El “país de las maravillas” fugaces

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Rodolfo Cardenal
09/01/2025

En el centro de San Salvador se exteriorizó un país próspero y feliz, sonriente y alegre. Un país, según Bukele, en “paz, libertad, optimismo y esperanza”. Una producción de Casa Presidencial, impuesta en cadena nacional de radio y televisión, ratifica esa visión. Las muchedumbres, necesitadas de diversión, acudieron a presenciar un espectáculo que las dejó con la boca abierta.

Pero esos espacios maravillosos, inundados de luz y de música, no son todo el país. Muchos de los espectadores lo saben por experiencia propia. Acudieron para disfrutar de un paréntesis que les diera ánimo para continuar con la pesada carga que llevan sobre sus hombros. Tampoco la actividad presidencial de Bukele es toda la realidad nacional. El video reproduce lugares ya conocidos, cuidadosamente seleccionados, que exhiben a un Bukele deslumbrante. La construcción de esos espacios desplazó a miles de salvadoreños que se rebuscaban en sus calles y plazas, e ignoró a muchos otros que solicitaban desesperados una ayuda.

Las maravillas del país de Bukele no son para ellos, ni él se entretiene atendiendo sus peticiones. Los descartados no tienen tiempo para disfrutar de la diversión, porque encontrar el sustento diario los apremia. Tampoco la pueden pagar, porque a duras penas tienen para lo indispensable. Estos ciudadanos no tienen motivos ni ánimo para regocijarse con las creaciones presidenciales.

Pasadas las fiestas, apagadas las luces, silenciada la música y desmontadas las estructuras del espectáculo, la vida retorna a la rutina. Desvanecido el encanto, cabe preguntar si en este año recién comenzado Bukele dará pasos para que “el país feliz” sea de todos y de todos los días. O si seguirá siendo un montaje de fin de año para mantener vivas unas expectativas infundadas de una vida más desahogada.

La concreción de esas expectativas pasa por mejorar sustancialmente las condiciones materiales de la vida de las mayorías. El nivel y la calidad del vivir no entienden de mundos maravillosos, construidos artificiosamente para deslumbrar. La realidad económica no entiende de apariencias. La FAO ha colocado a El Salvador de Bukele en la lista mundial de los países con hambre. El año 2025 encuentra a la mitad de la población salvadoreña con dificultades para comer todos los días. El hambre es acompañada de una mayor degradación de los servicios sociales del Estado. Las resplandecientes clínicas del video presidencial son excepciones raras. Esa no es la realidad de la infraestructura de la salud pública actual.

La economía de El Salvador de Bukele es la que menos ha crecido en la región en los cinco últimos años, los mismos que lleva en el poder. El país importa bastante más de lo que exporta o produce. El astronómico déficit de la balanza comercial es cubierto, en gran medida, por las remesas de la diáspora. La iliquidez gubernamental es proverbial, así como el abandono de la educación y la salud. Las apuestas económicas de Bukele no han conseguido dinamizar el crecimiento económico. Primero fue el bitcoin. Después, el turismo del surf y los espectáculos. El último recurso es el despido masivo de empleados públicos y la reducción del gasto social, una “medicina amarga” para las mayorías, incluso para las que acudieron atraídas por “el país de las maravillas”.

La mina de oro que Bukele dice haber encontrado abandonada en el subsuelo se le antoja un regalo del cielo para su “milagro económico”. La cantidad de oro de la que habla es tan fabulosa que es materialmente imposible. Aparte la perversidad intrínseca de la minería metálica, el cuento del tesoro escondido no está respaldado por ningún estudio. Y si acaso este lo confirmara, su explotación y la riqueza que pueda generar no serán inmediatos. Además, nadie en sus cabales puede garantizar que redundará en prosperidad general ni que se distribuirá de forma equitativa. Igual que las apuestas anteriores, la riqueza está reservada al clan de la familia Bukele y sus socios.

Mientras tanto, el nivel de vida de las mayorías languidecerá aún más. El “país de las maravillas” de Bukele alimenta unas expectativas que se las prometen muy felices, pero que no se concretarán. El despertar de este profundo sueño será estremecedor. Una pequeña muestra del despabilamiento es la aplicación arbitraria de la legislación de tránsito reformada. Bukele no entiende de educar, sino de garrotear.

Los voceros más destacados del régimen, comenzado por Bukele, están ansiosos por “pasar a la historia”. Seguramente pasarán, la cuestión es cómo. Muchos otros en esa misma posición ya han pasado como prototipos de inhumanidad, de crueldad y de perversidad. No pueden esperar pasar de una manera diferente a la de “los mismos de siempre”, porque no solo hacen lo mismo que ellos hicieron, sino que incluso los superan.

 

* Rodolfo Cardenal, director del Centro Monseñor Romero.

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