Predicar con el ejemplo

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El 11 de julio finalizó uno de los eventos deportivos más celebrados, uno que cada cuatro años capta la atención de prácticamente todos los medios de comunicación y es de gran interés para sus patrocinadores debido al impacto en las ventas: la Copa Mundial de la FIFA, realizada este año por primera vez en un país africano, Sudáfrica. Algunos más, otros menos siguieron con atención el desarrollo del evento, que nos brindó, por un momento, una especie de escape a la realidad de nuestro país, envuelto durante los últimos días en sucesos tan lamentables como el incendio del microbús de la ruta 47 en Mejicanos, y que dejó 17 muertos.

Pero también ese escape a través del Mundial de fútbol sirvió, en alguna medida, para pasar a segundo plano discusiones de gran relevancia, como la iniciativa de la Asamblea Legislativa de decretar la lectura diaria y obligatoria de la Biblia en las escuelas públicas. Este tema ha generado mucha polémica. No han sido pocos los programas matinales de debate que han abierto sus espacios de discusión para que representantes de sectores político-partidistas y organizaciones religiosas conservadoras expongan sus argumentos a favor de la lectura de la Biblia. El común denominador de las justificaciones para la medida ha sido la falta de valores en las familias y, por lo tanto, en la sociedad; una carencia que estaría de fondo en los altos niveles de delincuencia del país.

Al respecto, llama la atención que monseñor José Luis Escobar Alas, arzobispo de San Salvador y máxima autoridad de la Iglesia católica de El Salvador, haya sido una de las personas que se han opuesto al decreto. Monseñor Escobar Alas argumenta que la aplicación de la iniciativa provocaría división entre las Iglesias, y planteó que una "la lectura de la palabra de Dios por obligación y sin fe es un grave irrespeto a Dios y no produce buen fruto".

Si el problema a resolver por los padres y madres de la patria es la carencia de valores, por qué no permitir la regulación de los exorbitantes precios de las medicinas, por qué no aprobar una ley de medicamentos que ayude a que la población de más bajos ingresos tenga acceso a tan importantes productos. Es decir, este tipo de medidas lleva implícita y explícitamente la práctica de valores como solidaridad y justicia social; valores que las Iglesias promueven y que están dentro de la Biblia misma.

Los valores ni se leen ni aprenden, sino que se adquieren en la práctica cotidiana, llevando a cabo un buen gobierno y mostrando una conducta solidaria en la Asamblea, por ejemplo. Eso sí sería ético y cristianamente aceptable y correcto. Lo que no es ético ni cristianamente aceptable son las conductas despilfarradoras de los recursos públicos, como la compra de 12 vehículos de lujo para los miembros de la Junta Directiva de la Asamblea Legislativa, a un costo de 59 mil dólares cada uno, en un país que —desde cualquier óptica— presenta un grave problema de financiamiento del sector público.

Tampoco es ético ni cristianamente aceptable el afán del lucro desmedido de las distintas empresas farmacéuticas del país, las cuales en algunos casos obtienen márgenes de ganancia del 5000%, tal y como sucede con el ciprofloxacino, el cual es un antibiótico usado para múltiples enfermedades, como la neumonía. Además, el 28% de los laboratorios farmacéuticos nacionales concentran el 80% de la producción local de medicamentos, presentando así grandes niveles de concentración y ganancia. No es de extrañar, por tanto, que la Asociación de Industriales Químico-Farmacéuticos de El Salvador (INQUIFAR) desestime cualquier señalamiento sobre las utilidades que el gremio obtiene y se oponga a cualquier iniciativa de ley que regule el mercado de las medicinas del país.

Es momento de poner más atención a este y otros temas nacionales, de cuya solución depende la construcción de una sociedad más humana y cristiana. Logros en el camino de alcanzar este propósito serían la aprobación de la ley de medicamentos y el fortalecimiento (en presencia y acción) del Tribunal de Ética del país. Igualmente, que la nueva Subsecretaría de Transparencia presentara y realizara un trabajo más acucioso, preciso y oportuno, contribuyendo así a que desde el Gobierno se cumplan y promuevan los valores que tanto hacen falta en el país. Hay que predicar con el ejemplo.

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Anónimo
22/07/2010
16:50 pm
Este articulo es formidable. señala punto por punto los despilfarros de la Asamblea Legislativa (primer poder de representantes del pueblo). Recuerdo claramente que los años 76-80 nuestro Rector Roman Mayorga se oponia a que se le proporcionara otro carro mejor que el que el manejaba. Eso si es etica y decencia, el preferia su carrito viejo a pesar de la alta representacion como Rector de la UCA, que malgastar los recursos de la institucion. Bien por Usted Ingeniero Mayorga Quiroz.
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