Catástrofes sanitarias y democracia

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Pandemocracia1 es un breve libro reactivo y de emergencia escrito al calor de la crisis sanitaria de dimensiones globales que hoy nos aqueja. Es esta una crisis de inusitadas dimensiones a la que inicialmente hemos hecho frente desde un desconcierto total y adoptando medidas políticas titubeantes algunas y draconianas otras. Todas ellas anacrónicas en cierto sentido pues emanan de “unos instrumentos de gobierno diseñados para gestionar epidemias no pandémicas, en tanto que son instituciones locales y no globales”. Estamos ante un interesante y sugestivo ensayo del conocido sociólogo y teórico de la complejidad, el vasco Daniel Innerarity que tiene como objetivo provocar reflexiones inéditas e inevitables sobre la coyuntura global que desde hace un año atravesamos. Al emprender esta tarea, que claramente se antoja improvisada, frágil e inconclusa, entre otras razones, por el abismo de incertidumbre que intenta atravesar, Innerarity ensaya once breves capítulos, todos ellos muy bien conectados entre sí, donde da cuerpo a su ejercicio reflexivo. Sintetizo rápidamente el o los argumentos centrales de los principales opúsculos para dar una mirada general y problematizarlos con algunos elementos relevantes de este incierto presente.

Sobre la complejidad de la pandemia: el argumento de Innerarity es que la crisis del coronavirus es un acontecimiento que “no se puede comprender sin gestionarlo desde un pensamiento complejo. Es decir, debe ser abordado en términos de complejidad sistémica” (a partir de análisis no lineales, de procesos de diferenciación funcional y de ámbitos con autonomía interna respecto del sistema en su conjunto, etcétera). Ello debe ser así porque para el autor, la pandemia es “un caso típico de acontecimiento discontinuo, catastrófico, repentino y no anticipado que golpea y modifica las sociedades” de modo incierto y catastrófico.

El final del mundo: el título del segundo capítulo contiene un juego de palabras. La pandemia no representa el fin de la humanidad, pero si es, claramente, el fin de una época o de una manera de entender el mundo en el que vivimos. Para Innerarity, la pandemia constituye sobre todo “un problema epistemológico más que propiamente epidemiológico”. Esta afirmación significa que las diferentes medidas con las que inicialmente se enfrentó a la pandemia estaban destinadas a fallar por la falsedad de los presupuestos desde donde se diseñaron esas medidas y respuestas. En efecto, “es cada vez más irreal, sostiene el autor, el supuesto de que vivimos en un mundo calculable, previsible y obediente a nuestras órdenes”. Por el contrario, existe en nuestras sociedades una “opacidad estructural” que nos coloca en una condición de ignorancia e inteligibilidad. Somos, pues, víctimas de un profundo “desconocimiento de un mundo de interdependencias, de un exceso de información y ruido, del carácter abierto y deslimitado de la realidad, así como también del comportamiento imprevisible de la tecnología y de sus impactos”.

Virus contra el populismo: sin embargo, la pandemia vislumbra algunas consecuencias positivas y prometedoras con las democracias aquejadas de los emergentes procesos populistas. El virus del covid acentúa “tres cosas que los líderes populistas detestan y esta crisis revaloriza”, afirma Innerarity, a saber: el conocimiento experto (versus el mesianismo populista); el valor de las instituciones y los protocolos, en este caso sanitarios (versus el pensamiento mágico); y, la comunidad global (versus el nacionalismo y nativismo) que tiende a unificar al mundo ante un riesgo de alcance global.

El drama de decidir: contiene otra vuelta de tuerca sobre las exigencias de tomar decisiones en contextos de incertidumbre y complejidad. Permite a Innerarity enfatizar las variables simultáneas en el tiempo y en importancia para atender a la pandemia. Es decir, que debe ser prioritario: la salud, la economía, la educación. A cuál de ellas damos prioridad.

Democracia en tiempos de pandemia: dado que como todos sabemos, no son buenos tiempos para la democracia en el mundo, Innerarity se pregunta si ¿volverá a ser lo que era antaño la democracia? Para responder a tal interrogante se parte de un diagnóstico que coloca a la democracia contemporánea en una encrucijada que no tiene precedentes. O se cae y “muere” o se resiste y renueva la democracia ante las inercias erosionadoras de la misma que presagian el tránsito hacia sistemas de controles sociales que consolidaran dichas tendencias autoritarias en la democracia.

Al respecto, la tesis de Innerarity sostiene que “la supervivencia de la democracia está condicionada a que sea capaz de actuar en los actuales entornos de complejidad, compatibilizando las expectativas de eficacia y los requerimientos de legitimidad”. Y aquí se anticipan tres claros problemas de nuestras democracias de hoy, a saber: “el de la excepción, el de la efectividad y el del cambio social”. Así, a pesar de sus reconocidas o supuestas debilidades este autor defiende que: a) las democracias sean más adecuadas que las autocracias para gestionar la crisis; que, b) las democracias son más transparentes que las autocracias; y, que, c) constatemos la paradoja de que “cuando llegan las catástrofes quienes más desesperan de que fuera posible cambiar la sociedad a través de la voluntad política ordinaria resultan ser los más esperanzadores de que la naturaleza ponga las cosas en su sitio”.

Otra globalización. “¿Entramos en un periodo de desglobalización o continuaremos como hasta ahora?”, se pregunta Innerarity en clave un tanto retórica pues para él en dicha interrogante hay un poco de irrealidad, dado que entiende que la globalización no es un proceso que “pueda detenerse y la hubiéramos puesto en marcha con una decisión expresa en algún momento determinado”. En realidad, atrás de esta pregunta hay dos falsos presupuestos. El primero, aferrarnos a la ilusión de que aún poseemos capacidad de control y/o soberanía sobre ciertos procesos sistémicos de la realidad. La segunda que, precisamente, hay actores soberanos a quienes podemos culpar por la pandemia. Es decir, actores que por torpeza o maldad son culpables de la presente crisis. Dentro de este contexto es fácil caer en el lugar común de volver a la globalización una suerte de “comodín de todas las explicaciones” de lo que acontece.

Aprender de la crisis y ¿cómo será el mundo después de la crisis? Son los dos capítulos conclusivos. Son también quizás los más especulativos, normativos y debatibles. En el primer de estos dos temas Innerarity reproduce clásicas tesis de la sociología del riesgo a partir de lamentar nuestra escasa capacidad estratégica y de previsión. Según Innerarity “el alegre determinismo con el que se asegura que las crisis son oportunidades se contradice con el hecho de que los aprendizajes que hacemos son exasperantemente lentos y desde luego no están a la altura ni se realizan con la profundidad que requerían los graves problemas que las crisis de este siglo han ido revelando acerca de la naturaleza de nuestra sociedad. En el segundo tema, el autor reafirma nociones de sentido común tales como que entrar al tema de “los pronósticos (es) una débil apuesta”, así como el hecho de que “es difícil separar la descripción de la prescripción. Nunca es sencillo, nos reafirma, distinguir lo que creemos que pasará y lo que desearíamos que pasara”. No se trata, en este aspecto, de adivinar un futuro, cuanto configurar un futuro deseable.

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1. Reseña de: Innerarity, D. (2020), Pandemocracia, Barcelona, Galaxia Gutenberg.


* Ángel Sermeño, de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Artículo publicado en el boletín Proceso N.° 27.

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