El éxito de lo superficial

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Una empresa de negocios privada, en situación de quiebra económica, ha tenido un notable éxito en El Salvador. Gozó además de la protección y propaganda del Estado. ¿Extraño? Para nada. Lo superficial suele tener éxito si va acompañado de propaganda. Miss Universo, la empresa en quiebra que exhibe muchachas bonitas en diversidad de ropajes, algunos ciertamente estrambóticos, sigue teniendo éxito cuando Gobiernos ansiosos de espectáculo la apoyan en el negocio de lo superficial. Y mientras los que pueden se sacan fotografías, algunos incluso tocándole las piernas a las jóvenes, estas se mantienen sonriendo porque el negocio les impide darle una bofetada al machista abusador.

La búsqueda de lo bello ha sido una tendencia universal en el género humano. Los cánones de belleza han sido muy diversos a lo largo de la historia. Y en el caso de la mujer, con frecuencia han sido impuestos desde concepciones machistas. En algunos momentos se ha acusado a los concursos de belleza de ser una variante más suave de la trata de blancas. En México se estrenó hace algunos años un serie titulada Señorita 89, que tras el glamour de los concursos de belleza mostraba tras bambalinas la tendencia a cosificar el cuerpo de la mujer, la imposición de modelos de belleza y la frecuencia del acoso sexual. Superficial y con luces de colores el espectáculo, oscuras las interioridades.

Pero la superficialidad da dinero y parece que eso es lo que importa. No faltan en el país personas que disfrutaría enormemente diciendo que la mujer más guapa del mundo y sexualmente atractiva es salvadoreña. Y emocionados con el éxito de lo superficial, olvidarían que la mujer sufre una plaga de acoso sexual en El Salvador, que trabaja más que los hombres, que tiene menos acceso a pensiones y que con frecuencia carga con el peso absoluto de sacar adelante a sus hijos. Al final, para quienes adoran lo superficial, lo importante es disfrutar con las luces, los trajes de baño y los colores con que una empresa privada viste y exhibe a muchachas bonitas.

El beato mártir Rutilio Grande solía organizar en Aguilares y El Paisnal la fiesta del maíz. Pupusas, riguas, tamales, atol y otras delicias se compartían con la multitud que celebraba la identidad cultural de los hombres y mujeres de maíz. Al final se elegía a la Reina del Maíz: la mujer que había elaborado y compartido los más ricos y diversos platillos derivados del elote. No llevaba traje de baño, sino delantal y pañuelo. Sudor en la frente en vez de cosméticos, y alegría verdadera, no fingida, por saberse custodia y promotora de la soberanía alimentaria de su tierra. No había superficialidad en ella, sino la realidad fuerte y honda de un pueblo que celebraba la vida y el compartir de la misma.

En El Salvador nos falta mucho todavía para llegar al pleno respeto de la igual dignidad y derechos de la mujer. No tiene sentido ético ni democrático priorizar los conceptos superficiales de empresas que hacen negocio cosificando a la mujer y al mismo tiempo olvidar las injusticias que la mujer padece: violaciones de niñas, embarazos adolescentes, acoso frecuente e injusta situación económica y social. Solucionar la injusticia de que las mujeres tengan menor acceso a pensiones, frenar el machismo, reconocer el trabajo en el hogar como un trabajo que merece retribución estatal al llegar a la ancianidad es mucho más importante que la alharaca superficial montada sobre un negocio quebrado con amplias sospechas de fiasco ético.

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