Prensa, ¿libertad de qué y para qué?

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¿De qué necesita la prensa ser libre y para qué quiere tener esa libertad? Ignacio Ellacuría solía decir que el fundamento y principio de los derechos (en este caso, de la libertad de prensa como derecho humano) es su violación. Es decir, si se considera el proceso real del surgimiento de los derechos humanos, se puede apreciar el siguiente esquema: situación de agravio (realidad de violación), conciencia de ese agravio (denuncia y utopía) y lucha reivindicativa por conquistar el derecho. En otras palabras, se habla de libertad de prensa no solo como una necesidad de la convivencia social y política que se debe suministrar, sino porque hay una negación de ella a causa de una práctica abusiva y excluyente.

Ese esquema se observa en el origen del Día Mundial de la Libertad de Prensa (3 de mayo), instaurado hace 20 años (1991) en una reunión de periodistas africanos en Windhoek, Namibia, quienes denunciaron las condiciones en que se ejercía el periodismo; básicamente, en circunstancias de persecución, arrestos, asesinatos, censura y restricción de sus actividades por diversas presiones económicas y políticas. De allí surge la Declaración de Windhoek, que llama a luchar para proteger los principios fundamentales (ideales éticos) de la libertad de expresión consagrada en el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Más concretamente, se plantea que no hay libertad de prensa sin independencia y pluralismo. Independencia de los poderes públicos para que no ejerzan dominio político o económico, ni control sobre los materiales y la infraestructura necesarios para la producción y difusión de diarios, revistas y otras publicaciones periódicas. Pluralidad para contrarrestar a los monopolios informativos y posibilitar la existencia del mayor número posible de diarios, revistas y otras publicaciones que reflejen la más amplia gama posible de opiniones dentro de la comunidad. Por tanto, si consideramos el origen de esta fecha, nos encontramos que desde la negación de un derecho básico para la sana convivencia, se expone la necesidad de que la información sea parte del bien común, puesto que es la sociedad como un todo la que necesita estar bien informada; y eso implicará la existencia de una prensa libre, responsable y honrada con la realidad.

En consecuencia, ¿de qué se tiene que ser libre? Libres de las presiones gubernamentales, empresariales o políticas que buscan imponer su visión oficiosa de la realidad; de los llamados "formadores" de opinión, que pretenden hablar de todo y por todos; del secretismo y el oscurantismo, que mantienen en cautiverio información de carácter público; libres de las veleidades informativas que identifican la realidad con el espectáculo (partidos de fútbol convertidos en acontecimientos, bodas de príncipes que nos transportan al mundo de lo virtual, beatificaciones con características ostentosas que nada tienen que ver con Jesús de Nazaret); libres frente a la propia empresa periodística cuando esta coarta la libertad de información; de la autocomplacencia, prepotencia y arrogancia que lleva a la impunidad informativa; de los guiones impuestos por las grandes agencias de noticias; libres de la propia ideología (distanciamiento crítico); del monopolio informativo, de las censuras ideológicas o de las informaciones ideologizadas. La ciudadanía, por su parte, tendrá que liberarse de la pasividad informativa, ejerciendo no solo su derecho a ser informada, sino también a informar y verter opinión.

Ahora bien, la libertad de prensa es también para algo. Es libertad para recuperar la función social de los medios y de la prensa. Es un hecho que la mayor parte de la población se acerca a la realidad y toma posición ante ella a través de la imagen y opinión públicas, controladas en gran medida por eso que genéricamente llamamos prensa (constructora y difusora de versiones de los hechos). Al periodismo le compete, por profesión y vocación, captar la realidad y comunicarla al público de la forma más honrada y veraz posible. Libres, entonces, para formar la opinión pública, generando o impulsando corrientes de opinión que favorezcan el bien común; para inconformar, es decir, para sacar del sueño profundo en el que puede encontrarse la conciencia colectiva, estimulando la participación informada de los ciudadanos en los procesos políticos, económicos, sociales y culturales; libres para ser voz informativa, comentadora y analizadora de aquellos y aquellas cuya realidad ha sido sometida a la inexistencia. Libres, en definitiva, para ejercer la profesión periodística como un servicio que responde a la necesidad que tiene la ciudadanía de información veraz, de expresión propia y de acompañamiento en sus procesos. Y por lo que compete a los ciudadanos, estos pueden ejercer su libertad para exigir de la prensa más ética, más verdad, más profesionalismo y más compromiso social.

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