Centenario y Congreso Eucarístico

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Editorial UCA
14/08/2013

La Iglesia católica ha celebrado los cien años de la arquidiócesis de San Salvador y del establecimiento de los obispados de San Miguel y Santa Ana. Y ha puesto en el centro de esta celebración un Congreso Eucarístico. Más allá del significado religioso y de acción de gracias por este primer centenario, también es bueno reflexionar sobre las exigencias éticas de esta celebración. Festejar un centenario es recordar a todas las personas que construyeron Iglesia y dejaron huella en ella. Por supuesto, es también comprometerse con el mensaje, enseñanzas y testimonio cristiano del que somos herederos. El cardenal Jaime Ortega, arzobispo de La Habana, que presidió la multitudinaria misa final del Congreso Eucarístico, expresó en la homilía su deseo de ver pronto en los altares a monseñor Romero. El aplauso que sucedió a la frase del cardenal evidenció todo el cariño que los salvadoreños tenemos a quien para nosotros es padre, profeta y guía que nos lleva a Cristo y nos impulsa a convivir desde la solidaridad, el amor y la justicia social. Figura señera de la Iglesia salvadoreña, el arzobispo mártir no podía estar ausente de esta festividad centenaria y eucarística.

Culminar la celebración de un centenario eclesial con un Congreso Eucarístico tiene también un profundo sentido. Celebrar la eucaristía es celebrar tanto el amor de Dios como la capacidad humana de amar al modo de Jesucristo. El cardenal Ortega insistió en la necesidad de amar al estilo de Jesús de Nazaret: sirviendo a todos, y de un modo especial a marginados y débiles. Este servicio que la Iglesia ha mantenido de un modo constante en El Salvador, a pesar de nuestras debilidades e incongruencias, indica la opción ética cristiana: transformar el mundo desde el mismo lugar que lo empezó a transformar Jesús. Queremos transformar desde abajo, desde la actitud permanente de servicio. Los políticos y quienes aspiran al "peligroso mando" casi siempre tratan de transformar el mundo y la sociedad desde arriba. Se mueven desde el poder y la lejanía. La Iglesia muestra un camino alternativo, con frecuencia con la paciencia de la semilla que asume la generosidad e incluso la muerte para dar mucho fruto en el futuro.

La eucaristía, lo señaló el cardenal Ortega, no solo es un sacramento, sino también el símbolo de una opción de vida. Es el banquete en el que quien preside sirve incluso en las tareas más humildes al invitado, como en la tradición de lavar los pies en el antiguo Oriente, relegada con frecuencia a los esclavos y asumida por Jesús de Nazaret en la última cena. Construir la sociedad desde el servicio a los pobres es el modo cristiano de participar en la vida de la polis. Los mártires, como Romero, Rutilio y tantos otros, son testigos de ese servicio fiel, radicado en el amor a Cristo presente en los más pobres.

El cardenal Ortega tenía muy en cuenta esa historia martirial salvadoreña y sacó tiempo en su periplo para visitar, en primer lugar, la tumba de Romero, y después llegar al Museo de los Mártires en la UCA, donde se recuerda, entre muchos otros, a los jesuitas, a nuestro obispo mártir, a las cuatro monjas Maryknoll y a los inocentes campesinos, mujeres, ancianos y niños, asesinados en las muchas masacres sucedidas en aquellos días aciagos. Las llamadas del cardenal en su homilía en El Cafetalón pidiendo reconciliación, no violencia y paz, tenían sin duda como trasfondo tanto la situación actual como el recuerdo generoso de los mártires y de las víctimas inocentes. Reconciliación solo posible con base en la verdad y la aceptación de la igual dignidad de la persona humana, para nosotros los cristianos construida definitivamente sobre la persona de Jesús, el Cristo.

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Anónimo
15/08/2013
16:41 pm
y el editorial de hoy 15 de agosto?
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Anónimo
14/08/2013
18:21 pm
¿De que sirve ser pobre, se puede ayudar a otros siendo pobre?, por otro lado todos perdimos seres queridos en la guerra no solo ustedes, Dios no tiene preferencias, para con nadie, eso es lo maravilloso de Él.
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Anónimo
14/08/2013
16:46 pm
Importante resaltar estos elementos, que ojalá hallan sido captados por la mayoría de la gente, pues queda la sensación ue las mayorías, la concurrencia, se queda con lo puramente celebrativo. Y no en el contenido esencial del mensaje. Principalmente si la Arquidiócesis y las diócesis de San Miguel y Santa Ana, no hicieron énfasis en lo histórico-teológico.
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