Casa Presidencial atribuye la oposición de sus adversarios a la existencia de una agenda política de corte electoral, lo cual es indudable, pero insuficiente. Todos tienen la vista puesta en la elección de febrero. También el presidente. La gestión de la crisis del virus ha sido más política que sanitaria. Las cada vez más atrevidas hipérboles y metáforas presidenciales evidencian ese interés. La carrera electoral ha hecho que el desfase del discurso presidencial con la realidad sea cada vez más temerario, tal como lo muestra la última comparecencia en cadena nacional. Los creadores de imagen proyectan a un presidente víctima de conspiraciones oscuras y malévolas. Una conveniente construcción que desvía la responsabilidad de la crisis nacional hacia los adversarios.
Los fracasos en la gestión de la crisis no son tanto obra de estos, sino de las decisiones presidenciales. La realidad se ha filtrado subversivamente, pese al cerco informativo levantado por Casa Presidencial. El personal sanitario es insuficiente, carece de equipo de protección elemental y sufre acoso de asesores extranjeros. Los hospitales están tan abarrotados de pacientes con covid-19 que desatienden a los otros enfermos; falta espacio y equipo especializado, y en algunos la desorganización es desconcertante. Y las estadísticas no registran todos los contagios ni todos los fallecidos por falta de pruebas. El fracaso de “los protocolos” (un eufemismo del Ministerio de Salud) en el asilo Sara Zaldívar, donde ya acepta resignadamente que “por supuesto que tendremos fallecidos”, es obra del descuido y la incapacidad.
Incomprensiblemente, Casa Presidencial ha hecho lo contrario a lo indicado por el manual epidemiológico. La epidemiología es una ciencia de posibilidades y persuasión. El epidemiólogo ha de persuadir a la población para que altere sus rutinas de tal manera que estas no favorezcan la expansión del virus. Las alertas y las indicaciones han de ser claras y comprensibles, y su difusión, amplia y oportuna. El manual indica que en una emergencia de salud debe designarse un epidemiólogo como portavoz principal. Este ha de identificarse con los afectados, ha de comprender sus inquietudes y ha de saber colocarse en su lugar, para generar familiaridad y confianza. El objetivo es que el portavoz se convierta en referente obligado de una ciudadanía asustada, insegura o incrédula, cuya desconfianza o indiferencia puede colocarla en riesgo grave. El portavoz ha de esforzarse para explicar lo que se sabe y lo que se desconoce. Más aún, debe aprender a persuadir aun cuando cambie las orientaciones. En la labor de persuadir, la transparencia es esencial.
Cuando este espacio es ocupado por el político, lo más probable es que la mitad de la población le lleve la contraria. Si la respuesta se vuelve política, el desastre es casi seguro, porque la gente no sabe si las indicaciones o las órdenes se basan en la ciencia o en el interés político. La incredulidad y la desconfianza hacen que la población se desentienda de los riesgos. En una crisis como la actual, es imperioso persuadir para suscitar la cooperación ciudadana y así salvar vidas. Por eso, el manual invita al político a practicar la moderación y exhorta al portavoz a explicarse de forma detallada y clara.
El conocimiento y la experiencia para gestionar una pandemia como la de covid-19 existen. Pero Casa Presidencial los ignoró y optó por el tratamiento político. Encontró en la crisis una oportunidad para consolidar el liderazgo autoritario de su inquilino con vistas a la elección de febrero. La crisis de salud pública y sus implicaciones pasaron a segundo plano. Ayudas como “las canastas”, que llevan el nombre de la primera dama, y el paquete agrícola están marcadas por el interés electoral, aunque están financiadas con dinero público.
La estrategia arroja resultados positivos. Todo apunta a que el presidente y Nuevas Ideas controlarán la legislatura y muchas municipalidades. La mayoría legislativa le permitirá legislar y disponer de la hacienda pública sin los inconvenientes actuales. El control de las municipalidades le dará acceso directo a la población. No obstante, poco podrá hacer con tanto poder. En parte, porque todavía no ha podido articular un plan de gobierno consistente y viable. En parte, por falta de liquidez y las pesadas obligaciones de la deuda. En parte, por las secuelas del virus y las lluvias. En parte, por la recesión económica que se avecina y para la cual no parece tener respuesta. Ni siquiera la anunciada reforma del Estado está a su alcance, porque para ello necesita controlar dos legislaturas. No tiene mucho sentido sacrificar tanto para acumular tanto poder y poder hacer tan poco.
* Rodolfo Cardenal, director del Centro Monseñor Romero.