Ante las contradicciones

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Editorial UCA
03/02/2020

Los países se desarrollan más rápido cuando superan sus contradicciones. Por eso es importante reflexionar críticamente sobre ellas, para evitar el estancamiento. Y desde esa lógica hay que abordar, por ejemplo, el reciente acuerdo entre Israel y Estados Unidos, que daña gravemente los intereses de Palestina al pretender arrebatarle territorio reconocido por Naciones Unidas. El asunto viene a cuento porque en El Salvador hay un buen número de personas que descienden de palestinos. Los apellidos no mienten, como tampoco la influencia pública de muchos de ellos. Algunos de estos salvadoreños de ascendencia palestina han invertido sus capitales para el desarrollo de nuestro país; otros han generado esperanza desde sus posiciones políticas. Por ello, sorprende que frente al acuerdo propuesto por Estados Unidos el Gobierno de Nayib Bukele permanezca en un silencio cómplice. ¿Es que acaso se ignora qué es el agradecimiento y la solidaridad entre los pueblos? Ese tipo de contradicciones se repite en múltiples temas.

Nos indignamos, y con toda razón, cuando una figura pública abusa de un menor. Pero poco se dice de la enorme cantidad de abusos sexuales contra menores que quedan en la impunidad. Incluso se llega al absurdo de oponerse a que haya educación sexual en las escuelas cuando diversos patrones culturales propician estos abusos. Por otra parte, a pesar de que en el código penal vigente está bien tipificado el delito de aborto y las diferentes penas que se pueden imponer dependiendo de las circunstancias, muchos jueces y fiscales prefieren considerar todo aborto como un homicidio y piden 30 o 40 años de cárcel para hechos que tienen todos los signos de un parto extrahospitalario. Y luego se afirma sin vergüenza que en el país se respeta la dignidad de la mujer.

Nos alegramos del descenso de homicidios, pero se deja de lado el aumento de las desapariciones. Nos quejamos del tráfico, pero en las calles imperan los insultos y la ley del más fuerte, dejando sin crítica a un Estado despreocupado de la cuestión. Juzgamos a políticos y personas que establecieron vínculos con las pandillas, pero se olvida que el fenómeno de las maras es un problema social que no se arregla con mano dura, sino con desarrollo equitativo, inversión e instituciones al servicio de la gente, en especial de los empobrecidos. Se ensalza la libertad de prensa, pero se ataca con virulencia a los críticos del poder; o peor aún, la libertad de prensa se utiliza para imponer visiones de la realidad parciales, poco inclusivas.

Mucha gente se ha acostumbrado a juzgar como “doble moral” este tipo de contradicciones, y se extiende el concepto a cualquier situación que no gusta. Sin embargo, quien condena la doble moral cae en la misma cuando no acompaña con acciones la opinión crítica. Por supuesto, no existe persona ni institución que no caiga en contradicciones. La solución no es nunca el grito o el desprecio, mucho menos la alegría ante la incoherencia ajena. El Salvador tiene demasiados problemas graves cuya solución debe proceder del diálogo. No del diálogo tramposo y con frecuencia prepotente con el que algunos manejan temas tan necesariamente humanos como las leyes de justicia transicional o la ley del agua. En estos temas complejos, el análisis de la realidad y los derechos humanos deben ser los elementos prioritarios, no los intereses privados o los compromisos de los políticos. Dialogar es siempre tener una actitud de comprensión. Comprender para encontrar soluciones que abonan al bien común, en particular de los más débiles.

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