Competencia electoral

0

El llamado a comicios electorales en El Salvador evoca una serie de ideas y conceptos como competencia, carrera, lucha, ganadores, y perdedores. Al igual que en lo económico, la mayoría de prácticas y ejercicios del individuo e instituciones operan bajo el razonamiento de competencia en donde mérito, visto como la posibilidad de beneficio o perdida, determina la trayectoria, propósito y finalidad de su accionar.

El concepto de competencia implica una pugna entre dos o más competidores/adversarios con el fin de obtener un premio o recompensa al final del ejercicio. En el caso de la competencia electoral por la presidencia y diputaciones en El Salvador la recompensa para los principales partidos políticos es la conducción y manejo del gobierno por un periodo especifico. Dentro del cual existe también la posibilidad de avanzar sus intereses, individuales o partidarios, a veces de manera ilícita como lo hemos visto en ciertos casos recientemente. De esta forma, el uso del sufragio ciudadano en la mayoría de los casos (para el ciudadano común) no es una herramienta de empoderamiento democrático, más bien legitima la competencia entre grupos o partidos adversarios.

Dentro de esta lógica de competencia está el factor de mérito el cual conduce o limita el accionar de individuos, partidos, y organizaciones sociales. Constantemente se premia eficiencia en términos económicos y se sanciona ineficiencia, también en términos utilitarios. Esto implica que cuestiones de ganancia y perdida en términos de interés personal demarquen el propósito, proyecto y el orientar general de fuerzas de sujetos y organizaciones políticas De este modo, regularmente, el grueso de la población parecen ser los perdedores. Independientemente del partido, el apoyo y respaldo político de sujetos y entes económicamente dominantes resulta ser más provechoso o beneficioso para los partidos de acuerdo al interés individual y partidario, que el apoyo de la mayoría de la población y su solidaridad hacia la ciudadanía.

Esta misma lógica se extiende a lo privado en donde uno orienta sus fuerzas a un propósito y fin utilitario e individual. Esto fomenta el pensamiento de “uno obtiene lo que se merece.” Así, el rico en su mayoría adjudica su éxito a mérito propio, ignorando el conjunto de ventajas en su vida (aleatoriamente asignadas) como lo son acceso a buena educación, nutrición balanceada, hogar digno en las mejores zonas del país, herencia, y raza, entre otros, que favorecen en gran medida las expectativas, esperanzas, y calidad de vida de ese individuo. De la misma forma, a través de este razonamiento de competencia y mérito el empobrecido llega a aceptar su miseria como resultado de un merecimiento individual, en donde las circunstancias estructurales que afectan de manera negativa su vida, son ignoradas o aceptadas como el orden natural de las cosas.

El obviar este razonamiento, nos lleva a aceptar y reafirmar este sistema político y económico que socializa perdidas y privatiza las ganancias, y como hemos visto, ha resultado en el constante y progresivo deterioro de las relaciones humanas, naturaleza, y sociedad en El Salvador y el resto del mundo. Si fuese verdad que uno tiene los líderes o gobernantes que se merece, eso implica que se valida y naturaliza el mal operar y corrupción de nuestros gobernantes al transferir el fallo y perversión al individuo común.

Para muchos, esta lógica de competencia parece ser de sentido común o como el orden natural de las cosas, a la cual se atribuye el progreso o avance tecnológico de la sociedad moderna. Hay que estar conscientes de que esta lógica también ha propiciado un desapego generalizado en donde solo nos relacionamos como consumidores, adversarios, e instrumentos para lucro individual. Este razonamiento selectivamente premia a individuos en base a factores utilitarios más que humanos. Los derechos de ciudadanía (con sus respectivos beneficios) se les otorgan a individuos basados en su desempeño económico, el problema está en que este desempeño económico parte de una base fundamentalmente desigual.

Hoy día parece ser cada vez más complicada la existencia de solidaridad y asociación ciudadana por un fin común. La desconexión entre personas y la incapacidad de relacionar el beneficio común como indispensable para el beneficio individual nos ha llevado a aceptar este constante estado de competencia y antagonismo. La competencia electoral y hasta personal debiera referirse más al aspecto competente del individuo, es decir, a su capacidad intelectual y aptitud moral de efectuar cambios para el bien común, con un enfoque humano más que individual. Mientras no haya una expresión racional que suplante o cuestione esta dominante racionalidad de competencia en base a un valor utilitario individual/particular será difícil efectuar cambios cualitativos que afecten de forma positiva la vida de la mayoría.

Si bien parece utópico un cambio de conciencia de manera general, más cuando esos valores forman parte de nuestras personalidades y aspiraciones, debiéramos empezar por vernos como aliados más que como adversarios. Hay diferentes vínculos que nos hacen responsables el uno del otro. Desde un aspecto biológico o natural hasta lo ecológico, social, y político. El pensarnos como parte de un conjunto de personas vinculados y experimentando situaciones similares puede resultar más provechos que relacionarse como entes asilados comunicados a través de artefactos o dispositivos electrónicos. No es solo el hecho de pensarse como víctimas. Partiendo desde una concepción humana más que individual debemos poder distinguir y ser conscientes de lo irracional y absurdo de nuestra situación competitiva, y asumirnos como parte de una solución en la que el beneficio individual necesariamente esté ligado al bien común- social y natural.

Lo más visitado
0