Mismo camino, mismo destino

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Idhuca
15/09/2010

Tres días sin transporte público; setenta y dos horas en las cuales, a la fuerza, la gente superó temores y se rebuscó para trabajar; los comercios y las escuelas cerraron temprano. Hace unos meses, un solo mensaje en Internet que algunos medios publicaron paralizó al país. Y ahora, de nuevo, lo pararon unas hojas volantes y los buses que no circularon. Y es que después de ver cómo un grupo criminal incineró una unidad con todo y sus ocupantes, de enterarse que una niña fue asesinada y desmembrada, de lidiar con las extorsiones... cualquier persona tiene miedo.

Eso ocurre sin que las instituciones estatales puedan evitarlo. Y cómo no, si los partidos políticos se han encargado de debilitarlas. Por eso, la Fiscalía General de la República ha sido incapaz de investigar a todos los criminales y reducir la impunidad; por eso, la Policía Nacional Civil aún no logra enfrentar con éxito a las pandillas y la delincuencia organizada; por eso, las prisiones rebalsan y son guaridas donde los maleantes planifican y ordenan extorsionar, asesinar y secuestrar. Así, ¿cómo sentir tranquilidad?

Ante eso, ¿será la solución una ley que declare ilegal y "prohíba" las maras y otros grupos delictivos? ¿Nos dará seguridad? Es una necedad insistir en producir normas para resolver graves problemas sociales; también lo es repetir políticas de mano dura tras haberlas criticado antes. Las disposiciones legales aprobadas hace poco las aplicará la misma Fiscalía y no otra; la misma que ha sido inepta para investigar. También lo hará la misma Policía carente de recursos y desacreditada ante los ojos de la población. ¿Es razonable pensar que habrá otro resultado sólo porque hay un nuevo decreto?

Y en medio de todo, ya comenzaron a asomar con mayor claridad los tentáculos del narcotráfico en el país. Los barriles desenterrados, llenos de dólares, demuestran que el dinero mal habido y la droga atraviesan nuestras fronteras y circulan por las carreteras Panamericana y del Litoral; que se pasean sin mayores problemas por las costas nacionales. Esas bandas no operan solas; se infiltran en el Estado para conseguir información y recursos. Pudren las instituciones. Por eso, aunque digno de aplauso, es excepcional el golpe dado a esa criminalidad con el millonario decomiso reciente. ¿Capturarán las autoridades a los peces gordos o se conformarán sólo con escuálidos chimbolos?

Urge, entonces, un enfoque integral para enfrentar tan grande problema. El país está ante la amenaza cierta de terminar arrodillado ante esas poderosas mafias. Se requieren, pues, iniciativas inteligentes y creativas, que superen las fracasadas manos duras. Porque el mismo camino nos llevará al mismo destino. Las manos y las mentes unidas de toda la sociedad sí pueden corregir el rumbo.

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