Gloria y Mauricio: dos nombres, una historia

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Benjamín Cuéllar
21/06/2014

Apenas iniciado el segundo período presidencial de Arena, encabezado por Armando Calderón Sol, uno de los diarios de más circulación publicó una sugestiva fotografía en la portada de un suplemento especial. Era el 10 de junio de 1994, una semana antes de la celebración del Día del Padre. La imagen de un sonriente bebé aparecía en lo alto, alzado por su padre, que lo sostenía luciendo una cara radiante de felicidad. Esa cara iluminada, que veía en su hijo un futuro promisorio, era la de un joven profesional radicado en territorio estadounidense, pero deseoso de que su primogénito naciera en El Salvador; era la de Ramón Mauricio García Prieto Giralt.

Así amaba él a su patria. La veía con esperanza después del fin de la guerra; la veía democrática, respetuosa de los derechos humanos y en paz. Igual que su hijo, quería que creciera para bien. Pero Ramón Mauricio no pudo ver crecer a su hijo ni a su patria. Al primero no lo vio convertirse en un joven, ahora de veinte años, porque en la tarde de ese fatídico día (el mismo en que apareció en el periódico) fue asesinado. A la segunda tampoco la vio llegar a ser lo que han querido vender, oficialmente, todos los Gobiernos de la posguerra. En El Salvador, la democracia no existe (mucho menos en los partidos políticos); los derechos humanos, sobre todo a la vida y a la justicia, son quimeras; la paz solo se disfruta arriba y afuera de una realidad lacerante para las mayorías populares.

Ese 10 de junio, un escuadrón de la muerte le arrebató la vida a este padre de familia y comenzó el cambio en las vidas de Gloria y Mauricio, madre y padre de la víctima fatal. Sin imaginarlo entonces, ese terrible crimen los convirtió en protagonistas de primera línea en la lucha contra una impunidad de nuevo cuño. Ya no la que encubría a los autores de las atrocidades cometidas antes y durante la guerra, mediante la burda anulación de las instituciones encargadas de investigarlas y sancionar a los responsables. Se trataba de una impunidad que seguía protegiendo a los criminales poderosos, pero con el discurso y la marca de "nuevas instituciones" en un "nuevo El Salvador".

Gloria y Mauricio comenzaron a tocar puertas. Primero, la del entonces arzobispo de San Salvador; luego, la del Idhuca. Fue monseñor Arturo Rivera y Damas quien les dijo, por primera vez, que ese crimen no era delincuencia común. Mientras tanto, estaba en su último hervor el informe del Grupo Conjunto para la Investigación de Grupos Armados Ilegales con Motivación Política. Ese documento, publicado en julio de 1994, fue el resultado del difícil cumplimiento de una recomendación de la Comisión de la Verdad: investigar de inmediato y a fondo a los escuadrones de la muerte, cuyo accionar impune lo ubicó dicha Comisión entre los "instrumentos más atroces de la violencia que conmovió al país durante los últimos años".

Esa maquinaria criminal, organizada y financiada por poderes formales y reales, no se desmanteló tras el fin de los combates; tampoco después del informe del Grupo Conjunto, pese a sus advertencias sobre el evidente proceso de mutación de los escuadrones de la muerte —sin mencionarlos así—, en medio de una situación de violencia más compleja y sofisticada que la imperante antes de acabar el conflicto armado. Para este ente, la "guerra sucia" impulsada como parte del terrorismo de Estado era más "transparente y simple".

