Después de las elecciones de alcaldes y diputados, ya se anunciaba la de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia. En otra oportunidad y desde este mismo espacio se dijo que los nuevos magistrados debían ser personas honestas, capaces, independientes y moralmente correctas. Le corresponde a la Corte Suprema de Justicia una cuota importante en el Estado; es uno de los tres poderes que lo componen y, por lo tanto, debe estar a la altura de las exigencias nacionales.
La justicia debe dejar de ser "la serpiente que muerde al descalzo", como en su momento criticó monseñor Romero; debe ser el valor que rija las relaciones entre los habitantes. Ante la posibilidad, nada remota, de enfrentamientos entre Casa Presidencial y la Asamblea Legislativa, la Corte Suprema de Justicia tendrá un importante papel para asegurar la gobernabilidad en el país.
Atrás debe quedar el atraso en los pronunciamientos sobre supuestas inconstitucionalidades o en las sentencias de amparo, así como la toma de posturas partidarias en temas trascendentales para el país. Los magistrados y magistradas tendrán que tomar conciencia de que el nuevo escenario les coloca en un lugar importante y que la sociedad espera de ellos y ellas un comportamiento profesional, independiente y ético.
Por eso, preocupa el ambiente en el que se desarrolla la selección de magistrados y magistradas de la Corte Suprema de Justicia. En los medios nacionales han comenzado los análisis de su filiación política o de su ideología conservadora o no. Ese no debería ser el criterio de análisis. El periodismo y, en especial, las empresas mediáticas no contribuyen a tener un mejor país cuando convierten una elección que debe basarse en la idoneidad académica y moral en otra basada en los apoyos partidarios. Hacerlo es prestarse a un juego perverso que ha traído consecuencias nefastas para las víctimas y la institucionalidad.
Los magistrados y magistradas de la Corte Suprema de Justicia no deben ser escogidos por cuotas, ni tienen que ser el producto de la confrontación y polarización partidaria. No importa si esta candidata se puso tal camisa partidaria o si aquel cantó tal himno político con la mano derecha hecha puño, no. Lo importante es saber si tienen capacidad, si no ceden a la presión de grupos de poder y si responden únicamente apegados a su conciencia y a las leyes nacionales.
También importa si en el afán de obtener una magistratura han hecho uso de sus cargos para favorecerse. Desde luego que es reprochable que tres miembros del Consejo Nacional de la Judicatura aparezcan como aspirantes; ellos deben ser descalificados de entrada y sus nombres ni siquiera deberían ser mencionados como posibles magistrados o magistradas. La solvencia moral debe ser un valor que no tiene que obviarse en esta elección.
Está claro que la situación nacional y mundial demanda sociedades y Estados con instituciones fuertes, con cimientos que les permitan sobrevivir al terremoto económico, político, social, ambiental y cultural que se viene encima. Eso deben entenderlo los diputados y diputadas. Hay que elegir magistrados y magistradas de la Corte Suprema de Justicia que le den a la institución la honorabilidad que de esta se espera, que sean capaces de imponer el Estado de derecho y que se pongan del lado de las víctimas para hacerles valer sus derechos y su dignidad.