En El Salvador, miles de personas protagonizan los esfuerzos por cambiarlo, por hacer algo por los demás, por tratar de aliviar difíciles situaciones comunales; en definitiva, personas que dedican su energía y su tiempo a ayudar a otros, llevándoles una palabra de aliento y esperanza, o animando a transformar sus localidades. Hombres y mujeres que viven practicando la solidaridad silenciosamente, sin aspavientos, personas que a diario hacen realidad las palabras del Evangelio: "Ama al prójimo como a ti mismo". Por su entrega a los demás con el objetivo común de ofrecer un poco de amor y hacer más llevadera la dura y difícil realidad de muchos de nuestros compatriotas, han hecho que sus vidas sean dignas de admiración.
La mayoría de esta gente entregada y solidaria es prácticamente desconocida a nivel nacional; hacen su labor altruista y generosa en su caserío o cantón, y es allí donde son queridos y admirados. En general, no buscan reconocimiento y su principal satisfacción es que sus esfuerzos alcancen los objetivos propuestos. Su mejor recompensa es la satisfacción del trabajo hecho por los demás. Gracias a estos miles de héroes, repartidos a lo largo de la geografía nacional, El Salvador es cada día un poco mejor; ellos han ayudado a muchos a encontrar solución a sus problemas, a reorientar sus vidas, a mejorar sus condiciones de existencia, a cambiar sus comunidades, en definitiva, a vivir más dignamente.
Desde hace algunos años, fundaciones vinculadas a la empresa privada se han propuesto dar a conocer a estas personas y a sus organizaciones, y para ello desarrollan concursos que reconocen la labor hecha por medio de premios. En estos momentos de desesperanza que vivimos, cuando las noticias más frecuentes nos hablan de violencia, corrupción, actitudes abusivas de todo tipo, falta de oportunidades, refrescan y despiertan el optimismo las que nos dan a conocer la vida de compatriotas que han puesto sus vidas al servicio de los demás. Estos premios nos permiten conocer a miembros ejemplares de ese gran ejército pacífico de salvadoreños que representan lo mejor de nuestro pueblo.
Al respecto, la Fundación Gloria de Kriete fue la pionera con su Premio Ayudando a quienes Ayudan. Y recientemente, la Fundación TCS se ha unido creando el galardón Salvadoreño Comprometido. Son ambas buenas y necesarias iniciativas, pues permiten reconocer a personas y entidades que de forma altruista tienden una mano a los más necesitados, y a la vez les ofrecen un apoyo para seguir haciendo su trabajo. Lastimosamente, estas dos instituciones han optado por premiar a personas que no cuestionan el sistema que genera muchas de las situaciones dramáticas que ellas mismas atienden; dejan fuera a organizaciones y personas que centran sus esfuerzos en cambiar las dinámicas de exclusión y pobreza que nos caracterizan.
Son muchos los salvadoreños que tienen un sólido y sostenido compromiso con la construcción de un nuevo país. Su trabajo no consiste solamente en dar aliento y proporcionar bálsamo para los problemas de las personas. Se preguntan, además, por qué se dan estas situaciones y qué debe hacerse para que no sigan produciéndose. Buscan poner los medios necesarios y oportunos para que las cosas cambien en el país, de tal manera que las estructuras sociales, económicas, políticas y culturales den lugar a una realidad distinta, que no produzca indigencia, que no aboque a los jóvenes a la violencia y la marginalidad, que no deprede el medioambiente. Este tipo de organizaciones y personas no son consideradas en los premios mencionados porque cuestionan el sistema político, económico y social, pero también merecen reconocimiento: su causa no solo es la del amor, sino también la de la justicia y la dignidad; una causa mayor, más honda, más humana.