La popularidad del Presidente

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Viendo los problemas por los que El Salvador pasa, es normal que nos preguntemos el porqué de la popularidad del presidente Funes. La encuesta de la UCA nos da una serie de datos que nos ayudan a entender este fenómeno social. Porque popularidad sigue teniendo en todas las encuestas, aunque haya bajado un poco. Desde estas líneas trataremos de analizar brevemente —el espacio no da para más— tanto por qué ha bajado como por qué se mantiene alta.

La bajada de popularidad ha sido pequeña. Pero un poco más grande de lo que se piensa, porque ha bajado en los últimos meses de su gobierno, no a lo largo de todo el año. En efecto, la popularidad de Mauricio Funes subió o se mantuvo en los mismos altos niveles a lo largo de los primeros seis meses de su gestión. La bajada en la nota ha sido de cuatro décimas con respecto a la obtenida en los cien primeros días de su gobierno. Pero todavía durante algunos meses más su popularidad siguió subiendo. Nos encontramos así con una reversión de la tendencia en los últimos meses del año y, por consiguiente, con un descenso más notable de lo que parece a primera vista.

Los dos elementos clave que explican la reversión de la tendencia son los siguientes: en primer lugar, la lentitud (o la percepción de lentitud) con la que se ha enfrentado la crisis de seguridad y económica. La gente valora lo concreto, y tanto la violencia como la economía aprietan en el día a día. Los ministerios de Educación y de Salud salen como los mejor evaluados precisamente porque han tenido más presencia, porque se les ha visto actuar con vacunas, uniformes, etc. El hecho de que en aspectos tan graves como la delincuencia o la economía hay pocas, muy débiles o ninguna respuesta, empuja la popularidad a la baja.

El segundo elemento es el pleito del Ejecutivo con el FMLN. Todavía hoy son los militantes y partidarios del FMLN los que mejor valoran y puntúan al presidente Funes. Pero entre estos la puntuación va bajando al contemplar los dimes y diretes, algunos de ellos excesivamente agresivos, que se dan entre el Ejecutivo y algunos significativos miembros del FMLN. La relativa buena puntuación que le dan a Funes los sectores que se alegran de este tipo de enfrentamientos proviene generalmente de estratos de la población de clase económica alta y son numéricamente poco significativos. Por tanto, si se sigue perdiendo el apoyo de los partidarios del FMLN, la tendencia puede continuar inclinándose a la baja.

Sin embargo, lo decíamos al principio, la calificación del presidente Funes sigue siendo muy alta. Para mucha gente el cambio de Gobierno ha sido bueno en sí mismo. Después de veinte años de fracaso continuado en la solución de los problemas económicos y sociales del país, la gente ve el cambio simple y sencillamente como bueno. Y eso le da esperanza, aunque todavía no se noten en su conjunto y con claridad muchos de los cambios predicados en la campaña. No se puede pretender que a la gente se le borre la memoria en un año. Y veinte años de mal gobierno, aunque un tango diga que no es nada, es mucho para la mayoría de la población.

El presidente Funes, además, sigue siendo una persona a la que se le atribuyen cualidades y capacidad. Su participación en negociaciones estancadas, en torno a los nombramientos en la Corte Suprema y otros puestos públicos, le ha granjeado simpatías. Lo mismo que el mostrar personalidad y sensatez en política internacional. Su apoyo decidido al recuerdo de monseñor Romero, la condecoración póstuma a los jesuitas, su sensibilidad ante la barbarie del pasado ofrece una perspectiva diferente, después de veinte años de prepotencia y desprecio frente a las víctimas. Aunado a lo anterior, el Presidente no ha tenido frente a su fuerte presencia política un líder de la oposición que despertara más esperanzas que él. Arena, aunque siga siendo el segundo partido en el país, ha quedado muy deteriorada por su crisis interna, mucho más fuerte e intensa que los pleitos entre el Presidente y su partido. El haber acudido a liderazgos envejecidos y desprestigiados para salir de la crisis tampoco le ha beneficiado. Hoy por hoy, la gente tiene más confianza en Mauricio Funes que en Alfredo Cristiani. Y mejor ni hablar de Ciro Cruz. El conjunto de la población sabe también que es difícil enfrentar tanto el problema económico como el de la delincuencia. Acostumbrada a la ineficacia de Arena en el campo del desarrollo, prefiere darle el privilegio de la duda al FMLN y su Gobierno.

Las encuestas reflejan un momento de la vida nacional. Pero como en todo organismo vivo, individual y social, los cambios son frecuentes. El empobrecimiento económico y la violencia que no cede son dos factores muy importantes en la evolución y cambio de la opinión pública y su percepción de la valía de los políticos.

También pesan los liderazgos personales, el modo de enfrentar los problemas, el propio cultivo de la imagen personal de los funcionarios y del Presidente en particular. No se puede contestar hoy la pregunta de por cuánto tiempo se dará el privilegio de la duda o se mantendrá la confianza en que se echarán a andar los cambios que el país necesita. Pero, ciertamente, si el actual Gobierno quiere revertir la tendencia a la baja en la popularidad de su titular, debe tener resultados más patentes en el combate a la violencia-delincuencia y empezar a mostrar resultados en el despegue de la economía y en el aumento de la inversión social. Y debe también moderar los enfrentamientos públicos entre el FMLN y el líder del Ejecutivo. Algunas coyunturas, como la relativamente rápida respuesta a la emergencia de Ágatha y el mejor manejo de la prevención, pueden implicar mejoras momentáneas. Pero si continúan los problemas sin respuestas adecuadas, y si persisten los pleitos entre partido y presidencia, la tónica, muy probablemente, continuará a la baja.

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