La historia que continuamente nos decimos a nosotros mismos sobre quiénes somos, sobre nuestra vida, sobre el rol que tenemos y que tienen los otros, encuadra la manera en que interpretamos el mundo. De modo similar, la narrativa dominante en un grupo social -que, dicho de manera muy sencilla, es la historia que cuenta la mayoría de las personas de ese grupo- tiene potencial para moldear la forma en que se percibe la realidad y se da significado a las acciones de diversos actores.
Los resultados de la más reciente encuesta del Instituto Universitario de Opinión Pública (Iudop), referida al tercer año de la administración Bukele, arrojan luz sobre cuál es la historia que la gran mayoría de salvadoreños y salvadoreñas suscribe con respecto al presidente Bukele y su rol como mandatario. Esta narrativa, sobre la cual se ahonda en este ejercicio, sostiene en resumen que, al momento de ganar las elecciones presidenciales, Nayib Bukele era un candidato sin otro anhelo que el de gobernar para la gente. En este relato, él es el gobernante que ha demostrado su afecto sincero por el pueblo; él es el presidente que ha venido a lograr lo que nadie había conseguido en el país. El héroe de esta historia. El presidente es ese alguien en quien se puede confiar. La historia va encaminada a un escenario nada difícil de intuir: se espera que el presidente siga en el poder para que pueda garantizar el bienestar de la nación.
El estilo de liderazgo del presidente puede parecer novedoso en el caso salvadoreño, pero esta narrativa en torno a su figura no es, en realidad, tan original. El especialista en cultura mediática y comunicación política, Omar Rincón, planteaba ya hace más de una década que en la política latinoamericana estaban surgiendo líderes capaces de emocionar colectivamente pues prometían el desarrollo de sus naciones. De hecho, varios presidentes latinoamericanos se habían convertido en una especie de celebrities y se mostraban siempre cercanos a los sentimientos y expectativas populares, caracterizados por utilizar la comunicación como estrategia clave. Por ello, Rincón argumenta que la política latinoamericana ha sido una eterna novela de ilusiones y fracasos y que en años recientes se ha observado una fórmula que combina a un héroe mediático (un presidente con personalidad carismática), el populismo (asistencialismo directo y redención social del pueblo-pobre) y el apoyo irrestricto a empresarios o a nuevos ricos1.
El análisis de Rincón sobre la narrativa que permea los estilos comunicativos de varios mandatarios de la historia reciente latinoamericana, a quienes el autor llama tele-presidentes, fue retomado por el Iudop en su última encuesta para sondear si existe una narrativa similar a esta y que haya sido asimilada por la mayoría de la población adulta salvadoreña, respecto al presidente Nayib Bukele. Para este ejercicio, se elaboró una batería compuesta por cinco afirmaciones que procuraron incorporar elementos clave de la teoría sobre la narrativa descrita por Rincón. El diseño de este conjunto de ítems se expone en la Tabla 1.
El acuerdo o desacuerdo que expresaron las personas encuestadas ante cada uno de los ítems se muestra en la Tabla 2. Sin duda, hay un respaldo mayoritario a cada una de las afirmaciones planteadas al analizarlas por separado, pero estas frases, enlazadas, van narrando una historia sobre cómo Bukele llegó al poder, sus acciones y su relación con el pueblo y lo que se espera de él a futuro. Por esa razón, resultó de interés analizar al grupo de ciudadanos que indicaron estar de acuerdo con todas las afirmaciones antes expuestas para indagar si la narrativa que la población comparte sobre el presidente coincide, a grandes rasgos, con el relato construido con estos cinco ítems2. Los resultados muestran que, en efecto, 71 de cada 100 salvadoreños respaldan todas las frases que integran el relato, y únicamente 4 de cada 100 están en desacuerdo con todas ellas3.
Partiendo de los resultados de la encuesta, se analizó cómo opinan estos dos grupos de ciudadanos acerca de la situación del país. Como era de esperar, quienes suscriben este relato sobre la figura presidencial tienen una visión del país muy distinta a la de quienes no lo comparten. Por ejemplo: dentro del grupo que sostiene esta narrativa, más de la mitad de personas aseguran que la situación económica del país ha mejorado, 9 de cada 10 dicen que la delincuencia se ha reducido, 8 de cada 10 consideran que hay menos corrupción, y tres cuartas partes de ellos opinan que, con el Gobierno de Bukele, el país está más unido que antes. La nota que este grupo le da al presidente por su desempeño en su tercer año de Gobierno es de 9.21. Por el contrario, en el grupo que no comparte dicha narrativa, 8 de cada 10 afirman que la situación económica del país ha empeorado, solo la mitad opina que la delincuencia ha disminuido, 6 de cada 10 perciben que ha aumentado la corrupción, y 9 de cada 10 señalan que el país ahora está más dividido que antes. Este segundo grupo otorga al presidente una calificación de 3.79 en su tercer año de gobierno.
El contraste de estas dos visiones también puede observarse en los escenarios sobre la situación del país que los ciudadanos anticipan: cuando piensan en el futuro, 8 de cada 10 personas cuya narrativa sobre el presidente es favorable esperan que el país esté mejor en lo que resta de su gestión, y 9 de cada 10 sienten esperanza al pensar en el futuro de El Salvador. En cambio, 6 de cada 10 personas que no comulgan con esa narrativa dicen que el país va a estar peor en lo que resta de la administración Bukele, y 8 de cada 10 sienten temor al pensar en el futuro.
La interiorización de esta narrativa, donde se percibe al presidente como la figura que está librando a la nación de todos sus males, va de la mano con una mirada optimista sobre el país y con la expectativa de un futuro mejor. El cuento resulta esperanzador, y puede que por eso no haya interés en examinar su veracidad a la luz de los hechos. Sin embargo, en este intento por rescatar la esperanza, se está perdiendo la capacidad para reconocer los retrocesos en materia de transparencia, democracia y respeto a los derechos humanos que siguen ocurriendo a un ritmo acelerado en el país.
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Referencias
La consistencia interna de los ítems que integran la batería es alta (α = 0.899)
Los casos de las personas que estaban de acuerdo con unas frases, pero en desacuerdo con otras no se incorporaron al presente análisis.
Para profundizar respecto al planteamiento del autor, ver: Rincón, O. (2008). ¿La comunicación no tiene ideología? En: Friedrich Ebert Stiftung y Centro de Competencia en Comunicación para América Latina (2008). Los tele-presidentes: cerca del pueblo, lejos de la democracia. Disponible en: https://library.fes.de/pdf-files/bueros/c3-comunicacion/07332.pdf
* Instituto Universitario de Opinión Pública. Artículo publicado en el boletín Proceso N.° 92.