Cada uno en este país puede votar por quien quiera. Y, por supuesto, expresarse del modo que le dé la gana siempre y cuando corresponda a un mínimo de ética. Pero tratar sistemáticamente de un modo desigual a dos candidatos, que casi representan cada uno a la mitad de la población salvadoreña, no nos deja una herencia positiva. Ni tampoco podemos considerar ético ese tipo de comportamiento. Algunos por supuesto dirán que se puede no ser ético con aquellos que no lo son, y acusarán al FMLN de todos los males posibles para justificar los propios. Pero nunca los males ajenos justifican los propios. El principio del mal menor sólo es válido cuando no se aplica directamente desde el propio interés y ventaja.
Lo cierto es que hay un trato desigual en los medios de comunicación más grandes del país en favor de Arena. En la sección de noticias de los grandes periódicos se le da mucha más cobertura mediática al cierre de campaña de este partido que al de su opositor. Se explotan los errores de Mauricio Funes y se ocultan mediáticamente los de Rodrigo Ávila. La entrevista de éste último desaparece rápidamente de YouTube, mientras que cualquier frase ambigua de Mauricio se repite hasta la saciedad. Se presenta a Mauricio Funes totalmente dominado por los comunistas del FMLN y a Rodrigo Ávila como independiente de los millonarios que se han aprovechado y enriquecido a costa de manejar el partido Arena.
Hay cosas que son evidentes. Mauricio Funes se explica en público mucho mejor que Rodrigo Ávila. Eso no quiere decir ni que sea mejor moralmente ni que vaya a ser mejor presidente. Pero tratar de ocultar ese dato a base de insultar a Mauricio Funes llamándole mentiroso ni es objetivo ni es decente. La gestión de Rodrigo Ávila al frente de la PNC no fue brillante. Pero también es cierto que con los recursos que tenía era difícil hacer mucho más. Sin embargo, ahora se trata de presentarnos una gestión ciertamente mediocre como muy buena y compararla con la supuesta incapacidad de gestionar de su oponente. Algo que no deja de dar risa conociendo a ambos personajes, pero que se presenta como una verdad incontrovertible. No se trata aquí de decir que la propaganda del FMLN sea mejor; no lo ha sido. Pero el control de los flujos de información de los principales medios de comunicación ha favorecido a Rodrigo más allá de lo que la ética aconseja. Y ese es el punto que discutimos.
Se puede decir que así es la publicidad hoy en día. Pero también los que la observamos tenemos derecho a decir que es bastante asquerosa y que deja una herencia de tensión que no es buena para el país. No se puede estar acusando todo el tiempo al enemigo, y presentar como héroe inmaculado al amigo, para después pedir al enemigo derrotado que sea responsable, cívico y bien portado. No se puede decir que un sector es pura turba, enemigo del bien común, antidemocrático, maligno, casi enemigo de la humanidad, y después pedirle que se comporte como manso corderito, obediente a los deseos de quien le ha estado insultando todo el rato.
Los medios de comunicación, y la empresa privada en particular, deberían tener una posición mucho más equilibrada. Son dos grandes fuerzas que debían servir para unificar al país y no para polarizarlo. Y en estas elecciones, por miedo o por las razones que sean, han contribuido más a la polarización que a la conciencia de que el país necesita soluciones comunes. Han sido incapaces de obligar a los candidatos a hacer una declaración conjunta de buenas intenciones democráticas y a pactar, de antemano, una colaboración adecuada para enfrentar juntos las repercusiones de la crisis económica, para superar la pobreza y para reforzar la institucionalidad y las redes de protección social. Eso sería mucho más positivo que ese manejo abusivo de los flujos de comunicación, poniéndolos al servicio casi exclusivo de un sector.
El miedo es mal consejero, y la derecha ha sacado de su panoplia todas las armas más anticuadas e hirientes de la guerra fría. Y la empresa privada, y un sector importante de los medios de comunicación, se han montado sobre ellas, haciendo retroceder la capacidad de diálogo en el país unos cuantos años. Es absurdo pensar que la violencia verbal no es más que un juego democrático y que una vez que pasen las elecciones todo el mundo quedará tranquilo. En todas las culturas la violencia verbal antecede a la violencia física. Y sólo los mal intencionados la utilizan, en buena parte como estrategia premeditada para provocar alguno de los signos del caos que se pasan vaticinando. Si con la violencia verbal logran provocar la violencia física, tendrán la prueba de lo que han repetido sistemáticamente. En ese sentido, la empresa privada en particular tiene que ser más responsable y dejar de apoyar tan incondicionalmente a medios insultantes, agresivos, mentirosos y provocadores. Si lo hacen, deberían saber que algunas de las piedras, todo lo injustificables que se quieran, que rompan sus vidrios tendrán parte de su origen en la guerra de palabras iniciada desde la prepotencia mediática. No hay justificación posible para la violencia, y mal haría el FMLN si no trata de controlar a sus bases. Pero mal hacen también aquellos que desde la violencia verbal calientan los ánimos de la gente y predisponen a un clima de violencia.
Este no es un país de grandes mayorías de derecha y una izquierda mínima. Es un país dividido en mitades y donde hay que aprender a convivir y a buscar juntos el bien común. No es con insultos y mentiras como se logra eso, ni tampoco contestando con pedradas a los insultos. Pero los sectores con influencia y poder en El Salvador, como lo son la empresa privada y los medios de comunicación, deberían entender eso y ser un poco más prudentes en medio de esta floja, agresiva y de bajo contenido ético campaña electoral.