Palabras, realidades

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Benjamín Cuéllar
08/06/2011

Señor Funes, en el segundo párrafo de su discurso del 1 de junio de 2009 —a la hora de asumir la primera magistratura de nuestro país—, usted aseguró que el cambio comenzaba ese día y especificó que solo sería viable "con la unión de todos". A dos años de su gobierno, ¿se ha empezado a transformar de fondo lo relativo al desarrollo nacional incluyente, con oportunidades dignas y reales para las mayorías populares sobre la base del fortalecimiento de las instituciones estatales? ¿Ha logrado sumar esfuerzos y voluntades en función de eso? ¿Ha conseguido para ello, tal como afirmó entonces, esa necesaria "unión" nacida de "la pacificación de los espíritus, del optimismo creativo y realizador de la armonización democrática, de las diferencias y del compromiso colectivo de construir una nueva nación, sin odio y sin resentimiento"? A estas alturas de su administración, ¿considera que eso ha ocurrido o está ocurriendo?

Señor Funes, también nos recordó que "errar es humano"; pero agregó que se podía "evitar el error" no haciendo "lo que algunos ya hicieron mal". ¿A qué se refería? Según sus palabras, a "gobernar para pocos, ser complacientes con la corrupción, tener y ser cómplices del crimen organizado, pactar con el atraso en todas sus formas de expresión". ¿Qué tanto se ha avanzado en esos asuntos esenciales para el bien común? En el caso de la corrupción, ¿la ha combatido en las entrañas de su administración? Y fuera de esta, ¿no le han temblado las manos para meter a la cárcel a los corruptos, tal como aseguró cuando fue ungido por su hoy distante partido?

Desde ese día habló de la herencia que recibía: un país dependiente y poco productivo, sumido en una crisis grave por carecer de una estrategia "clara y coherente para enfrentar sus efectos adversos". Los Gobiernos anteriores le legaron —según expuso en su disertación inicial como presidente— "un deterioro inaceptable de las finanzas públicas en un cuadro de economía dolarizada", cuya responsabilidad recaía en "la élite dirigente" que hasta ese momento estuvo en el poder. ¿Estamos ahora en un escenario distinto?

Entre muchas y esperanzadoras ofertas, aseguró que generaría 100 mil empleos directos en año y medio. Sin embargo, transcurridos veinticuatro meses de su mandato, nos informó que solo se habían recuperado 32 mil 300 empleos formales; es decir, un 84% de los que se perdieron con la crisis. ¿Y los nuevos? También prometió construir y mejorar 25 mil viviendas urbanas, a las que se agregarían "veinte mil soluciones de techo y piso en comunidades rurales, en municipios en condiciones de pobreza severa". En el segundo aniversario de su Gobierno habló de 7,800 viviendas construidas y se mostró optimista en lo que toca al cumplimiento de las metas que se propuso al inicio de su quinquenio en este rubro. ¿Por qué, entonces, despidió al Viceministro de Vivienda y Desarrollo Urbano?

Cuando tomó posesión del cargo, señor Funes, mencionó "una estrategia encaminada a fortalecer las finanzas públicas", cuyo primer componente era "un programa de austeridad, con una fuerte restricción del gasto superfluo". ¿Será cierto eso después de las varias denuncias que se han escuchado al respecto, que no han sido desmentidas, y lo que salta a la vista?

Todavía más: ¿se ha propiciado el diálogo nacional real y no solo formal? Con su desempeño, ¿ha contribuido a la "reconstrucción moral y de valores" que propuso? ¿A la necesaria "revolución ética" de la que habló el 1 de junio de 2009? ¿No se ha confundido el bien público con el personal durante su gestión? ¿Se superó la "ética de los favores" por la de "la competencia sana y democrática"? ¿Se puede hablar con verdad y sin censura de "transparencia, combate a la corrupción y a todas las formas de despilfarro y desvío del dinero público"?

El perfeccionamiento institucional al que se refirió en su arranque, ¿se está logrando? Para ello, dijo que se necesitaba —entre otros factores— "la mejoría de la calidad y del grado de independencia de las instituciones". ¿Ha contribuido a que esto último sea cierto, sobre todo después de haber sancionado el funesto decreto legislativo 743? Las juventudes salvadoreñas, ¿ven su gobierno como el que les ofreció? ¿Ese que no permitiría privilegios y colocaría "el talento, la dedicación y el esfuerzo como las únicas causas de promoción y de crecimiento"? Les garantizó que el suyo sería el "gobierno de la meritocracia, no el gobierno de privilegios de unos cuantos, de abuso de clientelas y de los vicios de padrinazgos sombríos". ¿Qué méritos tuvo uno de los presuntos asesinos de Roque Dalton para ocupar el cargo que detentaba antes de su segundo año de gobierno y para ser ascendido después?

Recuerde su promesa inicial de que solo privilegiaría a quienes monseñor Romero definió como los más pobres, como los vulnerables, como los excluidos del desarrollo económico y social. Monseñor Romero, refiriéndose a las promesas del entonces presidente Carlos Humberto Romero, dijo: "Queremos creer en las promesas verbales del señor Presidente sobre la democratización del país, pero lamentablemente estos hechos tienden a contradecir esas promesas". Una pregunta más, pero para la sociedad salvadoreña: ¿siguen siendo vigentes estas palabras?

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Anónimo
10/06/2011
13:31 pm
Me parece excelente su llamado al presidente. Estoy totalmente de acuerdo con todo lo que plantea, señor Cuéllar. Mis felicitaciones!!!
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Anónimo
10/06/2011
07:10 am
Creo que aquí hay un balance bien logrado del ajuste de cuentas a nuestro presidente, ojalá lo lea y rectifique su posición ante el pueblo salvadoreño que confiamos en él
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Anónimo
10/06/2011
02:07 am
En pocas palabras, el articulo es excelente.
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