Para mucha gente, no merece ningún crédito la denuncia de las autoridades venezolanas sobre un supuesto complot para asesinar al mandatario y candidato presidencial Nicolás Maduro. Para otros, en cambio, una denuncia de ese calibre no puede recibirse con oídos sordos. Y la verdad es que ambas posturas pueden encontrar argumentos que las sustenten. Según la Cancillería de Venezuela, los planes existen y su epicentro está en El Salvador. La presunta conversación entre el diputado de Arena Roberto D’Aubuisson y el coronel retirado David Koch Arana fue presentada este martes por las autoridades venezolanas como parte de las pruebas que presuntamente incriminan a ambos salvadoreños.
Ensombrece esta denuncia el hecho de hacerse en tiempos de campaña electoral. Y la sombra se cierne por partida doble, porque tanto en Venezuela como en El Salvador, todo lo que se haga o diga en este momento toca leerlo con lentes electorales. Los políticos, con tal de granjearse votos, son capaces de hacer o de inventarse cualquier cosa. Además, los que restan credibilidad a la denuncia recuerdan que, durante los 14 años desde la llegada de Hugo Chávez al poder, el Gobierno venezolano ha alertado sobre 30 planes de magnicidio. La mayoría de estas denuncias han ocurrido en épocas de elecciones y en ninguno de los casos hubo investigaciones concluyentes.
Contando a la reciente, en tres ocasiones se ha mencionado a El Salvador como plataforma de conspiraciones, pero hasta el momento no ha habido pruebas que demuestren que lo dicho es cierto. Recordemos que en junio de 2009, el presidente Hugo Chávez canceló a última hora su asistencia a la toma de posesión de Mauricio Funes por temor a un atentado en su contra. Y en vísperas de las elecciones parlamentarias del 26 de septiembre de 2010 en Venezuela, volvieron las denuncias de atentados que involucraban a agentes de El Salvador. Nada de eso se investigó en nuestro país.
Precisamente, los reiterados señalamientos sobre la participación de salvadoreños en actos desestabilizadores ameritan que se emprenda una seria investigación. En 2000, con ocasión de la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado en Panamá, el terrorista Luis Posada Carriles fue capturado bajo la acusación de fraguar un plan para asesinar al entonces presidente de Cuba, Fidel Castro. Al momento de su detención, Posada Carriles, el mismo que en 1976 hizo explotar un avión de Cubana de Aviación con 73 persona a bordo, portaba documentación legal salvadoreña, extendida bajo el nombre de Franco Rodríguez Mena. Eran tiempos del expresidente Francisco Flores y nunca hubo una explicación convincente ni mucho menos una exhaustiva investigación.
La vinculación de Posada Carriles con El Salvador se remonta a los años ochenta, cuando participaba activamente en el trasiego de armas para la Contra nicaragüense desde la base militar de Ilopango, en el contexto de la operación Irán-Contras, dirigida por Estados Unidos. También organizó atentados contra objetivos turísticos en La Habana con la participación de los salvadoreños Ernesto Cruz León y Otto Rodríguez Llerena, que todavía purgan largas condenas en la isla. Más recientemente, en 2010, fue capturado en Venezuela el salvadoreño Francisco Chávez Abarca bajo el cargo de atentar contra la estabilidad de cara a las elecciones legislativas de septiembre de ese año. A propósito de este caso, informes de inteligencia cubanos y salvadoreños, dados a conocer por La Prensa Gráfica en julio de 2010, revelaron que las células terroristas fundadas por Posada Carriles en El Salvador y Centroamérica seguían activas.
Otro hecho para no tomar a la ligera las acusaciones de las autoridades venezolanas es que el coronel retirado Koch Arana, acusado de fraguar el plan desestabilizador junto al diputado D’Aubuisson, fue capturado por la PNC en 2010 por portar armamento de uso exclusivo de la Fuerza Armada. El coronel fue detenido junto a un estadounidense, seis guatemaltecos, un hondureño y un británico. Todos los implicados fueron liberados.
En definitiva, hay que tener mucha sensatez y mesura a la hora de dimensionar una acusación que se da en plena agitación electoral en Venezuela y en plena campaña adelantada en El Salvador, pero no se debe cerrar los ojos a las vinculaciones que miembros del partido Arena han tenido con personas o grupos entregados a la desestabilización política y/o al terrorismo.