Estamos terminando la campaña electoral y tenemos muy próximas ya las elecciones. La violencia verbal ha crecido y la polarización quedará como la mayor herida y herencia de esta campaña. Aunque no son los máximos responsables de los mensajes publicitarios, los dos candidatos, Mauricio Funes y Rodrigo Ávila, tienen la obligación moral, antes de que termine este tiempo preelectoral, de dar un mensaje conjunto al país. Un mensaje que frene el ambiente polarizante, que devuelva la confianza en una democracia pluralista y que despierte el deseo de trabajar juntos por el bien común del país. Deben hacerlo ambos, no por separado, y ante representantes de la sociedad civil que de alguna manera sean garantes de lo que se diga.
Las iglesias, los medios de comunicación, la Procuraduría de Derechos Humanos, las universidades son algunos de los sectores de la sociedad civil que tienen mayor aprecio de la población y que muestran mayor índice de confiabilidad en la opinión ciudadana. Podrían ser ellos los que estuvieran presentes en un acto común, en el que los dos candidatos renovaran su fe en la democracia pluralista y participativa, tan golpeada por una campaña rica en insultos y en descalificaciones.
El contenido de ese mensaje conjunto debe abordar, con brevedad pero con seriedad, los siguientes compromisos: voluntad de trabajar juntos en la erradicación de la pobreza y de cooperar en todo lo que claramente conduzca hacia dicha dirección; acuerdo de trabajar juntos en el fortalecimiento de las instituciones democráticas, promoviendo un diálogo nacional al respecto; y mejoramiento responsable y acelerado de las redes de protección social de El Salvador. Un acuerdo sobre un trabajo común en esos tres puntos rompería, o al menos reduciría, si se lleva a cabo antes de las elecciones, el fuerte impacto polarizante que ha tenido la campaña.
La lucha contra la pobreza y la eliminación de la misma es uno de los objetivos que todos y todas las salvadoreñas debemos cargar como fundamental para nuestro país. Aunque según algunas mediciones basadas en el costo de la canasta alimenticia la pobreza se ha reducido en el Salvador, todavía hay un ochenta por ciento de la población que tiene limitaciones de algún tipo, algunas muy graves, en lo que el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo llama trabajo con salario decente. Una situación como la descrita, unida a la situación de crisis que ya ha comenzado y que se prevé empeorará, no augura nada bueno si no se enfrenta con decisión y unidad de criterios.
El fortalecimiento de las instituciones democráticas es imperativo. Aunque en el acuerdo entre ambos candidatos no tengan que mencionar las instituciones concretas, diversos sectores de la sociedad civil, incluso de diferentes signos ideológicos, han venido insistiendo en la necesidad de revisar el funcionamiento del Tribunal Supremo Electoral, de la Corte de Cuentas y de otras instituciones del Estado. El fortalecimiento de las instituciones democráticas es una tarea indispensable para mejorar la cohesión social salvadoreña y la confianza en el propio funcionamiento democrático.
El mejoramiento sistemático de las redes de protección social que benefician al pueblo salvadoreño es una responsabilidad ineludible si queremos hablar de desarrollo económico y social. Sólo un pueblo que tiene cubiertas sus necesidades de educación, salud, vivienda digna y pensiones accede a un verdadero desarrollo en el que se juntan la convivencia pacífica y la autorrealización de las personas.
La polarización y los riesgos de ingobernabilidad disminuirían sustancialmente si estos temas, que son de importancia vital para El Salvador, son proclamados como parte de una visión común, y considerados como la base de futuros acuerdos de gobernabilidad y desarrollo por los dos partidos mayoritarios y sus candidatos presidenciales. Si eso no lo hacemos ahora, después de las elecciones será más difícil. Los triunfos pueden traer prepotencia y las derrotas, resentimiento. Será muy fácil encontrar excusas para no trabajar juntos, bien en una campaña que ha sido dura y despiadada, o bien en las irregularidades que sin duda habrá en las próximas elecciones. Hablar ahora, antes de que empiece el tiempo de silencio previo a la elección, llamando a la calma y comprometiéndose a trabajar en tareas propias y básicas del bien común salvadoreño es una obligación moral para los dos candidatos. Compromiso que para ser más creíble debería pronunciarse conjunta y públicamente ante testigos de la sociedad civil.