La confrontación entre el partido FMLN y el Gobierno del FMLN está empezando a producir errores gruesos. Con mayor dimensión mediática una y entre bambalinas la otra, nos ocuparemos hoy de las dos últimas confrontaciones, que no sólo enrarecen el ambiente político, sino que dejan prever un futuro profundamente incómodo si los miembros del partido y del Gobierno no reflexionan y empiezan a dialogar con mayor racionalidad y honestidad.
La primera confrontación, la mediática, se ha dado en torno al aumento de penas a los menores infractores de la ley. El FMLN no sólo ha votado a favor de la medida —contra el pensamiento del Ejecutivo—, sino que se ha unido a Arena para superar el veto presidencial. Un erróneo oportunismo político le ha conducido a dejarse llevar por el deseo de satisfacer la frustración ciudadana; piensan que la satisfacen con el endurecimiento de la ley del menor infractor. Llama poderosamente la atención esta actitud oportunista del FMLN cuando sus propios diputados, en legislaciones anteriores, han mantenido acertadamente que el problema del El Salvador no son las leyes, sino el mal funcionamiento de las instituciones y la altísima impunidad ante el delito, fruto de ese mismo mal funcionamiento de policías, fiscales y jueces. ¿Qué les pasa ahora a los diputados del FMLN? ¿Quieren quedar de inteligentes ante la ineficacia en el combate de la delincuencia de estos primeros meses de su gobierno? En vez de promover una legislación que mejore la institucionalidad de Policía, Fiscalía y judicatura, prefieren unirse a Arena en la posición tradicional de este último partido, que todo lo quería solucionar con leyes duras. Sólo falta que los productores de rumores de El Salvador, extraordinarios en inventar tonterías, digan ahora que tras la rumoreada alianza de Saca con Funes, se han unido con la misma pasión aliancista Medardo González y Cristiani para contrarrestarla.
La segunda confrontación, mucho menos mediática, es la que se produce entre el partido y el Presidente en torno al regreso de Honduras a la institucionalidad latinoamericana en general. Mauricio Funes ha insistido recientemente en la inclusión de Honduras en todos los foros americanos. Su partido ha dicho, en un tono poco mediático, que no está de acuerdo con el Presidente. Así como en el veto a la ampliación de penas tenía razón el mandatario, en el tema hondureño puede tener más razón el FMLN. Por supuesto, es lógico que Honduras vuelva a los foros latinoamericanos, pero no incondicionalmente. Pepe Lobo ha premiado a militares como Romeo Vázquez, quien encabezó el golpe de Estado en Honduras en favor de Micheletti; le ha nombrado nada menos que Presidente de Hondutel, la telefónica estatal que rige las telecomunicaciones en Honduras, una empresa ligada tradicionalmente a la corrupción y al enriquecimiento ilegal que ahora se pone como premio en manos de un militar golpista e inescrupuloso.
Ante esta situación, el presidente Mauricio Funes debería pedir la inclusión de Honduras en la OEA y demás foros, pero poniéndole al menos la condición de llevar adelante y con seriedad el compromiso de establecer una comisión de la verdad que informe y sugiera medidas en torno a las violaciones constitucionales y a derechos humanos acontecidas desde junio del año pasado hasta los primeros meses del Gobierno de Pepe Lobo. Las violaciones a la Constitución y a los derechos humanos no pueden quedar en el olvido cada vez que se quiere llegar a la solución de un conflicto grave, como lo fue el hondureño. Y en este contexto, el FMLN hace muy bien en oponerse a la petición de Mauricio Funes de reintegrar a Honduras a todos los foros, que públicamente aparece como incondicional.
Lo grave de todo este asunto es que ofrece públicamente un panorama de falta de diálogo entre el Presidente y su propio partido. En este doble conflicto, el Presidente aparece fiel en cuestiones internas a la legislación democrática de El Salvador, y plegado en exceso en la política internacional, especialmente en el caso hondureño, a los intereses de Washington. El FMLN, por su parte, aparece como más sensato en cuestiones de política exterior —aunque no sabemos exactamente su posición con respecto a Honduras—, pero mete la pata hasta el fondo en un tema nacional, propiciando junto con Arena la superación del veto presidencial al aumento de penas. Ni el liderazgo del Presidente puede convertirse en un vedetismo halagador de políticas ajenas a los intereses democráticos centroamericanos, ni la fuerza popular del partido FMLN puede seguir al vedetismo de unos cuantos diputados del partido que manipulan a sus compañeros y se enfrentan sin diálogo con el presidente Funes.
Si el FMLN quiere convertir su gobierno en éxito político duradero, tiene que mantener un diálogo interno mucho mayor que el que hasta ahora está teniendo. Los criminales, los gringos y Pepe Lobo deben estar encantados ante la división partido-Gobierno en El Salvador. Los criminales, porque una confrontación en el seno del partido en el poder le quita al Gobierno capacidad real de enfrentar la criminalidad. Los gringos, porque tienen ya un adalid en la política internacional que le ayude en la solución fácil del problema hondureño. Y Pepe Lobo, porque puede seguir premiando a corruptos y sepultando una vez más en la impunidad serias violaciones de derechos humanos. El problema está en que complacer a criminales, a políticas imperiales y a corruptos no conduce ni al prestigio personal ni al buen gobierno de El Salvador. Y la gente que votó al FMLN quiere un gobierno exitoso, con capacidad de diálogo interno y externo, y con racionalidad crítica frente a la realidad. Decepcionar a sus votantes es la mejor manera de convertir al gobierno del cambio en el gobierno del continuismo. Ciertamente, Arena hubiera apoyado a Pepe Lobo incondicionalmente y hubiera aumentado las penas lo más posible si estuviera en el poder, y no se hubiera peleado internamente por esas cuestiones. En este sentido, el FMLN nos estaría ofreciendo un continuismo de peor calidad que el de Arena, porque al menos el partido de derecha haría lo mismo sin pleito interno visible. Dialogar más entre sí es un reto que, así como van las cosas, se ha vuelto clave tanto para el Gobierno como para el FMLN. Ojalá el Frente no tenga que esperar a las elecciones de diputados para darse cuenta de ello.