No es nada nuevo denunciar la incontrolable e insoportable violencia que castiga al país. Desde siempre se han condenado hechos como la quema de niños y niñas en El Mozote, de buses con o sin personas dentro... Se arrebató antes la vida por pensar distinto; hoy se mata por un parqueo, por ignorar una extorsión, por caerle mal al vecino, por "mala suerte"... Y Nelson Rivera fue baleado en un asalto.
A sus diecinueve años, era un futbolista prometedor becado por la Fundación Educando a un Salvadoreño (FESA), seleccionado nacional e integrante del Metapán. El sábado 18 de septiembre, tras jugar con este equipo, le metieron un proyectil en la cabeza y permaneció en la unidad de cuidados intensivos del hospital Médico Quirúrgico del Seguro Social hasta fallecer el domingo 3 de octubre.
Así mueren demasiadas personas en El Salvador, todos los días. Como Nelson, muchas víctimas son seres ejemplares que trabajaban y le aportaban a sus familias, sus comunidades y su país. No se vale, entonces, que el presidente Mauricio Funes anuncie que "se acabó la impunidad" cuando de pronto bajan las cifras sangrientas, si en seguida aumentan de nuevo; igual hacían Francisco Flores y Antonio Saca.
Hay crímenes que han golpeado la conciencia nacional y generado indignación; también convocatorias ciudadanas para pasar a la acción. Marchas, campañas y actos conmemorativos se han hecho; pero, pese a todo, siguen las muertes. ¿Cuánto dolor más habrá que soportar para que las cosas empiecen a cambiar?
Para escribir una nueva historia se requieren acciones estatales inteligentes y efectivas, que superen las inútiles y contraproducentes manos duras. Es fundamental que los delitos —del tamaño que sean— no queden impunes, que se fortalezcan las instituciones del sistema de justicia y se deslegitime la violencia como comportamiento social, mostrando que los asesinatos, las masacres, las torturas, los secuestros y las desapariciones forzadas son prácticas inaceptables. Ocurrieron antes y durante la guerra; por eso, en gran medida, siguen ocurriendo. Resolver el pasado es justo para las víctimas, sin duda, pero también pedagógico y preventivo para el bien común en la actualidad.
A eso se llegará algún día si la gente se organiza y participa demandando superar la violencia. No puede permanecer indiferente cuando, en la práctica, tiene una pistola en la cabeza a punto de dispararse. No es posible que la muerte de la vieja y querida elefanta Manyula movilice más a la conciencia colectiva que la de Nelson.
Nelson fue campeón nacional de fútbol con el Metapán, en un país campeón mundial en homicidios. En soledad, hoy lo lloran su familia, sus compañeros de equipo y sus amistades. Por él, las muchas víctimas diarias y la sociedad entera, urge comenzar a actuar ya.