Educación de calidad, factor clave contra el trabajo infantil

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Editorial UCA
22/06/2015

En el Día del Maestro, en primer lugar, queremos felicitar a todas aquellas personas e instituciones que se dedican a la educación y formación de la niñez y la juventud en nuestro país. Una tarea que es de mucha transcendencia tanto para los estudiantes como para la sociedad en general. Los animamos a realizar su labor con entrega y generosidad, poniendo en ella alma, vida y corazón, asumiendo que su papel va más allá de transmitir y evaluar conocimientos. Los maestros tienen su razón de ser en los niños y jóvenes que asisten a las aulas; allí se convierten en formadores de personas, fomentan los principios y valores que regirán las vidas de los futuros adultos. Ese es su mayor legado.

En esta línea, nos parece oportuno compartir las reflexiones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre la importancia de la educación, en el marco de su campaña “No al trabajo infantil, sí a una educación de calidad”. Reflexiones que son válidas y aplicables a nuestra realidad educativa y laboral. Según la OIT, “las estimaciones mundiales más recientes señalan que unos 120 millones de niños de 5 a 14 años de edad se encuentran en situación de trabajo infantil (…) La persistencia del trabajo infantil tiene sus raíces en la pobreza, la falta de trabajo decente para los adultos, la falta de protección social y la incapacidad para asegurar la asistencia de los niños a la escuela hasta la edad mínima legal de admisión al empleo”. Ante este panorama, la OIT ha considerado dedicar el Día Mundial contra el Trabajo Infantil, que se celebra el 12 de junio, a la educación de calidad como un factor clave en la lucha contra el trabajo infantil.

En base a ello, la OIT afirma: “Una educación de calidad, gratuita y obligatoria hasta la edad mínima de admisión al empleo es un instrumento fundamental para acabar con el trabajo infantil. La asistencia a la escuela aparta a los niños, al menos en parte, del mercado laboral y sienta las bases para la adquisición de cualificaciones profesionales necesarias para un futuro empleo remunerado. La crisis mundial del empleo juvenil y los problemas que experimentan los jóvenes en la transición escuela-trabajo ponen de relieve la necesidad de una educación pertinente y de calidad que desarrolle las cualificaciones necesarias para tener éxito tanto en el mercado laboral como en la vida en general”.

Más adelante, la Organización señala cómo las limitaciones en las escuelas y la falta de inversión en las mismas están frenando el desarrollo: “La educación y la formación pueden ser impulsores claves del desarrollo económico y social y necesitan inversión. En muchos países, sin embargo, las escuelas disponibles para las familias pobres no cuentan con los recursos suficientes. Las instalaciones escolares totalmente inadecuadas, las aulas sobrecargadas de alumnos y la escasez de personal docente formado limitan el aprendizaje en lugar de favorecerlo y producen un efecto disuasivo respecto a la asistencia escolar. Para demasiados niños, los recursos para la educación se acaban en el nivel primario, simplemente a causa de la falta de escuelas físicamente accesibles, particularmente en las zonas rurales. Esto lleva inevitablemente a que los niños entren en el mercado del trabajo mucho antes de alcanzar la edad mínima legal de admisión al empleo. Por ello, es necesario que las políticas nacionales aseguren una inversión adecuada en la educación y formación públicas”.

El organismo internacional también hace un llamado a la calidad del profesorado y sus condiciones de trabajo: “La OIT también apoya a los profesionales sin los cuales no se puede lograr una educación de calidad: el personal docente. La OIT, junto con la Unesco, promueve los principios de la enseñanza de calidad en todos los niveles de la educación a través de las recomendaciones relativas al personal docente. Para lograr una educación de calidad, es de vital importancia el asegurar un personal docente profesional y competente con condiciones de trabajo decentes basadas en el diálogo social”. Y, para cerrar, hace referencia a los avances que se han dado, pero también a la necesidad de seguir dando pasos decididos para una mejor educación y la erradicación del trabajo infantil: “En los últimos diez años el número de niños en situación de trabajo infantil ha disminuido y el número de niños que asisten a la escuela ha aumentado. Aun así, queda mucho por hacer para acabar con el trabajo infantil (…) Entre los pasos más importantes que hay que dar se encuentran proveer una educación de calidad, gratuita y obligatoria; garantizar que todos los niños y niñas tengan acceso a condiciones de enseñanza seguras y de calidad; ofrecer oportunidades para los niños más mayores que no se han beneficiado de la escolarización formal, incluyendo programas de formación profesional específicos que también ofrezcan apoyo en educación básica; garantizar una coherencia y aplicación de las leyes sobre el trabajo infantil y la asistencia escolar; promover políticas de protección social para fomentar la asistencia escolar; disponer de personal docente profesional debidamente formado y motivado, que se beneficie de condiciones de trabajo decentes basadas en el diálogo social; proteger a los jóvenes trabajadores cuando dejan la escuela para acceder al mercado laboral, y prevenir así que caigan en formas inaceptables de trabajo”.

Suscribimos estas reflexiones para seguir reclamando, como hemos hecho desde este espacio y en diversos foros nacionales, una educación de calidad para todos los sectores de nuestro país, la cual no se logrará sin una mayor inversión.

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Anónimo
23/06/2015
05:49 am
Que buen editorial. Quisiera agregar que la educación sin valores no es nada, pues aún las mejores herramientas creadas bajo el intelecto pueden utilizarse para hacer el mal. Por lo tanto creería que el otro factor importante es la familia, pues aunque los maestros hagan su buena labor de transmitir conocimientos, no se hará nada si no se tienen valores y principios, los cuales se forman desde el hogar. Este debería ser el otro componente al cual el Estado debería apostarle juntamente con la educación.
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