El patio trasero de siempre

3
Rodolfo Cardenal
30/01/2025

Una llamada telefónica y una visita del secretario de Estado sustituyeron el encuentro personal de Bukele con Trump en la juramentación de este, que fue una celebración de la gloria, del triunfo y de la ambición. Y una oportunidad única pérdida para Bukele. Tal vez consideraron que no está a la altura de los libertarios, los autoritarios, los negacionistas y los milmillonarios amigos de Trump. Al parecer, “el dictador más cool del mundo mundial” no fue considerado digno. Tal vez hubo invitación, pero declinó asistir. Habría sido uno más entre los mandatarios de países más grandes y poderosos y, peor aún, un pobretón en medio de los grandes ricachones que rodean a Trump. En cualquier caso, la “reinvención” de El Salvador no es tan extraordinaria como para invitar a su autor a codearse con el poder capitalista de Estados Unidos.

La llamada telefónica tampoco parece haber sido muy grata. El silencio de este lado de la línea habla a gritos. En lugar de informar de su conversación con su supuesto amigo, Bukele anunció la condonación de abultadas multas de tráfico que ya estaban anuladas por fallos tecnológicos y se regodeó de su soledad en la cumbre de la popularidad global. La Casa Blanca, como es usual en esa clase de llamadas, informó escuetamente de los temas conversados. Trump elogió a Bukele por su liderazgo regional y su ejemplo para el resto del hemisferio. Si este se sintió halagado, debiera tener presente que, en julio del año pasado, durante la campaña electoral, lo criticó duramente por enviar criminales a Estados Unidos.

El elogio no era más que un simple trámite diplomático para comunicarle enseguida el papel que le había asignado en las deportaciones masivas. Su cometido es doble: contener la emigración de salvadoreños y recibir a los deportados de terceros países, incluidos los miembros de una organización criminal transnacional. Indudablemente, Bukele aceptó detener la emigración. Pero no podrá cumplir su palabra. La gente huye del terror estatal y urgida por la pobreza. Bukele no está dispuesto a prescindir de la herramienta de dominación más exitosa ni a velar por el bienestar de la ciudadanía. Al contrario, ahora la pobreza es más grande y más profunda. Las generaciones más jóvenes no tienen futuro en El Salvador de Bukele.

Tampoco está preparado para recibir a las decenas de miles de salvadoreños que Trump deporte. No hay albergue capaz de contener a tantos en condiciones aceptables ni programa de reinserción laboral, porque no hay empleo. La deportación masiva aumentará la presión sobre unos servicios sociales exhaustos, complicará aún más la vida de miles de familias que sobreviven de las remesas, reducirá el consumo con un impacto negativo en el comercio y la banca, y la escasez de dólares desestabilizará aún más las finanzas públicas.

El arribo de deportados de terceros países agudizará la crisis de sobrevivencia. Sin posibilidad de asilarse en Estados Unidos y sin poder retornar a sus países de origen, estos deportados permanecerán atrapados en El Salvador indefinidamente. Los etiquetados como terroristas o criminales serán recluidos en las cárceles de la dictadura. El panorama es preocupante y deprimente. El papel de Bukele en los planes de Trump pone en entredicho la reinvención del país.

El Salvador sigue siendo el patio trasero de Estados Unidos. Un espacio para abandonar a los latinoamericanos descartados por indeseables. Un vertedero humano. Trump aborrece el sur del río Bravo, excepto la Argentina de Milei. El país del café, del surf y de los volcanes será también el basurero de Trump con la complicidad de Bukele. La moneda de cambio, si la hay, es desconocida. Una cosa es segura, no favorecerá al país.

Las redes digitales de Bukele han dejado en evidencia su intrascendencia como líder y como gobernante. Los troles del oficialismo se han contentado con reproducir imágenes de encuentros pasados y con destacar el elogio de Trump a un liderazgo que no es reconocido en la región, excepto en la Costa Rica de Chávez, y a un modelo sin repercusión hemisférica, excepto en Milei. Disimulan mal su desconcierto.

Sorprendentemente, el Bukele abanderado de la soberanía nacional, que repitió innumerables veces que nadie le diría qué hacer y cómo hacerlo, se doblegó sin rechistar ante un Trump imperial. Su postura es tan entreguista como la del siglo pasado. Un baño de realidad nunca viene mal.

 

* Rodolfo Cardenal, director del Centro Monseñor Romero.

Lo más visitado
1
Lorena
30/01/2025
21:05 pm
Acertado analizis de la realidad nacional. Una mentira por mas que se repita indefinidamente no se convierte en una verdad, mucho menos cuando las personas realizan que el pais de las plataformas virtuales no coincide con su realidad. El pais necesita reivenciones estructurales profundas no cosmeticas. Si es cierto que ahora hay mejor seguridad en el pais que eso no sea el unico logro del gobierno
0 0 0