La reciente lectura de la condena del genocida Efraín Ríos Montt produce alegría y sensación de victoria, pues la lucha por la verdad, la justicia y la reparación integral para las víctimas no conoce fronteras. Las víctimas de lo ocurrido en Guatemala están unidas con las de lo que pasó en El Salvador: las hermana el dolor del sufrimiento, pero también el coraje de hacer valer sus derechos legítimos. Con ese coraje, al igual que en Sudáfrica y en otras realidades similares ya superadas, han demostrado que su pasión e imaginación mueven a la compasión, la indignación y la acción eficaz, más allá de su propio entorno. Y así, con la solidaridad afectiva y efectiva de adentro y de afuera, las víctimas logran derrotar la barbarie que no solo incluye las prácticas sistemáticas de graves violaciones a derechos humanos, sino también la decisión de cubrirlas con el manto de la impunidad al decretar ilegales, inmorales e inaceptables amnistías.
Obviamente, la condena a Ríos Montt tendrá repercusiones. Guatemala ya no podrá ser la misma después de este fallo histórico, pues el suyo es el primer dictador latinoamericano declarado culpable de genocidio por un sistema interno de justicia; lo es por la matanza de casi dos mil ixiles y los abusos sexuales a los que fueron sometidas sus mujeres, entre otras graves violaciones de derechos humanos. Por la pretensión de destruir total o parcialmente a ese pueblo, le impusieron 50 años de prisión; por otros delitos contra la humanidad, 30.
Guatemala necesitaba sentar en el banquillo de los acusados a quienes ordenaron, financiaron y encubrieron las atrocidades. ¿Para qué? ¿Para abrir heridas? No, porque las heridas están abiertas en los cuerpos lacerados de las víctimas y en el doliente conjunto de la sociedad. ¿Para satisfacer deseos de venganza? No, porque lo que las víctimas buscan es paz personal, familiar, comunitaria y social, que solo llegan con la verdad y la justicia, y que le abren paso al perdón libre: sin condiciones, pero también sin imposiciones.
Por eso, Guatemala —hay que insistir— no será la misma después de la condena del más intocable de los intocables hasta hace poco tiempo. Con el fin del décimo tercer baktún, inició también un nuevo ciclo para el más pequeño de los pueblos mayas en esa tierra inmolada y para el resto de la sociedad chapina: el del fin de la impunidad. El fallo es un precedente trascendental y envía un mensaje claro y contundente: si se condenó a Ríos Montt, en adelante cualquier criminal de antes y después del conflicto interno puede ser llevado ante la justicia y condenado a pagar por sus fechorías.
La onda expansiva de ese tan cercano estallido de dignidad institucional y social no quedará dentro de las fronteras guatemaltecas. Alcanzará a sus vecinos; entre ellos, a las víctimas salvadoreñas de graves violaciones de derechos humanos, crímenes de guerra y delitos contra la humanidad, que han batallado por hacer realidad sus derechos a la verdad, la justicia y la reparación integral. Hace rato, los astros comenzaron a alinearse para eso con recomendaciones y sentencias de los órganos del sistema interamericano de protección y defensa de los derechos humanos, tanto de su Comisión como de su Corte.
Hasta ahora, lo esencial del contenido de las sentencias ha sido incumplido por el Estado salvadoreño, pero siguen siendo banderas de lucha en manos de las víctimas, que no cejan en su empeño de verlas acatadas a plenitud. A lo anterior se agregan los esfuerzos de las organizaciones sociales, tanto las integradas solo por víctimas como las que les ofrecen el manejo técnico y su experiencia en el litigio estratégico. Ambas expresiones de participación ciudadana en defensa de los derechos humanos han debido enfrentar la pretensión de imponer un perdón forzado y un olvido imposible de aceptar.
Contra viento y marea, las víctimas han insistido en llegar al buen puerto de una sociedad ecuánime, que no las discrimine negándoles lo que les corresponde sin más razón que la de proteger criminales. Así, en su empeño, hicieron realidad una de las recomendaciones de la Comisión de la Verdad que los firmantes de los Acuerdos de Paz obviaron: construir un monumento nacional en San Salvador con los nombres de todas las víctimas del conflicto identificadas. No lo hicieron el Gobierno ni la antigua insurgencia, pese a que se comprometieron a cumplir todo lo emanado de la Comisión. Lo erigieron las víctimas desde su dignidad, que las pone por encima de los interesados regateos políticos. También han solicitado y logrado exhumaciones en diversas partes del territorio nacional, han conmemorado aniversarios de masacres y organizado diversas actividades artísticas, culturales y otras enfiladas a aplicar justicia restaurativa, donde su creatividad le ha ganado la partida a la mezquindad de los poderes visibles y ocultos favorecidos hasta ahora con la impunidad.
Cabe mencionar, además, la permanente presentación de demandas en la Fiscalía General de la República para que se investigue y enjuicie a los responsables —inmediatos y mediatos— de las graves violaciones al derecho internacional de los derechos humanos y al derecho internacional humanitario, ocurridas antes y durante la guerra. Con este último esfuerzo, y después de lo acontecido en Guatemala, no hay más excusas para que el Estado salvadoreño siga postergando el cumplimiento de lo establecido en el primer artículo constitucional: que la persona humana sea el origen y el fin de su actividad, la cual debe encaminarse a "la consecución de la justicia, la seguridad y el bien común".
Si se pudo en el vecino país, ¿por qué no se va a poder en El Salvador? El inicio del fin de la impunidad allá (el baktún chapín) irremediablemente se dará acá, y la amnistía dejará de ocultar criminalidades a fin de evadir obligaciones estatales nacionales e internacionales en materia de derechos humanos. Lo que acaba de pasar allá ocurrirá acá, teniendo siempre presente lo dicho por José Martí: "Se pelea mientras hay por qué, ya que puso la naturaleza la necesidad de justicia en unas almas, y en otras la de desconocerla y ofenderla. Mientras la justicia no está conseguida, se pelea".