La profundización del presidente en los hechos del 1 de mayo no consigue dar con un argumento comprensible. La teoría presidencial sostiene que el país, al igual que todos los países del continente, incluido Estados Unidos, son fincas, dirigidas por gerentes, administradas por capataces y protegidas por “un aparato ideológico que controla los paradigmas, la ‘opinión’ e incluso buena parte del periodismo y la academia”. Ese aparato ideológico es tan poderoso que en las fincas “nada cambia nunca”. Sin embargo, “el cambio” es posible, prueba de ello es El Salvador de Bukele. Según su tesis, “la némesis” de la finca son los conceptos “verdaderos” de democracia, libertad, soberanía e independencia. “Ahí [los gerentes y los capataces] quedan sin argumentos, porque no pueden atacar con coherencia”.
Así, pues, la destrucción de la finca y el nacimiento del nuevo orden, liderado por el presidente, constituyen una cuestión conceptual. “Cada pueblo debe luchar por lograr el significado real de cada uno de esos términos”, para lo cual “debe desmontar las ‘fincas’, despedir a los ‘capataces’, quitar la máscara de la hipocresía con la que nos engañan y establecer verdaderas democracias”. En esto consiste el empeño de Bukele. “Suena difícil”, pero no solo “los estamos derrotando”, sino que el éxito ha desconcertado a la comunidad internacional; “no es que teman por El Salvador, a lo que temen es al poder del ejemplo, temen a que pase en sus fincas”.
Comparar la realidad actual con la finca de la oligarquía terrateniente de agroexportación es arbitrario y demuestra falta de conocimiento histórico. Esa forma de explotación desapareció con la guerra. El capitalismo neoliberal, introducido por Arena y preservado por el FMLN, implica una forma de explotación diferente, donde predominan las corporaciones transnacionales y el capital financiero. El interés corporativo y financiero prevalece sobre el interés común con la colaboración activa del Estado, que les otorga privilegios y tolera la corrupción. El ritmo de la acumulación capitalista neoliberal solo es posible por la complicidad del Estado. Contrario a las apariencias, la tesis presidencial no es radical, presupone un pasado inexistente, mientras ignora el presente.
No obstante, la mayor debilidad de la tesis de la finca es que la contradicción entre los conceptos de democracia y libertad y la realidad es aplicable también al régimen implantado por los Bukele. Los datos no permiten definir su gestión de la cosa pública como democrática y libre. Al contrario, hoy hay menos democracia y menos libertad que en las épocas de Arena y del FMLN. El presidente cae en la misma incoherencia que achaca a sus enemigos. No se trata de definir unos conceptos que, por otro lado, “están en todos los diccionarios”, tal como reconoce el mismo Bukele, sino de realidades. La verdad del concepto no se verifica en su formulación teórica, sino en su actualidad práctica. La verdad de la democracia y la libertad de las que habla Bukele se constata en la confrontación con la realidad. Una prueba que no logran superar.
La tesis presidencial contiene una revelación sorprendente y, sin duda, irreflexiva. Bukele atribuye a “la SIP, [a] los conglomerados mediáticos y [a] algunos ‘gobiernos de países amigos’” funciones de “verdadera ‘cancillería’”, porque “controlan lo que emana […] hacia fuera, lo que se lee en los medios internacionales”. El mandatario reconoce así el fracaso de su propia cancillería y de su cuerpo diplomático, de los cabilderos contratados en Washington y de su propio aparato mediático. Sorprendentemente, Bukele admite haber perdido la batalla por controlar la información que circula en el exterior. La enorme inversión en cabilderos, plumas y medios de difusión no ha podido con los tenebrosos poderes maléficos a los que atribuye su derrota. El victimismo presidencial deja mal paradas a la competencia y la dignidad presidencial.
En realidad, el desafío no proviene de los medios de comunicación, ni de la comunidad internacional, ni de poderes oscuros, sino de la realidad. En el interior, el mandatario cuenta aún con un apoyo popular significativo; pero fuera de las fronteras nacionales, su discurso no ha sido recibido. El fracaso de su cancillería y de sus agentes es el triunfo de la realidad. Si la tesis de la finca es su mejor argumento para convencer a la comunidad internacional del acierto del orden implantado desde el 1 de mayo, comparar a las naciones ahí representadas con el latifundio oligárquico salvadoreño es muy poco diplomático, incluso insultante. Washington ya ha suspendido la asistencia financiera a las instituciones estatales. En su desasosiego, el mandatario parece pensar que su ejemplo aterra a la comunidad internacional, cuando, en realidad, esta repudia su dictadura. Bukele y sus hermanos han vuelto a cometer un grave error de cálculo político. La ligereza y la superficialidad hacen que el discurso presidencial caiga en contradicciones y en sorprendentes confesiones no pretendidas.
* Rodolfo Cardenal, director del Centro Monseñor Romero.