El Salvador vivió ayer una jornada electoral más. Pese a que se repitieron los problemas de siempre en las mesas electorales y a que en dos municipios se suspendieron y reprogramaron las elecciones ante denuncias de fraude, el proceso de este domingo 11 se desarrolló con normalidad y ha recibido la aprobación de las diversas instancias nacionales e internacionales de observación, y, sobre todo, de los partidos políticos en contienda. Con resultados todavía preliminares, pero que muestran ya unas tendencias difícilmente reversibles, podemos formular unas primeras reflexiones. En varias ocasiones sostuvimos que esta jornada electoral sería una especie de medición de fuerzas de cara a la elección presidencial de 2014. Y vistos con estos lentes, los resultados preliminares arrojan importantes lecciones para los partidos políticos.
En primer lugar, no queda duda de que el FMLN está llamado a realizar una seria y profunda evaluación de su modo de proceder y de su actuación en la esfera pública. Haber obtenido cuatro diputados menos que en las elecciones de 2009, perder las alcaldías de algunos de los que hasta ayer eran considerados bastiones rojos (Soyapango, Ilopango, Mejicanos y Apopa, por ejemplo) y reducir el número absoluto de sus votantes le exigen hacer un alto en el camino para revisar su propuesta al pueblo salvadoreño y su forma de relacionarse con el mismo.
Luego de convertirse en 2009 en la primera fuerza política del país, el Frente se alejó del sentir de algunos sectores de la población (especialmente, de los sectores medios) bajo el erróneo supuesto de que los votantes seguirían favoreciéndole sin importar su desempeño. Los resultados electorales deberían despertar de este letargo al FMLN y hacerlo definir de una vez su relación con el Gobierno de Mauricio Funes, con el que la ambigüedad ha sido la tónica de referencia. El FMLN deberá replantearse si es partido de gobierno y entenderse con el Presidente para tratar de enmendar el camino, o declararse partido de oposición para no cargar directamente con el desgaste de la administración Funes. Para la autocrítica, el FMLN necesitará de una buena dosis de sensatez y madurez política para no buscar culpables solo en los factores externos, sino para revisar internamente su desempeño.
Por otra parte, es innegable el éxito de Arena en estas elecciones. Obtener un diputado más que en 2009 y agenciarse municipalidades importantes del gran San Salvador son avances que tienen mayor mérito cuando se recuerda que el partido quedó descalabrado por el fracaso en la elección presidencial y, sobre todo, por la escisión de su bancada legislativa, que convirtió a la fracción de Arena en irrelevante dentro la correlación de fuerzas en la Asamblea. Ahora, Arena debe evitar el envanecimiento y el regreso al discurso excluyente. En la euforia del triunfo, el reelegido alcalde de la capital dedicó la mayor parte de sus palabras a vilipendiar al FMLN y restregarle en la cara el triunfo a GANA. En la celebración arenera, sonó el tradicional himno guerrero y se enalteció la figura de su cuestionado fundador, elementos identitarios que en la campaña estuvieron prácticamente ausentes.
El partido GANA, compuesto en la actualidad por 16 legisladores tránsfugas, se agenció la nada despreciable cantidad de 11 curules y un significativo número de municipalidades. Estos resultados confirman los pronósticos que lo proyectaban como la tercera fuerza política del país y, más importante aún, lo convierten en el nuevo fiel de la balanza en la Asamblea Legislativa, relevando de este papel al muy desprestigiado PCN, que bajo el nombre de Concertación Nacional redujo su representación en 5 escaños. Además, en lo que respecta a este partido, el voto por fotografía mostró su potencial: Elizardo González Lovo, Ciro Cruz Zepeda y Manuel Rodríguez, dirigentes históricos del instituto político, se quedaron sin el favor directo del electorado.
Finalmente, en estas reflexiones preliminares, no podemos dejar de mencionar la labor hecha por el Tribunal Supremo Electoral. El día de las elecciones, el organismo colegiado cumplió con lo prometido: tanto el proceso de votación como el conteo de los sufragios fueron expeditos, disipando así muchos temores previos. Esta labor del Tribunal confirma la opinión de la población previa a las elecciones, que le daba un significativo margen de confianza a la institución.