Campaña electoral del FMLN 2021: el desgaste y la importancia de la izquierda

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A finales del 2020, la dirigente y diputada del FMLN, Nidia Díaz, declaró en una entrevista televisiva:“Esta es nuestra décima participación a nivel electoral desde 1994. Seguimos en la línea de mantener los actuales 23 escaños". Pero ya en enero de 2021, Óscar Ortiz, secretario general del partido, expresó: "Para las próximas elecciones esperamos obtener, al menos, un diputado por departamento", con lo que dejó entrever que considera que perderán únicamente nueve de los 23 escaños que obtuvieron en la elección pasada. Es decir que en un corto período han mermado las ambiciones del partido, lo que da lugar a plantearse la pregunta: ¿Qué ha pasado con el FMLN? 

Para responder esa interrogante se considera necesario revisar el recorrido del partido, que podría dividirse en tres períodos. En primer lugar, el partido fue una oposición privilegiada (1994-2009). En este período acogieron una agenda programática ideológica de un partido de masas con origen armado. Esto les permitió ser una organización bastante disciplinada que, a pesar de los cismas, nunca puso en peligro su existencia ni su importante posición en el sistema político. En esta etapa logró cimentar su identidad y tuvo un rol de oposición demandante e incómoda frente a Arena. En un segundo período (2009-2019), el FMLN consolidó sus triunfos legislativos y municipales, a lo que se añade la obtención de la Presidencia de la República, pero también el partido se vio obligado a cerrar sus círculos de toma de decisiones y a ser menos ambicioso con las promesas que hacía. Además, en este período también surgieron problemas de democracia interna en torno a la elección de liderazgos y una percepción de que la cúpula del partido utilizaba los recursos del Estado para su propio interés (lo que Katz y Mair llaman en Ciencia Política “partido cartel”). Estas situaciones generaron un desapego de una parte importante de sus simpatizantes.

En una tercera etapa (2019-), el FMLN regresó a su rol de oposición, pero mermado en su capital electoral y con una imagen desgastada. Aunque su plan Construyamos con la Gente tiene propuestas de salud, bienestar familiar, empleo, soluciones ambientales, democracia, derechos humanos y transparencia, esto no parece ser suficiente para volverse atractivos electoralmente. Las encuestas dan números poco alentadores para el partido en cuanto a las preferencias electorales. A esto se suma que, para algunos cargos, el FMLN compite con candidatos poco conocidos, como es el caso de Rogelio Canales, aspirante a la alcaldía de San Salvador.

Aquí también cabe destacar que incluso otras candidaturas del partido, que tienen mayor visibilidad, se han visto en problemas para promover su imagen y han tenido que recurrir a la búsqueda de apoyos en otros partidos. Por ejemplo, Miguel Pereira, candidato a la alcaldía de San Miguel, recibió el respaldo de un grupo de base de Nuevas Ideas y también de un candidato a alcalde del CD para buscar el aumento de su arrastre electoral. Además, el FMLN ha reducido significativamente su campaña electoral. Apenas se han visto unos pocos spots televisivos, mupis y vallas para promover el voto por el partido. De hecho, la organización Acción Ciudadana confirma que ha habido un bajo gasto en propaganda electoral por parte del Frente. En enero de 2021, Nuevas Ideas ha gastado alrededor de $3,670,527.46 en propaganda, mientras que el FMLN apenas gastó $17,821.26. Lo anterior permite suponer que los resultados electorales del partido serán más modestos que los alcanzados en elecciones anteriores. Entonces, planteado este escenario, ¿Por qué es importante poner atención a este desgaste partidario del FMLN?

Construir un proyecto como el del Frente ha sido complicado y costoso (en términos de tiempo y de vidas humanas). Hay que recordar que este proyecto surgió como una respuesta a la exclusión política y económica en una parte importante de la población. Con los Acuerdos de Paz, el partido logró incorporarse con éxito a la vida política, pero sus esfuerzos no fueron suficientes para la reducción de las desigualdades sociales ni para combatir la concentración de la riqueza ni la corrupción. Sin embargo, es de reconocer que el FMLN impulsó algunos proyectos focalizados a las mayorías y/o grupos vulnerables, como el aumento al salario mínimo, una reforma de salud, la Ley de Medicamentos, el acceso a la información pública y la prohibición a la minería metálica. 

Por otro lado, aunque habían señalado al neoliberalismo como problema, también promovieron acciones que contradecían sus ideales, por ejemplo: la promoción de las zonas económicas especiales (que beneficiaban a sobre todo a capital privado por sobre el interés público), los asocios público-privados, la administración de capitales y empresas bajo la ideología "de finalidad social", etc. Además, el FMLN trató con desdén los señalamientos de corrupción dentro del partido, el nepotismo, la imposición de candidaturas, el pago de favores con puestos en el gobierno, el "descabezamiento" y cooptación de líderes del movimiento social, entre otros. Pero probablemente el mayor descontento se dirige hacia aquellos dirigentes de izquierda que se aferran a su pasado revolucionario, pero que tienen prácticas "pequeño burguesas" y que continúan dentro del partido. Esa cúpula (cuasi inamovible) -que se sirvió para sí "con la cuchara más grande"- son quienes ponen en la situación más complicada al partido.

Esto no significa que la izquierda ya no sea pertinente. Por el contrario, la necesidad de cambios estructurales para combatir la desigualdad económica y la exclusión política, que motivaron su surgimiento, aún persisten. A largo plazo, este contexto debería ser una oportunidad para construir un nuevo proyecto político de izquierdas, que no consagre privilegios de cúpulas, que no sea tibio en temas como los derechos de las mujeres, de la diversidad sexual y la defensa del medio ambiente por sobre los intereses económicos minoritarios. 

Sin embargo, en el corto plazo, estos nuevos proyectos políticos de izquierda son inexistentes como opción electoral. Por su parte, el FMLN debería reconocer que no será capaz de encabezar procesos de transformación social, pero al menos podría aspirar, en el futuro inmediato, a ser un contrapeso momentáneo desde la oposición ante la amenaza de concentración de poder y de los abusos personalistas y autoritarios que están sucediendo desde el Ejecutivo. El electorado debe estar consciente que si el FMLN no logra constituirse como un contrapeso importante (ya sea porque no logran los escaños suficientes o porque sus diputados en la Asamblea no ejercen un papel contralor) los principales perjudicados no serán los dirigentes de los partidos, sino que, nuevamente, lo serán las grandes mayorías.

 

* Luis Eduardo Aguilar, Departamento de Sociología y Ciencias Políticas. Artículo publicado en el boletín Proceso N.° 34.

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