Un eufemismo de la mentira

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Omar Serrano
22/07/2021

¿Qué puede haber después de la verdad? Probablemente esta es la pregunta que muchas personas se hacen después de escuchar el término “posverdad”. Aunque se ha dicho que esta corriente de pensamiento nació en el año 2016 tras las victorias de Donald Trump en los Estados Unidos y del Brexit en el Reino Unido,  en realidad su uso es más añejo. El término posverdad -“post truth” en inglés- lo empleó por primera vez en 1992 el dramaturgo serbio estadounidense Steve Tesich en un artículo publicado en The Nation. Tesich escribió sobre los escándalos de Watergate y la guerra de Irak, y señaló entonces que “ya en ese momento habíamos aceptado vivir en una era de la posverdad, en la que se miente sin discriminación y se ocultan los hechos”1. En español lo usó por primera vez el escritor Luis Verdú, en el libro “El prisionero de las 21:30” editado en Barcelona en el año 2003. Sin embargo, desde principio del siglo XXI, el empleo del término creció significativamente en ambos idiomas y, en efecto, fue hasta el 2016 que cobró más relevancia por lo sucedido en Estados Unidos y el Reino Unido. En ese año, el diccionario inglés de Oxford distinguió a la posverdad como “palabra del año” y en el 2017, la Real Academia de la Lengua Española (RAE) lo incluyó en sus definiciones. El diccionario de Oxford define a la posverdad como  “Información o afirmación en la que los datos objetivos tienen menos importancia para el público que las opiniones y emociones que suscita”2. Por su parte la RAE, define posverdad como la “Distorsión deliberada de una realidad que manipula creencias  y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales” y pone como ejemplo la frase “los demagogos son maestros de la posverdad”3.

Entonces los pilares de la posverdad son las emociones y las creencias, y su objetivo es valerse de ellas para influir en la generación de la opinión pública y para inducir a actuar de determinada manera. La consecuencia de esta corriente es que desprecia las evidencias científicas y los datos de la realidad. Los datos no cuentan, los argumentos basados en información no pesan y la objetividad deja de ser importante. Lo que importa es tocar emociones y creencias de la gente ofreciendo datos alternativos4 para manipularlas. El principal problema ético de la posverdad es la renuncia a la búsqueda de la verdad, la renuncia a la conciencia crítica y al ejercicio de autocrítica. Y como asume que todo puede ser falso, hasta los hechos, las evidencias pueden ser mentira en cuanto meras opiniones. La posverdad termina fundamentándose en una especie de “fe” ciega en lo que se ha querido creer.Se emplean argumentos para convencer a la gente que después resultan falsos. En una frase de la escritora argentina, Luisa Valenzuela, la posverdad representa una situación equivalente a “cuando la verdad es idéntica a la mentira”5.

Como se dijo anteriormente, el término posverdad cobró más relevancia a partir de las elecciones en las que Donald Trump fue electo como presidente de los Estados Unidos y del Brexit en el Reino Unido. La Revista The Economist concluyó que "Trump es el máximo exponente de la política 'post-verdad', (...) una confianza en afirmaciones que se 'sienten verdad' pero no se apoyan en la realidad"6. Por su parte, el profesor e investigador Ignacio Blanco, de la universidad CEU San Pablo de Madrid, analizó, con respecto al triunfo del Brexit, que “la interrelación entre postverdad y ‘fake news’ planteó una campaña emocional en la que las noticias falsas adquirían gran relevancia, ya que los partidarios del Brexit lograron que los británicos creyesen solo aquello que querían creer y no aceptasen las evidencias que desmentían multitud de informaciones y noticias falsas”7.

