Ser analfabeto religioso no es negativo ni siempre depende de uno. Lo malo es tener la posibilidad de salir de él y no querer hacerlo. El que sabe que no sabe pregunta o se instruye, y eso es siempre positivo. Pero algunos diputados, tal vez demasiado pagados de sí mismos, en vez de preguntar o dialogar prefieren exhibir su analfabetismo religioso. Una muestra llamativa de ello la acaba de dar el Presidente de la Asamblea Legislativa cuando, al comentar la defensa religiosa del agua, declaró públicamente que a veces no comprende a la Iglesia católica. No todos tienen que comprenderla, pero en su defensa de un bien público como lo es el agua, si no se la entiende es porque no se quiere preguntar. O simplemente no se quiere leer.
Si el diputado hubiera hojeado el documento de Aparecida, donde todos los obispos latinoamericanos ofrecieron pautas de desarrollo equitativo y sostenible para nuestros pueblos, habría podido ver la preocupación episcopal por el agua: “Las aguas están siendo tratadas como si fueran una mercancía negociable por las empresas, además de haber sido transformadas en un bien disputado por las grandes potencias” (Aparecida 85). Lo que a todos los obispos y miembros de la Iglesia católica nos preocupa en América Latina, “una equitativa distribución de la tierra, del agua y de los espacios urbanos” (Aparecida 474), preocupa también en El Salvador. Ya mucha agua está convertida en negocio. Y la preocupación crece cuando vemos que en el ente rector del agua se quiere dar un peso excesivo a una gremial de la empresa privada.
Si Norman Quijano quisiera más información puede leer la Laudato si, donde el papa Francisco expresa la siguiente preocupación: “Mientras se deteriora constantemente la calidad del agua disponible, en algunos lugares avanza la tendencia a privatizar este recurso escaso, convertido en mercancía que se regula por las leyes del mercado” (LS 30). Si la Asamblea Legislativa coloca a la empresa privada en posición de liderazgo en la gestión del agua, no es raro que la Iglesia sienta una clara prevención frente a la ley que quieren imponernos.
Si el Presidente de la Asamblea Legislativa padece una clara ignorancia religiosa respecto al catolicismo, otros diputados tienen un analfabetismo religioso de primer orden. El arenero que salió diciendo que la Iglesia alienta el odio de clases es el más ridículo. Lo mismo que el miembro del PCN que aseguró que es ideológica la frase que encabeza el pronunciamiento de la conferencia episcopal de El Salvador: “No permitamos que los pobres mueran de sed”. En el país, muere gente por falta de acceso a agua sana tanto para consumo como para saneamiento. Es un hecho. Y de haber odio de clase, sería de parte de los poderosos hacia los pobres, no viceversa. Darle demasiado peso a la empresa privada en la gestión del agua hace suponer un mayor interés por los beneficios comerciales del agua que por el derecho humano a la misma.
La ignorancia no es en principio un problema; afincarse en ella sí lo es. Y en el tema religioso, más allá de la legítima opción de optar responsablemente por una religión o no, hay aspectos que no es necesario saber. Pero en un país de clara tradición cristiana y con un amplio número de católicos, los diputados deberían conocer y respetar aspectos básicos de la fe de la ciudadanía. La opción por los pobres y la preocupación por el deterioro ecológico que daña especialmente a la población empobrecida y/o vulnerable (mayoría en el país) son preocupaciones básicas de la Iglesia católica y de otras Iglesias.
Discutir, dialogar, investigar las razones que se exponen debería estar en la agenda de los diputados, en vez de reaccionar diciendo que no comprenden o que es ideológico lo que no coincide con su propia y muchas veces obsoleta ideología. Obstinarse en su analfabetismo religioso, cuando la Iglesia está dispuesta a hablar civilizada, objetiva y racionalmente, no es digno de un representante del pueblo. Y más cuando la Asamblea Legislativa aparece en los últimos puestos de confianza ciudadana y las Iglesias en los primeros.
* José María Tojeira, director del Idhuca.