La idea fuerza que ha escogido el papa Francisco para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2017 es “Comunicar esperanza y confianza en nuestro tiempo”. ¿De dónde surge la necesidad de abordar estos temas? Según un comunicado de la Secretaría de Comunicaciones del Vaticano, el mensaje pretende contrarrestar dos posibles enfermedades a las que puede llevar el sistema de comunicación actual: “anestesiar la conciencia” y “dejarse llevar por la desesperación”. Con respecto a lo primero, en el comunicado se afirma que es posible que la conciencia se cauterice debido a que los profesionales, los líderes de opinión y los medios de comunicación desarrollan su actividad lejos de los pobres, lo cual desemboca en la ignorancia de la complejidad de sus dramas y necesidades. Y al referirse a la segunda “enfermedad”, se señala que cuando la comunicación se vuelve espectáculo —más centrada en lo novedoso, insólito y escandaloso— se construyen acechanzas y peligros inminentes que llevan, personal y colectivamente, a la angustia y la desesperanza.
Así pues, constatadas estas dos afecciones, se plantea que la Jornada invite a aprender a comunicar confianza y esperanza para la sociedad y la historia. Este aprendizaje pasa, en principio, por evitar aquellas distorsiones producidas por un mal ejercicio del derecho a la comunicación. De ellas habló el papa ante los trabajadores de la televisión católica de la conferencia episcopal italiana, al señalar lo que él llama los “pecados de los medios”: la desinformación, la calumnia y la difamación. La desinformación que empuja a no decir todo, imposibilitando un juicio preciso sobre la realidad. La calumnia y la difamación que, en nombre de una irrestricta libertad de información, derivan en daño al honor y dignidad de las personas o los pueblos. Ante la presentación parcial de una verdad, los silencios, la manipulación del pasado, el olvido o la burda mentira, el papa invita a ser honrados con la realidad. En esta línea, Francisco manifestó que “la comunicación fue sometida a la propaganda, las ideologías, con fines políticos o para el control de la economía y la tecnología. [Pero] lo que hace bien a la comunicación es, en primer lugar, la parresía, es decir, el valor de hablar a la cara, de hablar con franqueza y libertad”.
En otro momento, al recibir en el Vaticano a una delegación de periodistas, recordó que pocas profesiones tienen tanta influencia en la sociedad como el periodismo. Precisó que es un rol de gran responsabilidad e importancia, porque a ellos les corresponde “escribir el primer borrador de la historia”. Asimismo, exhortó a los hombres y mujeres que ejercen este oficio a hacer de él “un instrumento de construcción, un factor de bien común, un acelerador de procesos de reconciliación”. Y pidió que se “rechace la tentación de fomentar el choque con un lenguaje que sople sobre el fuego de las divisiones”. Reconoció que la crítica en la profesión periodística no solo es legítima, sino también necesaria. Pero advirtió que esta no puede volverse un arma de destrucción. Tampoco “debe alimentar el miedo delante de los cambios o fenómenos como las migraciones forzadas por la guerra o por el hambre”.
De lo anterior las tres exigencias que él propone para el mundo de las comunicaciones sociales: amar la verdad, vivir con profesionalidad y asegurar el respeto a la dignidad humana. Explica que amar la verdad significa dar testimonio de ella con el propio trabajo, ser honesto consigo mismo y con los otros, discernir entre los matices del gris en los eventos que se narran, nunca decir o escribir algo que sea falso. Al hablar del vivir con profesionalidad, lo vincula no solo con lo que está estipulado en los códigos de ética, sino también con la independencia frente a los poderes. En este sentido, indicó que para ello es necesaria una sociedad democrática y recordó que toda dictadura intenta apoderarse de los medios de comunicación e imponer nuevas reglas a la profesión periodística. Y sobre el respeto a la dignidad humana, importante en todas las profesiones, subrayó que lo es “de manera particular en el periodismo, porque detrás de una simple narración, hay sentimientos, emociones, en definitiva, la vida de las personas”.
La idea fuerza del papa de aprender a comunicar confianza y esperanza para la historia nos trae a la memoria al beato Óscar Romero y al padre Ignacio Ellacuría. El primero, refiriéndose a sus predicaciones, decía:
Estas homilías quieren ser la voz de este pueblo. Quieren ser la voz de los que no tienen voz. Y por eso, sin duda, caen mal a aquellos que tienen demasiada voz. Esta pobre voz encontrará eco en aquellos que amen la verdad y amen de verdad a nuestro querido pueblo.
Y Ellacuría, al enunciar las notas propias de una prensa libre, resaltaba:
Es la que busca difundir información sin cortapisas, pero con responsabilidad; que posibilita un carácter incluyente en el derecho a ser informado e informar; que favorece la existencia no solo de periodistas independientes, sino también de medios que superan la información sesgada o el control monopólico de esta; la que desarrolla el derecho de réplica y garantiza la opinión ciudadana a cuyo servicio debe estar esa prensa ética.