Multimillonarios al rescate del “milagro económico”

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Rodolfo Cardenal
27/02/2025

Si El Salvador de Bukele “ha dado grandes pasos para eliminar los frenos a la inversión y las excesivas regulaciones, que solo obstaculizan el emprendimiento y ralentizan la economía”, por qué esa inversión, en lugar de aumentar, tiende a disminuir. En 2023, la diferencia entre El Salvador, en el último lugar, y Honduras, en el penúltimo, fue de más de 300 millones de dólares a favor del segundo. Y en los primeros nueve meses de 2024, atrajo el 27 por ciento menos de inversión que en el mismo período de 2023. Es la misma duda que suscita la seguridad: si el país es tan seguro, cuál es la razón del régimen de excepción o por qué Bukele se desplaza como si estuviera en zona de guerra.

En un movimiento desesperado, Bukele coqueteó con multimillonarios latinoamericanos para que se hagan cargo de dinamizar su derrengada economía. En un suntuoso banquete, en un encuentro con todo el grupo y en audiencias privadas les habló de las libertades que concede a las empresas, de la infraestructura que ha levantado y de la legalidad del bitcoin. Sin embargo, no les dijo que la seguridad jurídica es inexistente, porque la única ley del país es su voluntad. Tampoco les mencionó que no esperaran información sólida sobre la actividad gubernamental, un elemento fundamental de la inseguridad jurídica. La corrupción no era necesario mencionarla, porque los capitales de la mayoría de sus invitados no son un ejemplo de honestidad. Los multimillonarios muy rara vez lo son.

Uno de los aliados principales de Bukele en la apuesta por las criptomonedas experimentó en carne propia la inseguridad jurídica, la falta de transparencia y la volatibilidad gubernamental. Él y otros criptobros, atraídos por la promesa de riqueza fácil y abundante, se trasladaron al país e invirtieron en el negocio, hasta que, intempestivamente, Bukele modificó la legislación y los dejó desprotegidos. No les avisó del cambio ni les dio explicación. No es cierto, pues, tal como aseguró a sus huéspedes, que sus inversiones estarán seguras. Eso depende de sus intereses personales.

El historial de Bukele aconseja desconfiar. Antes reprobó la dolarización, ahora el dólar es estabilidad; antes se declaró de izquierda, ahora es de derecha; antes dijo ser socialista, ahora es capitalista neoliberal; antes se puso del lado del venado contra el tigre, ahora está con el tigre y en contra del venado; antes se identificó con la causa los pobres, ahora con la de los multimillonarios. Se pronunció por un país capitalista radicalmente neoliberal. Los vaivenes de Bukele son mucho más peligrosos que la vacilación de Colombia ante Trump, que irónicamente atribuyó a dos tragos de más de su presidente.

La presentación del país fue encantadora, pero anecdótica. Cuando le preguntaron por el plan económico de largo plazo, Bukele se perdió en vaguedades. En realidad, no tiene ningún plan. Gobierna a salto de mata. Fue incapaz de proporcionar a sus huéspedes una visión articulada de la realidad nacional y de sus posibilidades reales. Lo más concreto de su cuento es que quiere hacer del país otro Singapur u otros Emiratos Árabes Unidos. Se contentó con informarles que sus inversiones gozarían de toda clase de facilidades y, de paso, les relató sus avatares y su inventiva para erradicar a las pandillas e imponer la dictadura. Muchos de sus invitados lo escucharon con la boca abierta, deslumbrados por su desenvoltura.

La apuesta económica de Bukele es clara: entregar el país a los multimillonarios para que produzcan lo que llama “el milagro económico”, pues él no tiene cómo realizarlo. El encuentro fue una demostración de cercanía, de simpatía y de sonrisas cómplices. Incluso respondió a sus preguntas y no faltó la sesión de fotografías y selfis. Bukele no escatimó gastos, tiempo y esfuerzo con tal de engatusarlos para que le salven la economía y, de paso, también su dictadura.

Se solazó entre los multimillonarios y no tuvo pudor en mostrárselo al país, en una cadena nacional de más de una hora de duración. Codearse con multimillonarios boquiabiertos es haber alcanzado la cumbre del prestigio y del poder. Sus seguidores locales contemplaron orgullos y satisfechos cómo los multimillonarios trataron a Bukele como un igual. Sin embargo, la riqueza no es un criterio confiable de virtud o sabiduría, porque siempre es arbitraria y, por lo general, encierra injusticias clamorosas.

Uno de los mitos más antiguos sostiene que los ricos y los poderosos salvan al mundo del desastre inminente. Pero la historia demuestra que no son confiables. Aprovechan su posición para promover sus riquezas y su poder a costa de los demás. El ascenso de los ricos significa la profundización de la desigualdad, la agudización de las divisiones sociales y la destrucción de la creación.

 

* Rodolfo Cardenal, director del Centro Monseñor Romero.

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