Naturalmente los estudios y análisis sobre la posverdad se hicieron motivados por los inesperados triunfos de Trump y del Brexit. ¿Cómo fue posible que las evidencias sobre la inconveniencia de esas elecciones no pesaran a la hora de la votación? Este tipo de preguntas no son ajenas para El Salvador en los momentos que vivimos, por lo menos para algunos. ¿Cuál es el secreto del presidente de la República para decir una cosa y hacer lo contrario y que gran parte del pueblo lo apoye? ¿Cómo hace para despotricar y actuar en contra de la corrupción de los gobiernos anteriores y no hacer nada contra la corrupción de su gobierno y aun así la población le aplaude? ¿Cómo puede condenar el nepotismo de sus predecesores y hacer lo propio -y más- sin que la gente no repare en ello? ¿Por qué para unos es muy claro el desmantelamiento de la democracia y los signos del avance de una autocracia, mientras otros creen el discurso de “la verdadera democracia”?

Quizá algunas pistas para responder a estas preguntas están en la corriente de los postulados de la posverdad. En el plano individual, para una persona cualquiera, la posverdad “puede ser una mentira asumida como verdad o incluso una mentira reforzada como creencia o como hecho compartido en una sociedad a través de las diferentes herramientas digitales existentes en la actualidad.”8 La posverdad no busca convencer, sino cautivar y embaucar a través de sentimientos que exacerban el descontento contra los que fallaron en la solución de los problemas y se aprovecharon de sus cargos para beneficiarse ellos y a sus allegados. Pero ¿Hasta cuándo las personas se darán cuenta cuando lo que se dice en un discurso no tiene correlato en la realidad? ¿Hasta cuándo alguien repara que si alguien dice que es distinto y hace lo mismo, es igual o peor? ¿Hasta cuándo el discurso de construir un nuevo país pesará más que la realidad de gobernar para intereses propios?

Por ahora, el esquema para valerse de la posverdad sigue vigente: primero se enuncia con altoparlante qué es lo que se quiere construir. Segundo, se enuncia también con estridencia qué es lo que se necesita y, tercero, se anuncia que se realizará. Si una persona o entidad contradice las tres premisas, se le ignora o se le ataca porque es de la oposición. No importan las razones, no hay lugar para el pensamiento crítico. Si la información sustentada en datos científicos o factuales no “conecta” con el sentir, la emoción, la pasión y la  identidad de las personas, no hay posibilidad de que sea aceptada. El sesgo de confirmación se encargará de adaptar cualquier tipo de evidencia o hecho a la creencia propia. Por eso el empeño de anular a quien contradice la versión oficial y busca la verdad. Se cree ciegamente porque el día que se abran los ojos la desilusión será mayúscula. Si la corriente de la posverdad da luces para entender lo que pasa en el país, también resulta esperanzador que, tanto en el caso de Trump como del Brexit, la falsedad de los argumentos terminaron desvelándose, por lo menos en el análisis en el caso del Reino Unido, y también en las urnas, en el caso estadounidense.

 

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Referencias

1. Montoya, M (2019); “La era de la posverdad, la posveracidad y la charlatanería”; Universidad de Navarra. https://www.unav.edu/web/ciencia-razon-y-fe/la-era-de-la-posverdad-la-posveracidad-y-la-charlataneria

2. https://www.lexico.com/es/definicion/posverdad

3. https://dle.rae.es/posverdad

4. Frecuentemente se traduce fake news al español como “información alternativa”, un eufemismo para decir mentiras.

5. https://www.pagina12.com.ar/47130-cuando-la-verdad-es-identica-a-la-mentira

6.  https://www.bbc.com/mundo/noticias-37996070

7. Blanco Ignacio (2019); Conferencia “Creencias, posverdad y política”, Universidad CEU San Pablo. https://www.uspceu.com/prensa/noticia/fake-news-papel-determinante-resultado-referendum-brexit

8. Cabezuelo Lorenzo F. y Manfredi J.L (2019), Post verdad, fake news y agenda política y agenda política en el discurso de Trump en Twitter”.  file:///C:/Users/UCA/Downloads/66291-Texto%20del%20art%C3%ADculo-4564456576618-1-10-20191212.pdf

 

* Omar Serrano, vicerrector de Proyección Social. Artículo publicado en el boletín Proceso N.° 54.

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