Poco antes de las cuatro de la tarde del 14 de noviembre, la gente empezó a ingresar al campus. Entre los adultos, niños y niñas de todas las edades, con los ojos de par en par, captando cada rostro y lugar.
Poco después, en el momento más fuerte y emotivo de la obra teatral La hora final, en la escena del asesinato de Elba, Celina y los seis jesuitas, el ruido de los disparos retumbó en el Auditorio “Ignacio Ellacuría”, y entre el público reinó el silencio y se revivió el sentimiento de impotencia ante una injusticia. Pero la historia, tanto en la obra como en la vida real, no termina en la muerte, sino con rosas, velas encendidas y un compromiso que asumen los que van tras los pasos de los mártires, los que año con año, en noviembre, se dan cita en la UCA para no olvidar.
Así, al ritmo de “cuando el pobre crea en el pobre... ya podremos cantar libertad”, finalizó la presentación teatral. Las más de quinientas personas que presenciaron la puesta en escena se dirigieron hacia el parqueo anexo del edificio del ICAS. Un grupo de voluntarios les entregaron los farolitos para la procesión y con las velas iluminando los rostros de las cientos de personas reunidas, inició el recorrido.
Como todos los años, alfombras de sal decoraron el camino. Los diseños fueron elaborados por empleados y estudiantes de la UCA, y jóvenes de diferentes organizaciones y universidades. En medio de la gente que acompañó la procesión, destacaron las palmas decoradas y los estandartes con los rostros de los ocho mártires.
Casi una hora después, la procesión de farolitos, luego recorrer parte del campus, regresó al estacionamiento, y se dio paso a la eucaristía en memoria de los mártires de El Salvador. La ceremonia fue oficiada por el P. Andreu Oliva, rector, y concelebrada por más de veinte sacerdotes, entre ellos el P. Rolando Alvarado, provincial de la Compañía de Jesús en Centroamérica.
“Los que recordamos y honramos a nuestros mártires es porque su vida y su muerte nos ha marcado. Estamos aquí porque en sus vidas encontramos algo que nos inspira y, de algún modo, deseamos continuar su ejemplo”, dijo el Rector al inicio de su homilía.
Asimismo, hizo un análisis de los problemas más agudos del país: el desempleo; los pocos avances en materia de derechos humanos; las amenazas ambientales (como la minería); la inseguridad; y las culturas machista y consumista, con raíces muy profundas en la sociedad salvadoreña.
Ante este panorama, Oliva exhortó a escuchar el mensaje que dan los mártires con su legado y sus vidas, que invitan “a superar la indiferencia” y a estar del lado de las víctimas. Pero advirtió que es necesario ir más allá de las obras de caridad y “levantar la voz contra el sistema que es fruto del pecado”, que deshumaniza. En ese marco aseguró que “optar por la vida es asumir la responsabilidad de transformar este mundo”.
Finalizada la eucaristía, inició el acto cultural con los grupos Sierra Madre (San Jacinto), Acústica (Ciudad Barrios), Sol Naciente (San Isidro Izalco), Horizontes (Puerto de La Libertad); y el colectivo de danza folclórica Yaxa Nutal (Mejicanos). Para cerrar la conmemoración, se presentó un homenaje musical dedicado a monseñor Romero.
El XXVI aniversario de los mártires se celebró en el marco del 50.° aniversario de la Universidad. A lo largo de las cinco décadas de labor, la realidad salvadoreña, con sus injusticias y desigualdades, ha sido la brújula de la misión de la UCA. Lo que sucedió en la madrugada del 16 de noviembre de 1989 es muestra del compromiso radical por cambiar a El Salvador y transformarlo en un país más humano y solidario.