Desde la empatía a la razón

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Editorial UCA
18/09/2023

La pensadora Adela Cortina señala que la ética debe partir siempre de dos elementos: de lo que es razonable y justo, según las grandes tradiciones del pensamiento, y de los sentimientos profundos de solidaridad y misericordia. El primer aspecto recoge toda la experiencia humana de pactos, convenios y reflexiones sobre derechos humanos. Y el segundo implica ponerse en el lugar de las víctimas de sufrimientos injustos propiciados desde cualquier ámbito de poder, sea político, económico o social. Razón y sentimientos unidos generan lo que la catedrática universitaria llama ética cordial.

En la mayoría de países de este istmo que une el norte y el sur del continente americano, abundan las violaciones a los derechos humanos y el sufrimiento injusto. Nicaragua mantiene un Estado policíaco que reprime el pensamiento crítico con penas brutales reñidas con todos los pactos y convenciones firmadas por el país. El destierro, la cárcel, la privación de nacionalidad, el espionaje, el chantaje y las represalias contra los familiares de quienes se han manifestado críticamente en algún momento son pan de cada día en la sociedad nicaragüense. Guatemala está atenazado por un grupo mafioso de poder en el que se mezclan exmilitares genocidas, empresarios y narcotraficantes; un grupo que pretende burlar el reclamo democrático de la población e impedir el acceso al Ejecutivo del candidato a la presidencia elegido recientemente, o al menos anular sus posibilidades de reforma social.

En el Salvador se está imponiendo un autoritarismo creciente, con amplia influencia en medios y redes sociales, que ofrece soluciones a algunos problemas sociales sin que importen los medios utilizados, muchas veces reñidos claramente con el Estado de derecho. En Honduras, aun con algunas perspectivas de cambio respecto al autoritarismo represivo anterior, se entremezclan demasiados intereses más empeñados en mantener privilegios que en impulsar el bien común. En los cuatro países los pobres son los que más sufren y los que más forzados se ven a la migración o a plegarse a promesas falsas.

Convertir en cultura los derechos humanos, aceptar en la convivencia y en el derecho la dignidad presente en toda persona por el mero hecho de ser humana, e impulsar la justicia social son tareas ineludibles. Y más cuando las élites gobernantes adaptan a sus intereses el discurso sobre los derechos humanos. Quienes desde la razón apelan al pensamiento crítico deben también manifestar con mayor claridad su solidaridad con el sufrimiento concreto de tantas hermanas y hermanos. Si la razón teórica de los derechos humanos es por muchas circunstancias injustas asunto de minorías, el corazón y el sentimiento frente al dolor de quien sufre es patrimonio de todas las personas sensibles y capaces de empatía. Caminar desde la empatía a la razón es clave para construir una cultura solidaria capaz de vencer la pobreza y la vulnerabilidad  generalizadas. El fin nunca justifica los medios, menos aún cuando estos ofenden la dignidad de las personas. Mientras no se acepte esto, el peligro de convulsiones sociales siempre estará presente.

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