En ese entorno y tras una serie de asesinatos motivados políticamente en 1993, en medio del proselitismo propio de las llamadas "elecciones del siglo", uno de esos escuadrones se encargó de golpear a la familia García Prieto Giralt. La golpeó, sí, y muy fuerte; pero no logró que Gloria y Mauricio se achicaran. Al contrario, crecieron. Su dolor se convirtió en fuente fecunda de fortaleza y valentía para enfrentar a los monstruos individuales e institucionales que viven y se lucran con la violencia que generan y la impunidad que los protege. ¿Por qué afirmar con tanta convicción y contundencia que fue un escuadrón de la muerte el que cumplió la orden de matar a Ramón Mauricio? Por múltiples razones, que se sintetizan en las conclusiones preliminares de una investigación que Onusal, la Misión de Observadores de Naciones Unidas en El Salvador, inició el 28 de julio de 1994, tras recibir la denuncia de Gloria y Mauricio.

Según la Misión, detrás del asesinato de Ramón Mauricio no hubo causas políticas. Sin embargo, lo consumaron individuos relacionados con aparatos estatales de seguridad y agentes de los mismos que, además, participaron en la ejecución de Francisco Velis Castellanos en octubre de 1993. Velis era un antiguo comandante guerrillero y dirigente del entonces principal partido de oposición, el FMLN. Onusal denunció que la "lentitud y el uso constante de ‘fuentes confidenciales’ en la investigación del asesinato del señor García Prieto, aun siendo una constante en la DIC, obedecería a un posible intento de desviar las investigaciones, impidiendo conocer a los verdaderos implicados en el caso".

Cabe aclarar que la DIC era la División de Investigación Criminal de la bisoña Policía Nacional Civil, que a partir del caso García Prieto comenzó a sacar las uñas. Esas uñas siniestras estaban detrás de una corporación policial que prometía mucho en el papel de los Acuerdos de Paz. Pero, en la práctica, la fueron desfigurando los que la tomaron en sus manos desde su nacimiento: firmantes de una paz solo para los guerreros y los guerreros comisionados para desnaturalizar el cumplimiento de los compromisos que pactaron.

A veinte años de su tragedia, Gloria y Mauricio han logrado atesorar una dignidad que ha hecho mucho bien al país; lo ha conseguido su larga y valiente lucha contra la impunidad. El primer logro fue haber comenzado a develar el verdadero rostro que, en esa época, se escondía bajo el maquillaje del afamado proceso de pacificación salvadoreño y cuyo retrato hablado apareció en el informe del Grupo Conjunto que investigó a los escuadrones de la muerte.

El segundo tiene el nombre de otras familias, que, al ver el ejemplo de Gloria y Mauricio, no agacharon la cabeza y consiguieron éxitos parciales o totales en sus esfuerzos por alcanzar verdad y justicia. Casos como los de William Gaytán y Adriano Vilanova, jóvenes asesinados también por agentes policiales, fueron acompañados por el Idhuca a pedido del padre del primero y la madre del segundo, que conocieron el apoyo dado a Gloria y Mauricio. Esta pareja emblemática también señaló el camino a los familiares de Katya Miranda y del cadete Érick Mauricio Peña Carmona.

Además, en la Corte Interamericana de Derechos Humanos, Gloria y Mauricio sentaron en el banquillo de los acusados a un Estado que protege a poderosos criminales al renunciar a investigarlos. Y en noviembre de 2007, lograron su condena inapelable, que lo obliga a investigar a todos los responsables, materiales e intelectuales, y sancionarlos como es debido. Pese a que tanto Antonio Saca como Mauricio Funes evadieron cumplir la sentencia, la impunidad no ha triunfado. Gloria y Mauricio seguirán demandándole al actual jefe de Estado, Salvador Sánchez Cerén, hacer lo que no se hizo antes: cumplir plenamente la sentencia de la Corte Interamericana. Por último, el autor intelectual del asesinato de Ramón Mauricio, que no ha sido investigado, debió abandonar sus aspiraciones políticas y no pasará a la historia como referente de paz. Gracias, pues, Gloria y Mauricio.

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Anónimo
01/06/2015
12:04 pm
AHHH, Por eso el autor individual hoy es diputado en esta asamblea 2015. Se hizo todo lo posible porque quedara. Solo valdra un antejuicio
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