Mi papá se llamaba Rodolfo Mauricio Aguilar. Nació en Santa Ana. Era el mayor de tres hermanos. Su mamá emigró a Estados Unidos y él se quedó a cargo de sus hermanos. Quiso estudiar para ser jesuita, pero por circunstancias familiares no lo pudo hacer. Sin embargo, siguió con su pasión de ayudar a las personas. Era maestro y artista. Ganó un premio por su pintura La muerte prematura. Estudió Filosofía en la Universidad Nacional de El Salvador, donde conoció a mi mamá. Ambos creían que era posible una sociedad igualitaria y digna. Era un buen papá, nos quería mucho. Él y mi mamá se organizaron en grupos universitarios, a inicios de los ochenta, participaban en manifestaciones.
El 27 de septiembre de 1981, mi papá, Rodolfo, desapareció. Yo tenía 15 meses de edad. Se fue a una reunión, pero nunca llegó. No se supo nada de él. Mi mamá y yo nos movimos; huimos por temor. Pero siempre preguntando si alguien lo había visto, qué habría sido de él... preguntas que ahí siguen. Hasta que un abogado le dijo que dejara de estar preguntando, pues era peligroso. Algunos dicen que vieron el cuerpo de mi papá al lado de una carretera... pero uno nunca sabe. En ese momento, era imposible irlo a buscar. En 1992, con la firma de los Acuerdos de Paz, mi abuela fue al Arzobispado para nombrar a mi papá como desaparecido, pero habían muchos casos... nunca se investigó.
El legado de mi papá vive dentro de mí y dentro de mi hija. Él vive en el trabajo que yo hago. Todos los salvadoreños tenemos un trauma colectivo, los de la diáspora en Estados Unidos, acá y en todo el mundo. Ya es hora de sanar. Aunque a veces sea más conveniente olvidarnos del pasado, para nosotros, que lo hemos vivido en el pellejo, es imposible.
¡Rodolfo Mauricio Aguilar, presente! Desparecieron el cuerpo de nuestros seres queridos, pero nunca su memoria.
El texto anterior es parte del testimonio brindado por Sara Aguilar, salvadoreña-estadounidense, cineasta e hija de Rodolfo Aguilar, en el foro “Desaparición forzada durante el conflicto armado salvadoreño: búsqueda, verdad y reconciliación”, que se llevó a cabo el 28 de enero en el Auditorio “Segundo Montes, S.J.”. El evento formó parte de las actividades de la delegación de la Fundación Mauricio Aquino, que reúne a salvadoreño-estadounidenses hijos e hijas de desaparecidos durante la guerra civil. La delegación visitó el país con el fin de iniciar un esfuerzo que les permita encontrar respuestas sobre lo sucedido a sus familiares.
El grupo vino acompañado por el congresista demócrata James McGovern; Cindy Buhl, director de Asuntos Legislativos en la oficina del congresista; Geoff Thale, director de Programas de la Oficina de Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA); Rossana Pérez, activista comunitaria (Los Ángeles, California); Naomi Roht-Arriaza, de la Universidad de California; Angelina Snodgrass, directora del Centro de Derechos Humanos de la Universidad de Washington; Kevin Burke, S.J., de la Universidad de Santa Clara (California); Diane Clyne, directora de Desarrollo de las Hermanas de la Misericordia (San Francisco, California); y Leonor Arteaga, de la Fundación para el Debido Proceso de Washington.
Durante su estadía en El Salvador, se reunieron con el Presidente de la República y otros funcionarios del Gobierno para discutir proyectos como la desclasificación de documentos oficiales relacionados a desapariciones forzadas y la creación de una Comisión Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas durante el Conflicto Armado.
En el foro, McGovern señaló que, a 25 años de la firma de la paz, sigue pendiente la búsqueda de la verdad y la reparación de las víctimas. “La paz no viene con la firma de acuerdos. El trabajo de construir la paz, de fortalecer las instituciones democráticas, de promover la reconciliación, la verdad y la justicia empieza el día después de la firma de un acuerdo”. Sobre la situación de los familiares de desaparecidos, dijo que “el pasado nunca es solamente el pasado; vive en el presente y hace eco en las vidas diarias de miles de salvadoreños cuyos familiares, amigos, vecinos y colegas desaparecieron en la guerra civil”. Ellos “tienen memoria y preguntas acerca de sus parientes: dónde están, qué les pasó, dónde están sus restos y si algún día sabrán la verdad”.
El congresista reconoció que Estados Unidos jugó un papel clave en el financiamiento del conflicto armado, lo que, a su juicio, no hizo más que prolongar la guerra. “No siento orgullo por esto, rendimos cuentas, y tenemos la responsabilidad de ayudar a cerrar las heridas”.
Francisco Ortiz, que en el foro relató la historia de dos de sus familiares desaparecidos, indicó que la búsqueda de la verdad significa “darle continuación a los sueños que fueron arrebatados; estamos desafiando a la impunidad”. Los representantes de la Fundación Mauricio Aquino que dieron testimonio fueron Omar Corletto, cuyo padre desapareció en 1981; y Jamie Harvey y Angela Fillingim, adoptadas por sendas familias estadounidenses. También participaron Sofía Hernández, quien narró las circunstancias del asesinato y desaparición de algunos de sus familiares y vecinos de comunidad; y Roberto Sierra, que logró reunirse con su familia biológica gracias a las gestiones de la Asociación Pro-Búsqueda.
Como cierre del foro, se contó con la participación de David Morales, exprocurador para la Defensa de los Derechos Humanos; y Abraham Ábrego, director de Fespad.
“Los huesos de nuestros padres”
El 27 de enero, la delegación de la Fundación Mauricio Aquino, McGovern, el P. Andreu Oliva (rector) y representantes de Fespad y la Fundación para el Debido Proceso, entre otras, participaron en una conferencia de prensa en el Auditorio Elba y Celina Ramos. En la actividad se presentó públicamente la campaña “Los huesos de nuestros padres”, impulsada por la Fundación Mauricio Aquino.
En esta comparecencia ante los medios, Oliva aseguró que la campaña hace un llamado a “no olvidar a los diez mil desaparecidos que dejó el conflicto armado ni el derecho que tienen los familiares de encontrarlos”. Y explicó que este tipo de esfuerzos son necesarios “si queremos avanzar hacia la reconciliación y la paz en El Salvador”.
Silvia Rosales Fike, cofundadora de la Fundación, brindó los detalles y objetivo de la campaña, que nació para “unir las voces” de los que viven en Estados Unidos y todavía buscan a su madre o a su padre desaparecidos durante la guerra.
Rosales es madre de Alejandra Aquino Fike, fundadora de la campaña y esposa de Mauricio Aquino, que desapareció en 1981, a manos de la Policía de Hacienda. “Hasta este momento, él continua secuestrado”, aseguró Rosales. En su intervención, reflexionó sobre el sufrimiento de los familiares de desaparecidos, quienes “viven todos los días ese secuestro y esperan que regresen”; y destacó el derecho que tienen de encontrar los restos y darles una sepultura digna. “Es momento de reconciliación, de darle término a esta pena permanente que llevan los hijos, hijas y familiares de desaparecidos en El Salvador, en Estados Unidos y en muchas otras partes del mundo, donde se refugiaron los salvadoreños durante la guerra”.
La activista dejó claro el objetivo de la Fundación y la campaña: “No estamos buscando revancha, no buscamos persecución criminal, ni compensación económica, queremos la verdad. Ya es tiempo que sepamos la verdad. ¿Dónde están?”.