Ha salido recientemente un informe que evalúa a nivel mundial la calidad del Estado de derecho en 142 países en 2024. La fundación que lo presenta se llama Proyecto de Justicia Mundial y viene estudiando la cuestión desde 2015. El Salvador aparece en este ranking en la pobre y deficiente posición 111 de 142 países evaluados. Revisando los aspectos que se evalúan para determinar la situación de cada país, se puede advertir que El Salvador aparece en la posición 78 en términos de orden y seguridad, pero ocupa la 140 (la antepenúltima) en lo relativo a justicia penal. En lo que respecta a justicia civil, aparece en posición 85, por encima de países como Panamá, México y Colombia, y 50 puestos arriba de Guatemala. Si acudimos a otros elementos de la evaluación se advierte de nuevo la irregularidad en las posiciones. En derechos fundamentales, aparecemos en posición de nuevo triste: 117; mientras que en cumplimiento normativo estamos en posición 80. En controles del poder ejecutivo, retrocedemos hacia los últimos puestos, quedando en la posición 120.
Estos números nos demuestran algo lamentable, que si hubiera voluntad política se podría corregir. En efecto, si de parte del poder ejecutivo hubiera mejores políticas en justicia penal, en la división e independencia de poderes, y en el respeto a los derechos básicos, estaríamos claramente en una posición mucho mejor. El Salvador tiene la capacidad y los medios suficientes para estar en una posición más decente. Pero el Ejecutivo ha implementado e impuesto una serie de políticas autoritarias que nos hacen quedar en los rankings internacionales en posiciones cada vez más degradadas. La propaganda y los relatos en las redes, junto con algunos logros gubernamentales, pueden conseguir el apoyo popular. Pero el hecho de que los logros se encuentren manchados y oscurecidos por la debilidad de las instituciones y por la fragilidad de nuestro Estado de derecho nos mantendrá inevitablemente en una situación de deterioro progresivo. Solamente se podrá recuperar posiciones de respeto internacional en los ranking si el Ejecutivo cambia sus políticas y se abre a la transparencia, al respeto a las leyes y al diálogo con la sociedad civil.
Y en esto de los rankings, no sirve echar las culpas a otros ni decir que no importa lo que piensen alguna fundaciones. La inversión extrajera que tanto se desea no acude donde las instituciones tienen problemas graves. Y los rankings evidencian situaciones que la propaganda no puede disimular. El hecho de que Honduras y Nicaragua estén por debajo de nosotros no puede servir de consuelo, como tampoco vale pensar que la popularidad es eterna. El Salvador puede terminar cayendo en una grave crisis si se debilitan aspectos fundamentales como la vocación democrática, el respeto a las leyes y a los derechos de las personas, la transparencia y el acceso a la información pública, la justicia y los mecanismos institucionales de control del poder. La crítica externa no es fruto de la enemistad con un gobierno determinado, sino advertencia de que el rumbo que se sigue no es el adecuado para crecer como país. Escuchar la crítica interna es la mejor manera de buscar caminos que realmente nos conduzcan a superar nuestras debilidades y hacia un desarrollo realmente humano.