Defensores de derechos humanos

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El Idhuca, junto con otras instituciones, ha comenzado recientemente una campaña en favor de proteger y visibilizar la labor de los defensores y defensoras de derechos humanos. Todavía hay sectores en El Salvador que piensan que los derechos humanos son un instrumento político o que solo sirven para defender a criminales. Algunos defensores han sido estigmatizados, amenazados o calumniados mientras cumplían con su noble tarea. Todavía me acuerdo de lo que contaba el P. Jon Cortina sobre lo que le aconteció a un investigador de Pro-Búsqueda. Este llegó a la casa de un militar, general retirado, para preguntarle sobre un operativo en el que había participado y en el cual se capturó a unos niños que fueron llevados a San Salvador para ser dados en adopción. Los parientes sobrevivientes de la guerra querían saber de ellos, reencontrarlos si era posible; no pretendían hacer denuncias ni crear conflictos con los padres adoptivos. El general retirado salió a la puerta de su casa y le dijo al miembro de Pro-Búsqueda: “La próxima vez que vengás, salgo con la pistola en la mano”. Nada extraño tratándose de un miembro de la famosa Tandona.

Hoy es más difícil llegar a esos extremos. Pero diversos comentarios a las publicaciones en línea de algunos medios muestran con frecuencia un vocabulario digno de los sectores más racistas y asquerosos de las peores dictaduras violadoras de derechos básicos. Incluso no faltan los suplantadores de identidad que se sirven de cualquier método para desacreditar personas. Defender a los defensores es tarea de todo ciudadano consciente. Porque hoy los defensores cubren una enorme cantidad de temas que pasarían inadvertidos si no existieran ellos. La defensa de la mujer ante delitos de odio y abuso ha ido mejorando gracias a activas defensoras pertenecientes a la sociedad civil. Aunque la violación y la agresión sexual continúan siendo una verdadera epidemia, los avances han sido importantes. La defensa de nuestro patrimonio cultural indígena tiene como protagonistas a personas que también son de la sociedad civil. Quienes han puesto en el escenario del debate nacional el expolio de bienes culturales que se comete en la zona de Tacuzcalco son defensores de derechos.

Jóvenes defienden a jóvenes que han sido detenidos durante largo tiempo y acusados de delitos sin pruebas fehacientes. Otros se oponen a esas medidas hoy sancionadas legalmente como ordinarias que, en contra de estándares internacionales, encarcelan a personas con presunción de inocencia en las mismas prisiones que criminales sentenciados o les impiden el contacto adecuado con sus abogados y familiares. Los habitantes de El Espino, desalojados inmoral e injustamente de sus viviendas, son hostigados por los vigilantes del terreno de la familia Dueñas; solo la presencia de defensores de derechos humanos, como lo son los jóvenes de Techo o Fundasal, aplaca un tanto la situación. Los periodistas defienden el derecho a la verdad; algunos son verdaderos defensores de los derechos humanos, y por ello son asesinados en países vecinos.

El abuso de autoridad y la impunidad de los poderosos nunca son factores de solución de los problemas de violencia. Al contrario, los agravan, crean desconfianza hacia las autoridades y tienden a romper la cohesión social. En contraste, los defensores y defensoras de derechos humanos crean confianza social, aumentan los niveles de solidaridad ciudadana, fuerzan a las instituciones estatales a funcionar con un poco más de decencia, mejoran la convivencia. Encuentran dificultades porque todavía abundan entre nosotros el machismo, los partidarios de la ley del más fuerte y los individualismos desquiciados que desconocen lo indispensable que es la solidaridad para la supervivencia de la especie humana. La Mesa Nacional de Defensores de Derechos Humanos presentó hace aproximadamente dos meses ante la Asamblea Legislativa una propuesta de ley de protección de defensores y defensoras. Su aprobación urge no solo para protegerlos, sino también para concienciar a un buen número de funcionarios sobre la necesidad de que colaboren con ellos y, por supuesto, los protejan. La defensa de los derechos humanos es el mejor camino para asegurar en nuestras tierras la cultura de paz.

* José María Tojeira, director del Idhuca.

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