre el no despegar de las encuestas y el paso del tiempo hacia el día de la elección, el nivel del griterío va subiendo, especialmente en Arena. El candidato de ese partido un día dice una cosa y al siguiente otra, según le convenga. Los augurios no parecen buenos. Y menos cuando Arena saca del arcón de los recuerdos como asesor a ese presidente inútil y dañino para El Salvador que fue Francisco Flores. Imposible no ver una relación de causa y efecto entre este político y el cambio de opinión de Quijano atacando con furia la famosa tregua. Cualquiera que tenga un mínimo de memoria recordará que fue en tiempo de Flores cuando se puso de moda la mano dura, que fue al mismo tiempo un impresionante fracaso como política de seguridad. Saltándose leyes básicas de decencia humana, el entonces presidente aparecía en un anuncio publicitario señalando a mareros encarcelados, insultándolos y satanizándolos. Se hacía así el macho, pensando que con eso conquistaría prestigio. Pero todos supimos que la batalla contra la delincuencia no se gana con mano dura, ni mucho menos con apariciones bravuconas en la televisión. Y lo supimos trágicamente, con la escalada de crímenes que se nos vino encima.

Esa publicidad, por supuesto, la pagaba ese pésimo presidente con la famosa partida secreta (aunque le irrite a Mauricio Funes que se le llame así). Él, Flores, fue el inventor de esa fuente de corrupción y de arbitrariedad en la disposición de fondos públicos. Arena gusta ahora de acusar de corrupción a los siguientes presidentes, pero olvida que, en el caso de que así fuera, Flores fue el que puso el instrumento de la partida secreta en manos del Ejecutivo. Y la usó corruptamente si por corrupción entendemos el hecho de pasar desde esa partida trescientos mil dólares a una ONG de apoyo a la niñez en cuya dirección figuraba su esposa. Pero la obra magna de Flores fue sin duda la dolarización. Otra medida que, como el invento de la mano dura, iba a traer inmensos beneficios al pueblo salvadoreño. Desde entonces, el país prácticamente no tiene crecimiento económico. Y aunque se pueden aducir diversas razones, no hay duda de que la dolarización entorpeció e impidió el desarrollo de políticas económicas anticrisis y encareció a El Salvador frente a la famosa inversión extranjera, que supuestamente iba a llegar en masa gracias a los dólares. Y al observar el crecimiento del envío de capitales salvadoreños a paraísos fiscales desde que se puso en funcionamiento la dolarización, no es disparatado pensar que hubo intereses deshonestos, al menos en algunos, en la implementación de la medida.

En el campo de los derechos humanos, de nuevo, el hombre se lució. De entrada, puso al frente de la PNC a alguien que no tenía el grado universitario que la ley exigía, y que por ello tuvo que conseguirlo a gran velocidad en una universidad a la que el mismo Gobierno acusaba de falta de registros académicos confiables. Ese flamante director de la Policía había dirigido la campaña radial del 11 de noviembre de 1989 con la que el Gobierno de entonces pretendía no solo atacar la ofensiva que ese día había iniciado la guerrilla, sino promover el asesinato de los que consideraba opositores políticos. En llamadas de micrófono abierto, cuidadosamente controladas, se pedía que se asesinara a los jesuitas de la UCA, a monseñor Rivera y a monseñor Rosa Chávez, entre otros supuestos opositores. Si a eso unimos el incumplimiento, justificado con frases despectivas, de las recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, tenemos el retrato de una persona abiertamente desdeñosa de los derechos humanos. Un presidente que se daba el lujo de salir del país en el helicóptero de los Poma sin pedir permiso a la Asamblea Legislativa, violando de ese modo la Constitución. Y que se quedaba tranquilo e impune cuando la población se enteraba de su salida ilegal al estropearse el helicóptero en el que viajaba.

Con asesores así no sabe uno el rumbo que puede tomar el país en caso de ganar el candidato Quijano. Primero tuvo como asesor de campaña a Julio Antonio Gamero, famoso como diputado porque, entre otras "travesuras", de los cinco guardaespaldas que tenía asignados, tres trabajaban a tiempo completo en su hacienda. Como si esas trampas fueran menores para conseguir el honor de dirigir y asesorar una campaña presidencial, se pasa ahora a un "travieso" de ligas mayores. Lo cierto es que no parece que se vaya a avanzar hacia el diálogo que se necesita. El Salvador no necesita confrontación, sino diálogo. Y aumentar la crispación de la campaña política no ayuda a que los tiempos próximos, que serán críticos, puedan enfrentarse con la debida capacidad de emprender proyectos de desarrollo común, aceptados por todos. Ciertos sectores de la empresa privada, siempre detrás de Arena, creen que pueden imponer su visión como proyecto nacional. Pero no será sacando joyitas del arcón de los recuerdos como lograrán un mejor diálogo interno en el país.

Lo más visitado
1
Anónimo
07/06/2013
14:34 pm
Valiente artículo de opinión. Certero.
0 0 0