Las campañas políticas son siempre una muestra de la ética que los políticos están dispuestos a seguir en sus gobiernos. Cuando la ética es baja, se puede dar por seguro que al llegar al Gobierno —con más poder que cuando se hace la campaña— se podrán desarrollar trampas mucho más espectaculares que las que puedan aparecer en la propaganda electoral. Mentir no es problema para los políticos, como tampoco insultar, denigrar, inventar, difamar, etc. Y siguiendo el ejemplo de los políticos, no son pocos los que se dedican a hacer lo mismo, confundiendo el espíritu ciudadano, que exige participación, con la chabacanería, que pretende participar insultando.
Y en esto no debemos engañarnos. La derecha es capaz de mantener una propaganda muy civilizada por una parte, pero permitir, cuando no desea insultar en exceso, que testaferros hagan la labor sucia, insultando, mintiendo y diciendo barbaridades. La izquierda, con menos recursos monetarios, suelta a sus miembros más exaltados para que insulten de modo gratuito pintando paredes o enviando dibujos estúpidos por Internet. Nada de eso beneficia a la sociedad salvadoreña. Y todos tenemos que preguntarnos si eso es lo que queremos para el país: partidos a los que se les permite impunemente mentir, insultar y utilizar la trampa y la chabacanería como arma política.
Evidentemente, no sólo los partidos mienten e insultan. El Diario de Hoy publicaba hace poco un reportaje sobre la destrucción del Puente de Oro y no se privaba de afirmar un "se dice que" el jesuita Jon Cortina diseñó los puntos donde debían ponerse explosivos. Mentir es fácil, especialmente cuando se pone delante el "se dice que". Y más cuando lo que "se dice que" se afirma de un difunto. Si todos los medios nos dedicáramos a publicar lo que "se dice" del señor Altamirano, dueño de ese periódico, no terminaríamos nunca. Pero el "se dice que" no suele ser noticia sino chambre. Otra cosa es publicar que en informes dados a la Comisión de la Verdad aparece el nombre de Enrique Altamirano como financista de los escuadrones de la muerte. Podrá ser cierto o no, pero ello aparece repetidas veces en declaraciones que dio gente de derecha a dicha Comisión. Y eso sí puede considerarse noticia. Ahí se dice la fuente y no se utiliza un "se dice que", que ni es periodístico ni es ético.
Pero al menos Enrique Altamirano no pretende ser candidato, y eso siempre es un alivio para El Salvador. Que sea de la misma baja ralea de quienes mienten, sean de ARENA, del FMLN o de cualquier otro partido, es problema de él y de quienes le hagan caso. Como es problema de cada ciudadano el quedarse callado antes los insultos y mentiras de los partidos, o de sus partidarios, dentro del ambiente de elecciones.
Aunque algunos no lo crean, la ética es fundamental para el desarrollo. En algunas empresas se ha ido descubriendo que la ética produce beneficios. Es parte de la responsabilidad social. Pero sobre todo la ética crea confianza, y la confianza genera cohesión social. Y sin cohesión social ningún país puede luchar exitosamente contra el crimen organizado, contra el subdesarrollo, contra la corrupción y contra la delincuencia.
En medio de esta campaña tan absurdamente larga, han salido mentiras e insultos, y probablemente seguirán saliendo. Nuestro grado de responsabilidad no llega a tanto como para enfrentarnos ciudadana y masivamente a las mentiras. Pero es hora de ir diciendo basta. Queremos que los partidos digan cuál es su proyecto concreto con El Salvador. Si van a aliviar la pobreza y cómo. Si van a impulsar el trabajo y cómo. Si van a vencer la delincuencia y cómo. Y muchas más informaciones concretas que nos deben, en vez de andar prometiendo felicidad en general. Es hora también de exigir que el Tribunal Supremo Electoral tenga una mayor presencia y actividad en el adecentamiento de las campañas políticas. Si logramos un poco más de ética en la campaña, el futuro será más promisorio, gane quien gane. También en política la ética produce dividendos.