Una de las principales preocupaciones a nivel mundial es la persistencia de la violencia en las relaciones entre personas, grupos sociales y países. Sabemos muy bien que El Salvador no se escapa a ello; la violencia ha estado y está muy presente en nuestra sociedad, en sus múltiples formas: violencia física, verbal, sexual, psicológica, social, económica y política. En cualquiera caso, la violencia compromete, cuando no trunca, el desarrollo personal, daña profundamente el tejido social y constituye una violación a la igual dignidad de las personas y a los derechos humanos. Además, embrutece y deshumaniza a quien la ejerce. Erradicarla promoviendo una cultura de paz es una tarea que El Salvador debe asumir sin dilaciones.
Si la guerra es una de las expresiones más claras de la violencia —por lo cual el cese de los conflictos armados es una de las mayores aspiraciones de la humanidad—, en las últimas décadas se ha ido tomando conciencia de que hay otros tipos de violencia que también deben ser condenados y erradicados. De ahí que en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible se haya priorizado la eliminación de todo tipo de violencia; al menos tres de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible hacen referencia a ello. La Agenda busca, entre otros, eliminar todas las formas de violencia contra mujeres, niñas y niños, incluidas la trata y explotación sexual; adoptar medidas inmediatas y eficaces para erradicar el trabajo forzoso, el infantil, y la esclavitud; proteger los derechos laborales y promover un entorno de trabajo seguro para cualquier persona, incluidos los migrantes; fortalecer la institucionalidad nacional, particularmente en los países en desarrollo, para prevenir la violencia y combatir la delincuencia.
En este contexto es que surge el convenio 190 de la OIT sobre la violencia y el acoso, el cual fue aprobado el 21 de junio de este año con 439 votos a favor, 7 en contra y 30 abstenciones, entre ellas la de El Salvador. El convenio sobre la eliminación de la violencia y el acoso en el mundo laboral reconoce el derecho de toda persona a un trabajo libre de violencia y acoso; prácticas que son incompatibles con el trabajo decente, violan los derechos humanos y atentan contra la igualdad de oportunidades. La OIT tiene claro que la violencia y el acoso laborales afectan la salud psicológica, física y sexual de las personas, su dignidad, y su entorno familiar y social.
El convenio les recuerda a los Estados miembros de la ONU su obligación de promover un entorno general de tolerancia cero frente a la violencia y el acoso con el fin de facilitar la prevención de este tipo de comportamientos y prácticas, y reconoce que todos los actores del mundo del trabajo deben implicarse en esa tarea. Además, considera que la violencia y el acoso son incompatibles con la promoción de empresas sostenibles, pues afectan negativamente las relaciones personales, el compromiso de los trabajadores, la reputación empresarial y la productividad.
Por lo anterior, es triste y condenable que el Estado salvadoreño se abstuviera en la votación de junio para la aprobación del convenio. Ahora tiene la oportunidad de rectificar esa postura votando por la ratificación del mismo, pero las cúpulas empresariales de Centroamérica y República Dominicana han llamado a los Gobiernos de la región a que no den sus votos. Una vez más, la gran empresa privada antepone sus intereses monetarios a los de las personas y al respeto a los derechos humanos. Queda así en evidencia que las prácticas laborales inhumanas son convenientes para sus negocios. Sin embargo, este error les puede costar caro, pues, como afirma el mismo convenio, ello sin duda afectará la reputación de las empresas y su competitividad a nivel mundial.
Si de verdad se respiran nuevos aires y hay serias intenciones de tomar distancia de los mismos de siempre, la administración de Nayib Bukele debe hacer caso omiso de la solicitud de las cúpulas empresariales y ratificar el convenio de la OIT lo antes posible. No hacerlo significará ponerse del lado de la violencia y el acoso, contradiciendo cualquier esfuerzo a favor de la paz y el bienestar de las mayorías.