Hablar de los amaños en el futbol nacional obviando lo que sucede en el mundo en esta materia es tan inexacto como abordar el tráfico de drogas en El Salvador sin hacer referencia a la industria regional del narcotráfico. En estas semanas, mucha tinta se ha vertido en el país sobre los arreglos de partidos. El escándalo vende, y los amaños huelen mal; por eso, aunque sin pruebas, se sigue tratando el tema y señalando nombres de jugadores sin ponderar que se atenta contra la dignidad de personas y se puede afectar su futuro y el de su familia. En 2012, Guatemala se curó rápido en salud al castigar ejemplarmente a tres de sus más reconocidos futbolistas luego de comprobárseles su participación en arreglos de la selección chapina. En nuestro país, llevamos años escuchando hablar de la cuestión, pero nunca se ha pasado del rumor.
Lo que está claro es que al futbol se le ha corrompido globalmente. Hay suficientes pruebas de que el amaño de partidos está a la orden del día; no se pueden cerrar los ojos ante esa realidad. Se estima que en el mundo se apuestan a diario más de tres mil millones de dólares en eventos deportivos, de futbol en su mayoría, y sobre todo asiáticos. La Oficina Europea de Policía (Europol) hizo pública una investigación desarrollada entre 2008 y 2011, la cual concluye, entre otros puntos, que 680 juegos despiertan fuertes sospechas de amaño. En la operación se identificaron partidos clasificatorios de un mundial, de la Champions League, de torneos europeos y otros disputados en América, África y Asia.
A las casas apostadoras no les importa el resultado de los partidos, pues se llevan su parte independientemente de qué equipos ganen o pierdan. El sistema está diseñado para que los pequeños apostadores corran todos los riesgos. Esto es parte intrínseca de la situación actual del futbol. Y su dinámica más perversa, el amaño de partidos, está corroyendo la integridad del deporte a todo nivel y en todo lugar. La investigación de la Europol señala que la magnitud de los amaños descubiertos solo puede explicarse si la trama involucra tanto a jugadores y árbitros como a directivos y otros altos cargos. La UEFA y la FIFA han hablado de aplastar la corrupción, pero no pasan de las palabras, y las autoridades salvadoreñas del futbol parecen emularlas. Todos parecen estar más preocupados por los beneficios inmediatos que por cambios de largo plazo.
El amaño de partidos debería preocupar tanto o más que el dopaje. Una parte significativa de los resultados de uno de los deportes más populares del planeta se está decidiendo fuera de las canchas. El problema está servido y urge que se enfrente pronto de una manera seria y profesional, dejando a un lado el sensacionalismo irresponsable que vende, daña y no resuelve nada. Ojalá que el asunto de los amaños no corra la misma suerte que el del narcotráfico: caen presos los últimos eslabones de la cadena, las mulas, los motoristas, los que menudean con la droga; los grandes, los que manejan los hilos del negocio, casi nunca son afectados.